«El periodismo ha de ser serio aunque incomode; la reputación cuenta»
-Llega a España para intervenir en una conferencia -organizada por DirCom- sobre los Riesgos y Oportunidades de Comunicar en la Sociedad Global, ¿hay más riesgos u oportunidades?
-Hay muchas más oportunidades. Si nos fijamos en el periodo transcurrido de globalización, en los últimos doce o quince años encontramos la mayor explosión de riqueza en el mundo. Estamos en una década que ha conocido el mayor crecimiento de la historia. Hay una enorme oportunidad para extender este éxito, pero también hay un riesgo real. Puede que las personas no luchen por conquistar todo eso y la riqueza se pierda.
-Las empresas se benefician por ser globales, pero ¿y el ciudadano? ¿No corre el riesgo de padecer una globalización sin representación?
-El problema principal es que las personas del mundo desarrollado temen que sus pagas y sus puestos de trabajo estén amenazados por culpa de la competencia. Lo importante son los sueldos. Los salarios medios no han acompañado el crecimiento económico ni tampoco el de los beneficios de las empresas. Se ha generado una gran desigualdad que podría ser un precio aceptable que pagar por el progreso económico si de dan dos condiciones. Primero, que todo el mundo vaya a mejor. Segundo, que exista una escalera, una meritocracia que permita ascender a los de abajo.
-¿Cree que el mundo global ha escrito muchas de sus promesas en letra pequeña, casi imperceptible para ejercer el control social?
-Ocurre sólo en Occidente. Si vamos a China, India o América Latina nos encontramos con que la promesa no defrauda, es obvia. Es la perspectiva de una vida mejor, llegar a pertenecer a la clase media, con dinero para gastar. La globalización no se ha explicado bien.
-¿Un problema de marketing?
-Sí. Hay un fracaso fundamental a la hora de percibir la globalización como un movimiento liberal que capacita a las personas. Hay que vincular el aspecto económico de la globalización con el político liberal.
-¿A dónde van los medios de comunicación?
-Los medios constituyen un ejemplo fantástico de lo que es la globalización. Casi todos están en casi todos los sitios. La globalización ha aportado muchísimo a este sector.
-¿Internet es la globalización?
-Internet es como un huracán para nuestra industria. Hasta ahora sabemos que primero está afectando a los periódicos. A las revistas no le ha ido mal porque tienen lectores distintos. No son personas que leen en el trabajo, con poco tiempo para seguir los temas, como ocurre con los diarios. Las revistas han salido mejor paradas pero no hay que fiarse.
-«Tres cuartas partes de descripción de los hechos y un cuarto de opinión sólidamente construida y de análisis argumentado?». ¿Es la receta del periodismo?
-Hay algo de eso. En «The Economist», cuando escribimos un artículo intentamos buscar historias con las que no estemos de acuerdo, cosas que nos provoquen, a nosotros y al lector. Hay que ir contracorriente y con la mente abierta.
-¿Marcar agenda y evitar que venga impuesta desde las esferas de influencia?
-Una de nuestras estrategias es que una vez por semana clasificamos toda la información que llega a la Redacción y decidimos lo que creemos que el lector debe saber. Y nada más. Eso forma parte de nuestro valor. Confiamos en esta herramienta de venta porque el tiempo del cliente vale dinero.
-«The Economist» ha triplicado su difusión en los últimos seis años. Vende 1,15 millones de ejemplares cada semana, de los cuales sólo 160.000 están en Gran Bretaña. El periodismo serio también puede se rentable.
-Sí. Ha habido muchas personas y no pocas publicaciones que han ido por otra senda de la información, han apostado por la frivolidad porque pensaban que era mejor, más lucrativa. Nosotros creímos en la seriedad y en el rigor desde el principio, porque si pensamos en el mundo como un mercado global, en cada país habrá siempre una serie de gente que busque periodismo serio.
-Habla de trabajar para una cuota de mercado fiel, pero ¿y la responsabilidad?, ¿no va más allá de la existencia de una demanda suficiente?
-Por supuesto. Siempre hemos escrito lo que nos parecía que era la verdad. Hay que ser serios y consecuentes, aunque incomode y esa actitud pueda parecer arrogante o ignorante. Si se presenta un producto interesante y riguroso, aunque las informaciones molesten y los anunciantes y los lectores se puedan marchar, no hay que preocuparse porque volverán. Que nadie tenga la menor duda. Y, a la larga, la reputación cuenta mucho.
-El pasado año «The Economist» utilizó en su portada la palabra «cojones», en castellano, y en los últimos meses ha publicado numerosos artículos sobre la actualidad española. ¿Hay que salir para darse cuenta de la influencia de lo español fuera del mundo?
-Utilizar la palabra cojones era una manera de provocar a George Bush. He vivido en Los Ángeles y allí uno puede levantarse con una emisora de radio en español, leer un periódico en español, ir a trabajar y hablar español, ver cadenas españolas… Aunque les duela a los franceses, el español, el inglés y el chino son los idiomas dominantes y no hay que olvidarlo.
-¿Tiene algún plan para potenciar «The Economist» en España?
-Estamos fomentando la atención hacia Europa. España es un buen mercado porque este país ha cambiado muchísimo en los últimos doce años.