Sigüenza a todo tren
Volver a Guadalajara siempre es un motivo de alegría, en todos los sentidos, pero volver a Sigüenza amplifica este sentimiento aún más si cabe. La mayoría de los 185 viajeros que ayer llenaron el Tren Medieval que une Madrid y Sigüenza no era la primera vez que visitaban esta histórica ciudad castellana. Una somera encuesta a su procedencia permite descubrir que los visitantes de Sigüenza suelen quedarse con ganas de repetir. Y el tren medieval, que el Ayuntamiento de Sigüenza y Renfe pusieron ayer en marcha por tercera ocasión, con la ayuda de Caja Guadalajara, resulta un vehículo formidable para regresar a la patria donceliana. Antonio Martínez, que es de la capital y ayer formaba parte de la expedición “medieval”, afirma: “es la tercera vez que vengo a Sigüenza, no tengo ninguna relación con Guadalajara pero me encanta este pueblo, es muy auténtico”.
Paseo agradable
Nada más sentarse en sus asientos, los viajeros del Tren Medieval reciben una dulce sorpresa. Un bufón vestido de la época reparte “doncelitos”, unos pequeños bollos preparados especialmente para la ocasión en una pastelería seguntina. En el asiento, cada usuario encuentra un mapa de la ciudad y un folleto, excelentemente diseñado por el estudio de Royo, y una botella pequeña de agua comercializada en Barcelona pero del manantial de Sigüenza en Cutamilla. Así que todo queda en casa. Tan ricamente. Lucía Sánchez, madrileña: “El precio de viaje está tirado, para lo que ofrecen. Lo que más me atrae de Sigüenza es que sea medieval, siempre me ha llamado la atención lo medieval. Me encanta el entorno y es de las pocas ciudades que lo conserva bien”. El precio para adulto es de 23 euros y para los niños menores de 12 años, 15 euros.
El viaje hasta la ciudad obispal es un agradable paseo sobre las vías, salpicado por los campos de La Alcarria, que ahora están más verdes que ocres, el castillo de Jadraque y los almacenes de áridos, que no todo podía ser perfecto. Dentro de los vagones, la animación se sucede casi sin descanso. Alrededor de media docena de actores del grupo Tragaleguas representan pequeñas escenas, sin mucho argumento, que este caso se sacrifica en aras de lograr animar al pasaje. Entonces aparecen la reina Isabel de Castilla o el Doncel de Sigüenza, don Martínez Vázquez de Arce. Y una azafata, que aparenta ser despistada pero que con mucho gracejo logra explicar breves pinceladas de la historia de la ciudad y de la comarca. “En este recorrido –dice en una de sus intervenciones la azafata- encontrarán castillos y fortalezas…”. El figurante que representa al Doncel, la interrumpe: “… de mis amigos y amigas los reyes y señores castellanos”.
Los actores son pasables y, sobre todo, esgrimen la gracia suficiente como para implicar al público en sus chascarrillos. Los viajeros ríen mientras aparece en lontananza, instalado en el cerro del Cid, el castillo jadraqueño. El tren medieval ayer no hizo parada en Alcalá de Henares ni en Guadalajara, a diferencia de cuando echó a andar en su primera edición. Tampoco hubiese sido necesario porque el aforo prácticamente estaba completo. Lo malo es que el día no se abrió demasiado bien. La mañana se puso rápidamente un poco hosca, huraña, entre niebla. El sol aparecía con cuentagotas. Una actriz, trasunto de doña Blanca de Borbón, aparece corriendo dentro del tren y exclama: “¡Ya suenan las campanas de San Vicente!”.
El japonés y el cordero
Sigüenza está guapa incluso hasta cuando el día parece querer esconderse. Sólo el portento de sus callejas, de su silueta recortada, le permite mantener el tipo. Para algunos incluso es una sorpresa. En el tren medieval viajó un japonés, cuyo nombre no se puede reproducir, que observa Sigüenza con los ojos bien abiertos. Sale del tren, se parapeta en la entrada de la estación y agarra su cámara de fotos para empezar a disparar. En un castellano más que aceptable, explica que “vengo a Sigüenza porque tenía muchas ganas de hacerlo, me han hablado muy bien de este sitio y quería conocerlo cuanto antes”.
En el vestíbulo de la estación de trenes, siempre tan vetusta, tan castellana, el grupo de actores se hace fotografías con los viajeros que se lo piden. Posan delante del mural alusivo a las maravillas del lugar. Afuera, los guías de la expedición reúnen a sus grupos cada uno con su banderín, para que nadie se pierda. En realidad, merece la pena perderse. Las explicaciones de los guías son profusas y detalladas, pero luego siempre resulta recomendable callejear, entrar a los bares y charlar con los tenderos. Francisca Lorenzo también viene de Madrid y está deseando que llegue la hora de comer: “la verdad es que a mi marido y a mí, ahora que está jubilado, nos encanta hacer excursiones los fines de semana y Sigüenza es fantástica, porque está muy cerca”. Su marido, que se llama Pepe, apostilla: “y para comer, tenemos ganas de que llegue el mediodía y probar el cordero asado”.
De la Alameda a la catedral
El itinerario que sigue el recorrido turístico comienza detrás de la ermita del Humilladero, donde se ubica la oficina de turismo, continúa por la Alameda, la catedral, la calle Mayor, la casa del Doncel, el castillo y, ya por la tarde, el museo diocesano y la catedral, que es el plato estrella del menú. La ciudad está tranquila, paciente. El barrendero deja la escoba para que pase la comitiva de los grupos y en la barra del Ficus dos o tres clientes toman el desayuno.
Pío Baroja, en un artículo publicado en “El Imparcial” el 2 de diciembre de 2001, escribió: “El pueblo apareció a lo lejos con su caserío agrupado en la falda de una colina, con las cuadradas y negruzcas torres de su rectoral y sus tejados roñosos, del color de la sangre coagulada. Subimos de la estación hacia el pueblo. Era día de mercado. En una calle en cuesta y en otra que desembocaba en la plaza se amontonaba la gente: tipos castellanos de capa parda, sombrero ancho, medias de lana o abarcas, otros con el traje clásico de los aragoneses: el calzón abierto en los extremos, la faja y el pañuelo de color en la cabeza. Allí se vendían objetos de hierro, allí pucheros en fila interminable; en un lado, pintadas mantas y alforjas de abigarrados colores; en otro pañuelos y telas”.
Reservas completas
La plaza Mayor de Sigüenza es una postal de Castilla. El Ayuntamiento está engalanado con los banderines medievales y el rosetón de la catedral sonríe a los visitantes. Los viajeros disfrutan con el paisaje, pero sobre todo callejeando. Delante de la casa del Doncel, utilizada por la Universidad de Alcalá, se quedan atónitos por las bellezas seguntinas, que no son sólo sus monumentos, sino los pequeños rincones. Después, desde las colinas que se otean desde el castillo, las vistas sorprenden a más de uno, aunque casi todos los visitantes sabían lo que se iban a encontrar. Pilar, que es de Madrid, afirma: “es la segunda vez que vengo a Sigüenza porque la primera fue de pasada. Me enteré por la iniciativa del tren medieval porque trabajo en una agencia de viajes y entonces me pasaron información ya de que pasaba el tren medieval, de la fiesta que se monta alrededor, y como nunca había estado me llamó la atención. Y la verdad es que muy bien, el viaje muy entretenido. Al principio te descolocas un poco por la irrupción de los actores en el tren, no sabes muy bien si son actores o personas, pero se hace el viaje muy ameno, muy cortito”.
Los viajeros, que disfrutaron de tiempo libre por la tarde, se mostraban entusiasmados. Victoria Laínez, de Fuenlabrada: “me sorprende lo bien cuidada que está Sigüenza a pesar del turismo que tiene que soportar, pero es un encanto de ciudad, porque tiene casi todas las comodidades pero sin el agobio de las grandes poblaciones”. La ciudad del Doncel es el segundo destino turístico de Castilla-La Mancha, por lo menos, en número de visitas, sólo por detrás de Toledo y por delante de Cuenca. La iniciativa del Tren Medieval refuerza este potencial, sobre todo de cara al mercado madrileño. Guillermo Iñiguez, que también vive en Madrid, contaba ayer: “He venido más veces a Sigüenza, cogí un folleto en una estación de tren. Me atraía más Sigüenza que la animación del tren, aunque el montaje que hacen está bien, se hace más ameno”. Unamuno dijo que esta tierra daba la impresión de ser triste. Eso era antes. Ahora rebosa bullicio, aunque sólo sea los fines de semana.
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Plazas reservadas, excepto el sábado próximo
El interventor de Renfe que ayer dirigía la expedición del Tren Medieval confirmó a este periódico que fueron 185 los viajeros se montaron al tren y que las reservas están todas completas para las próximas semanas, excepto el sábado que viene, que quedan 40 plazas. El Tren Medieval saldrá desde la estación de Chamartín en 26 ocasiones, repartidas en dos Temporadas: la de primavera estará comprendida entre el 3 de marzo y el 7 de julio, mientras que la de otoño se desarrollará entre el 15 de septiembre y el 1 de diciembre. La novedad este año es que se incluye en una visita al museo diocesano, abierto en marzo del pasado año, y que el horario de regreso se adapta a las estaciones. En primavera volverá a las 19,40 horas y en otoño, a las 18,10 horas, “para aprovechar mejor las jornadas”, según los organizadores.
Una de las novedades del Tren Medieval este año es la visita al museo Diocesano de Sigüenza, que se encuentra en la plaza del Obispo don Bernardo, frente a la catedral, y ocupa un precioso edificio neoclásico, del S. XVI, que luce en un ángulo de su fachada el escudo de la familia Gamboa. Inaugurado por el obispo Don Laureano Castán Lacoma el día 11 de mayo de 1968, reúne aproximadamente 220 piezas de arte e historia pertenecientes a la diócesis de Sigüenza-Guadalajara. Su verdadera misión, según el obispado, desde su fundación, “es salvaguardar, exponer y conservar el patrimonio de arte religioso que la fe del pueblo ha producido durante siglos”. El museo dispone de un importante fondo artístico en un incomparable marco. Entre otras muchas obras, es preciso destacar: La «Inmaculada Niña» de Francisco de Zurbarán; «El Profeta Elías» y «El Nacimiento de Jesús», obras atribuidas a Francisco Salzillo, «La Piedad» de Luis de Morales, «El Calvario» de Vicente Carducho, el Entierro de Cristo del Maestro de Pozancos… No hay que olvidar una espléndida serie de esculturas en madera policromada de estilos románico y gótico representando a la Virgen María, una notable colección de cruces parroquiales y otras obras de orfebrería, los espléndidos retablos de estilo gótico y renacentista. Una vez finalizadas las obras de rehabilitación, ampliación del espacio expositivo, la adaptación a las exigencias actuales del edificio que lo alberga y la restauración de una buena parte de las obras que se exponen, el museo volvió a abrir sus puertas el 10 de marzo de 2006. María Santiago, otra viajera del Tren Medieval: “una joya el museo, el año pasado no pude venir porque las plazas estaban completas, pero ahora me alegro del retraso”. Carlos Mansilla, también usuario de este tren turístico, subraya: “deberían tener esta iniciativa casi permanentemente, incluso en verano, porque creo que merece mucho la pena”.