La llegada del lobo
Se trata de uno de los animales que más miedo inspiran en el monte, pero también interés. Su desarrollo como especie es el atractivo de decenas de expertos y naturalistas que siguen sus pasos desde el norte de la península Ibérica hasta Sierra Morena, donde se prodigan. Pasando, claro está, por el sur del Duero, incluida Guadalajara.
En las décadas de 1950 y 1960, el lobo era considerado una alimaña y la Administración primaba a quien presentara garras o colmillos de ejemplares abatidos. Aquella intervención del hombre en el medio animal casi acabó con una de las especies emblemáticas de la fauna ibérica. Algunas acciones del hombre resarcieron en parte este error. «La labor de Félix Rodríguez de la Fuente, el proteccionismo y la despoblación del entorno rural favorecieron la expansión de esta especie de gran capacidad reproductiva», recuerda Borja Heredia, jefe del Área de Acciones de Conservación del Ministerio de Medio Ambiente (20 Minutos, 23.11.06). Precisamente, a cuenta de la relación entre el lobo, el “amigo Félix” y Guadalajara, el profesor José Luis García de Paz escribe: “En grandes cercados tuvo en semilibertad sus manadas de lobos, los buitres, los halcones y las nutrias. Allí los filmó a todos en condiciones naturales amén del alimoche, búhos, linces o ginetas”.
El propio Félix Rodríguez de la Fuente escribía en 1967: «Después de convivir dos años con lobos y estudiar detenidamente su comportamiento y lenguaje, pude ya sopesar `las razones del lobo’ y las razones de mis semejantes. Hasta ahora, los hombres me habían contado una sarta de falsedades. En cambio, cuanto los lobos me han dicho es una verdad inconmovible. El lobo ‘cruel’ es un protector incondicional de los débiles y las hembras de su especie; el lobo ‘traicionero’ es capaz de morir por fidelidad; el lobo ‘asesino’ es un cazador que mata para comer pero detesta la violencia”. ¿Cómo se explica entonces ese odio o aversión al lobo?
Ataques a ovejas
Juan Carlos Blanco, uno de los mayores expertos en el lobo ibérico, explica que «en los años setenta, el lobo estaba cerca de la extinción, pero ha recolonizado territorios hacia el sur» (El País, 12.11.06). Hasta entonces, el lobo fue perseguido por sus ataques al ganado. Entre 200 y 500 ejemplares resistieron en las montañas de Galicia, Asturias, León y Zamora. En la década de los ochenta, con el abandono rural, se extendieron hacia el sur y el País Vasco, pero el río Duero frenó su avance. Por eso la directiva de hábitats de 1992 lo consideró una especie protegida al sur del Duero y cinegética al norte. Al sur era intocable: la norma fijaba «la protección estricta de las poblaciones». Al norte se podía cazar con permisos. Pero esa división, según la Junta de Castilla y León y el Ministerio de Medio Ambiente, se ha vuelto inservible. De hecho, el Ejecutivo castellano-leonés ha elaborado un plan en el que se crean patrullas loberas, guardas forestales que cuentan con el permiso de la Unión Europea para cazar los animales cuando los daños son elevados. Los ecologistas llaman a esta medida “el GAL del lobo” y los ganaderos creen que se queda corta. La Junta también prevé 120.000 euros al año en ayudas para perros pastores y vallas electrificadas.
Los cánidos acostumbran a convivir en manadas compuestas principalmente por grupos familiares que cazan en conjunto, lo que puede permitirles abatir presas de gran tamaño, aunque eso no significa que no puedan cazar conejos, liebres, insectos, y pájaros. Están bien adaptados a la carrera y pueden mantener un ritmo bastante alto durante largas distancias. Según los expertos, el lobo ibérico (canis lupus signatus) es un predador con tanto olfato como miedo al hombre. Salvo casos contados, los ataques a humanos son leyenda. Sin embargo, las auténticas presas de este animal con los ciervos, las cabras, los roedores e incluso los reptiles. En el caso de Guadalajara, fundamentalmente han sufrido sus estragos las ovejas de los pastores de la Sierra Norte. “Cuando este mamífero, valiente y sagaz, no encuentra que llevarse a la boca, puede atacar al ganado o acercarse a un vertedero a ver qué ‘pilla’, ya que el lobo es un animal muy adaptable a los cambios del medio” (El Semanal, 20.01.02).
La coexistencia entre el lobo y el ganado es perfectamente posible, según Blanco, aunque matiza que hay lugares en los que hay que hacer grandes esfuerzos para lograrlo. »Los daños por lobo y año son diez veces más elevados en las zonas donde el ganado se gestiona en régimen extensivo que en donde está acompañado por pastores todo el día -explica el investigador-. Pero ciertos tipos de ganado no se pueden estabular.» Para Blanco, la solución al problema en estos lugares pasa, entre otros factores, por involucrar a todos los sectores en la gestión de la especie, incluidos ganaderos y conservacionistas. En buena parte de las regiones loberas, las administraciones pagan compensaciones económicas por las pérdidas que provoca el animal en espacios protegidos. En el resto de las zonas –entre ellas Castilla-La Mancha y Guadalajara- no está claro, sin embargo, a quién corresponde pagar. Por ejemplo, si el ataque se produce dentro de un coto de caza, la responsabilidad podría recaer en su titular (al no haber adoptado las medidas para evitar estos daños), pero como la consideración del lobo como pieza de caza es relativa, ningún dueño de un coto de caza está dispuesto a asumir el pago.
Censo discutible
La mayor polémica en torno a este predador se centra en su número. Algunos grupos conservacionistas insisten en que el lobo sigue en peligro de extinción. El problema es que no se dispone de un censo fiable. Los sondeos de ejemplares se han producido en Castilla y León, Galicia, Asturias, País Vasco, Cantabria, Guadalajara, Ciudad Real y Andalucía. Las investigaciones científicas corroboran que la población de lobos en el cuadrante noroccidental de España crece, pero también en la meseta hacia el sur de Castilla.
En este sentido, la Consejería de Medio Ambiente de la Comunidad de Madrid está desarrollando una serie de medidas preventivas ante la inminente llegada del lobo a esta región, ya que durante los últimos tiempos este predador se ha ido extendiendo de una manera muy rápida por toda la península y, principalmente, por la zona de Guadalajara. Entre las iniciativas que van a aplicar los responsables madrileños para recibir la llegada del lobo se encuentran la repoblación de especies autóctonas como conejos y liebres, mediante la suelta de estos ejemplares; la creación de refugios; la disposición de alimentos suplementarios para los corzos; y la instalación de bebedores y bloques de sal por diferentes sitios de la Sierra Norte para producir la cuerna. El objetivo es reconstruir toda la pirámide de población en la zona para conseguir, de esa manera, un biotopo adecuado para el depredador.
DETALLE
Una de las especies más antiguas
Su nombre científico es “Canis lupus signatus” y ha sido objeto de toda serie de leyendas, la mayoría infundadas. Tiene un pelaje grisáceo que cambia a rojizo en los meses calurosos, cuando pierde la espesa pelambrera que le ha protegido del invierno. Muy similar al perro, posee una poderosa dentadura capaz de desgarrar los tendones y músculos más fuertes. Su peso es de unos 55 kilos y su longitud de unos 120 centímetros. Vive en clanes sociales, de unos 7 individuos como máximo. A tenor de lo que explican los expertos, el lobo gris es uno de las especies más antiguas de la tierra ya que se calcula que lleva más de 100.000 años viviendo en este mundo. Antes vivía en la mayor parte del hemisferio norte y, aparte del ser humano, el lobo ha sido el mamífero más extendido en el mundo durante toda la historia. De hecho los lobos viven en casi todos los sitios del mundo excepto en los bosques de lluvia tropicales y los desiertos. Marca su territorio mientras pasean, a través de unas glándulas en el pie que emiten un olor, y con su orina. Viven, viajan y cazan en grupos muy organizados, normalmente de 6 a 12 animales. Cada grupo tiene una pareja dominante cuyo macho domina a los machos la hembra a las demás hembras. Utilizan sus aullidos para anunciar su presencia y advertir a intrusos. También los miembros del grupo aúllan para localizarse uno a otro cuando están lejos.