Alcaldes en río revuelto
Margarite Yourcenar, en sus “Memorias de Adriano”, escribe que “es difícil seguir siendo emperador ante un médico, y también es difícil guardar la calidad del hombre”. La metáfora sintetiza la altura con la que muchos políticos contemplan la existencia de sus correligionarios y de los que no lo son. Un caso para mear y no echar gota acaba de producirse en nuestra provincia. El alcalde de Galve de Sorbe, municipio de la sierra apartado del mundanal ruido y de los mundanales políticos, dimitió la semana pasada por “desavenencias” con sus compañeros de equipo de gobierno, del PSOE. El secretario general del PP ha aprovechado la coyuntura para ligar esta dimisión a las luchas internas que los socialistas mantienen abiertas desde que llegaron sus días de vino y rosas. La conexión provoca carcajadas, pero supone un paso en la lucha desaforada que mantienen los dos grandes partidos por echarse tierra, aunque sea a costa de los pueblos más desfavorecidos.
La dimisión del alcalde de Galve no modifica el gobierno de este ayuntamiento. La mayoría socialista (3 concejales por 2 en lugar de 4-1) está garantizada, al menos, hasta las próximas elecciones. Dejando aparte este dato, los hay que se empeñan en marear la perdiz con un asunto que no tiene nada que ver con aquellos que disfrutan de escaño, despacho y secretaria. Que un líder del PP en Guadalajara exija explicaciones a Jesús Alique por la dimisión de un alcalde que ni está afiliado al Partido Socialista ni pertenece en modo alguno al mismo, es tan absurdo como escuchar a Acebes culpar a Zapatero de todos los males del mundo. Resulta desproporcionado y ridículo. El alcalde de Galve, como tantos otros concejales que acaban hastiados, no se va por cuestiones políticas. Ni con el partido por el que concurrió a las urnas, ni con la oposición. Así que a los profesionales que cobran por su actividad, muy pocos con relación a los cargos elegidos de los dos partidos mayoritarios, cabe recomendarles que no metan cizaña. Que no jueguen con los pueblos. Que no tiren bazofia, que bastante tienen los serranos con ser los últimos de la fila de la provincia. Los alcaldes arrojan la toalla cansados de todos y de todo, pero no conviene pringar estas bajas con la política que sale en los periódicos.
Ni el PP ni el PSOE se toman en serio lo que da pocos votos. Utilizan a los alcaldes, les ofrecen el oro y el moro y luego si te he visto no me acuerdo. Ahí te pudras. Como decía el editorial de este periódico el viernes pasado, se trata de “un mal endémico y perenne desde las primeras elecciones municipales”. Y no parece que tenga solución. Con este panorama, teniendo en cuenta que ni unos ni otros son capaces de ocuparse de los pueblos en temporada alta, parece razonable exigirles que no se metan al río cuando baja revuelto. Sobre todo porque las corrientes cambian con frecuencia.