Las hogueras de la Purísima, un puente a la tradición
Para los católicos, la fiesta de la Inmaculada hunde sus raíces en la tradici´n cultural de los pueblos de España. Otros entendidos, sin embargo, se muestran más escépticos. Según un artículo publicado en Celtiberia.net, examinando los orígenes de esta ‘tradición’, lo primero que llama la atención es que fue un dogma proclamado por el Papa Pío IX en una bula de “fechas tan «lejanas» como…¡el 8 de diciembre de 1854!”, señala en tono irónico esta publicación. Su base son unas explicaciones de la Escuela Franciscana.
La argumentación teórica fue de tal magnitud y tal bien defendida en términos lógicos (más de 200 argumentos hábilmente refutados en contra de la Inmaculada Concepción) que desde entonces es conocida como la «Disputa de la Sorbona», existiendo incluso leyendas asociadas de que las imágenes marmóreas de la Virgen inclinaban su cabeza ante sus peticiones de Auxilio o que los niños gritaban por las calles de Colonia ¡Vencedor Escoto! por lo que suponía de «triunfo de María».
Sin embargo, según Celtiberia, toda una institución en el mundo de las fiestas tradicionales, “la Biblia no menciona explícitamente el dogma de la Inmaculada Concepción de la Virgen. Y lo que es más grave, Santo Tomás, afirma y repite con insistencia en varias partes de sus obras, escritas en diversas épocas, que María contrajo el pecado de origen, por lo que hoy podría ser calificado de «hereje», como cualquier católico que discuta este dogma de la Iglesia en nuestros días”
“Esclavitud de la Purísima”
El etnólogo José Ramón López de los Mozos señala que “la costumbre de encender las hogueras la víspera de la Inmaculada comenzó en el año 1670 y se ha mantenido desde su creación hasta los tiempos actuales” (Guadalajara. Fiesta y tradición, Nueva Alcarria, 2005). Y agrega unas palabras del Padre Talamanco para explicar la existencia de la denominada “Esclavitud de la Purísima”: “los esclavos son solamente doce, escogidos como estrellas de la gente distinguida del pueblo, porque han de coronar con sus luces a la escogida, y rodeada de Sol, por eso es de su obligación mantener cada uno su antorcha o hacha, y poner luminarias la noche de víspera de la fiesta de la todo hermosa”.
Las hogueras de la Purísima se celebran en Guadalajara desde finales del siglo XVII. Las de Horche es una fiesta declarada de Interés Turístico Provincial que cada año concentra más público. Es un espectáculo contemplar la presencia del fuego en medio del frío de La Alcarria y, sobre todo, los saltos que dan los horchanos para salvarse de las ascuas. “Representan tales hogueras –subraya López de los Mozos- la pureza de la Virgen (…) Cada vez que se salta una de las hogueras, el cuerpo –y con él el alma- se purifican”. Delante de la casa de todos los representantes de la esclavitud se forma una hoguera de tamaño medio, excepto como apunta José Ramón delante de la del esclavo mayor, cuya luminaria resulta más grande que el resto: “en lo referente al alma, la pureza de la Virgen se transmite mediante el fuego a quien salta las hogueras, mientras que el cuerpo se ve libre de posibles males mediante el humo, que al elevarse los arrastra a lo lejos”.
Según Isaac Pérez Infante, estudioso manchego de esta festividad, las hogueras, “en épocas en que no existía la luz eléctrica, debía presentar un atractivo espectáculo en el momento en que las llamas tomaban fuerza iluminando el escenario donde ésta se realizaba y creando un ambiente de fiesta propicio paro cantos, bailes y juegos, alrededor de la hoguera. El calor producido por la combustión de la leña y los efectos de la limonada, mitigaban y siguen mitigando el frío en las noches invernales”.
Origen de la fiesta
La fiesta de la Inmaculada se justifica en teorías teológicas diversas. Quizás toda esta necesidad de solemnizar la Inmaculada Concepción venga de la analogía de la santificación de San Juan el Bautista, es decir, si la “Concepción de Juan” fue fiesta, ¿por qué no iba a serlo la de María?. Sin embargo su ubicación el día 8 de diciembre es puramente accidental a tenor de la mayoría de expertos. No obedece a ningún «anclaje» cultural hispánico en esa fecha, a diferencia de festividades como el 11 de noviembre (San Martin), 2 de febrero (la Candelaria), 10 de agosto (San Lorenzo) o el 24 de junio (San Juan) y que no gozan de la consideración de festividad oficial, por no hablar de los ya referidas fechas equinocciales de marzo y septiembre.
La iconografía en torno a la «Inmaculada Concepción» se remonta tan solo al siglo XVII, por encargo de reyes o conventos franciscanos y realizada por pintores en muchos casos extranjeros. Está claro, por tanto, que se mantiene una disputa intelectual-teológica hábilmente ganada por los «marianistas», pero que en ningún modo presupone una generalizada devoción popular y de carácter verdaderamente tradicionalista, si entendemos por tradición aquello conservado de generación en generación. “Ni la genuina liturgia mozárabe ni el calendario de Toledo del siglo X contienen tampoco referencia a esta festividad”, sostienen desde “Celtiberia”. A pesar de estas consideraciones, la fiesta de la Inmaculada está hoy totalmente asumida en el calendario festivo de los españoles y va camino, si no lo es ya como algunos sostienen, de convertirse en una tradición. Y, en todo caso, se trata de una magnífica oportunidad –liturgia cristiana aparte- de disfrutar de las fiestas de las hogueras y las luminarias que tiene en Guadalajara, en los casos de Horche, Molina, Romanones y algunos otros pueblos, uno de los mayores exponentes del país.