La batalla de Guadalajara
El 8 de marzo de 1937, los legionarios italianos del Cuerpo de Tropas Voluntarias (C.T.V.), enviados por Mussolini en apoyo de la rebelión franquista, iniciaban su ofensiva sobre los campos de La Alcarria. Hacía frío, mucho frío, y los soldados se enfangaron en un campo repleto de agua, tierra y nieve. El objetivo de las tropas nacionalistas, que se habían sublevado contra el Gobierno republicano, era por fin penetrar por una de las líneas de defensa de Madrid para conquistar la capital y finiquitar la contienda. Sin embargo, las cosas no fueron como esperaban.
Los mandos italianos, con el general Mario Roatta “Mancini” al frente, venían muy subidos de moral después del paseo que se dieron en la toma de Málaga y, sobre todo, después de la conquista de Abisinia (la actual Etiopía), lo que confirió a las tropas fascistas italianas un aura de supuesta imbatibilidad. Luego todo se vino abajo en apenas quince días. Desde el 8 hasta el 23 de marzo, La Alcarria fue una ratonera de bombas, tanques rusos y aviones. Se calcula que el número de bajas totales, aunque los historiadores discrepan en las cifras, ronda los 10.000 muertos y es posible que cayeran más de 6.000 italianos. “¡Guadalajara no es Abisinia!”, cantaban los milicianos. Fue el momento de mayor optimismo en el bando republicano. Según Líster, “el único en toda la guerra en el que hubo una esperanza de victoria”.
La Batalla de Guadalajara fue uno de los episodios más importantes de la Guerra Civil española, pero ha tenido mala suerte con los historiadores. Las batallas ganadas por el bando que, al final de la guerra, resulta perdedor, siempre acaban en el segundo cajón de los recuerdos. Esto es lo que le sucede a Brihuega, tal como dio a conocer a esta batalla el novelista Hemingway, que se hinchó a recorrer la llanura alcarreña y a beber whisky que le traían colegas como Dos Passos. Este mes de marzo hace 70 años que las tropas republicanas vencieron a los italianos y los nacionalistas en medio del jardín de la Alcarria. La Diputación Provincial no se ha olvidado de esta efeméride y, a través de su delegación de Cultura, ha patrocinado un libro que aparece estos días titulado “Guadalajara 1937. Testimonios de una batalla”, cuya edición corre a cargo de Editores del Henares. El volumen está escrito por cuatro guadalajareños: Pedro Aguilar, que es de Torija; José García de la Torre, que nació en Cifuentes; Joaquín Hernández, que lleva muchos años estudiando la batalla de su pueblo, Brihuega; y quien esto firma. En el prólogo del libro, el periodista Manu Leguineche, afincado en Brihuega, escribe: “Para los que vivimos en Brihuega, la batalla está aún presente con sus supervivientes. Éste es un libro de historia viva, de historia oral”. Efectivamente, este es el propósito del relato de los autores, que han investigado las fuentes orales y documentales, que han contrastado mapas y fotografías, que han indagado en los archivos y, sobre todo, que han accedido directamente al testimonio valiosísimo y sin precedentes de casi medio centenar de hombres y mujeres que vivieron la Batalla de Guadalajara hace siete décadas. Creo sinceramente que merece la pena leer el libro y observar con detenimiento las fotografías cedidas tanto por la Biblioteca Nacional, la Filmoteca Nacional (gracias al tratamiento técnico del Archivo Histórico Provincial de Guadalajara) y el Archivo alemán, que son impagables. Ojalá los lectores disfruten con la palabra de todos aquellos que, con su propia experiencia, nos cuentan nuestra propia historia.