«El PP presionó a TVE sin complejos»
–¿Cómo recibía una periodista de raza que la Moncloa arruinara una información, un reportaje?
–Esas llamadas llegaban muy arriba, y cuando bajaban se notaba que ha- bía habido manos ocultas.
–Es duro.
–En la televisión pública se había asumido de algún modo que se estaba en manos del Parlamento; que el partido que tenía la mayoría iba a tener un nivel de influencia de al- gún calado. Es muy injusto decir que todos los directores o todos los jefes de informativos han sido iguales. Algunos aguantaron más el tirón. En todo caso, ni la sociedad ni los profesionales nos rebelamos.
–¿Ahora no es lo mismo?
–No digo que ahora todo sea perfecto. Incluso habrá quien crea que la neutralidad llevada hasta el extremo puede tratar peor al Gobierno que a la oposición.
–¿El PP presionó sin rubor?
–Cuando ganó la primera vez, llegó con la idea de acometer la reforma de los medios públicos. Lo dijo Aznar en su investidura. Así, en la primera legislatura, por convicción o porque necesitaba alianzas parlamentarias, no se notó esa pisada de elefante, la pisada del que tiene todo el poder y lo utiliza en su beneficio.
–¿Y después?
–Con la mayoría absoluta… como dice la publicidad de un whisky: «Ahora, sin complejos». Pues presionó sin complejos
–¿TVE no ha hecho la transición?
–Cambió la naturaleza del poder, de dictatorial a democrático, pero el control siguió estando en manos del poder, sin órganos fiscalizadores independientes y eficaces en los que también estén los partidos.
–¿Se intentó?
–Sí, con el estatuto de RTVE, en 1981. Sobre el papel era modélico, pero tenía trampa. Con la mayoría absoluta socialista, en términos de neutralidad, tampoco fue bueno. Intentaron trasladar una pedagogía democrática y de izquierdas, pero con el tiempo también se notó la presión.
–¿Ahora va en serio?
–Con todos los errores que se quieran, sería injusto decir que Rodríguez Zapatero no ha cumplido al menos en los plazos.
–Los ciudadanos denunciaron la manipulación de TVE.
–Fue inédito. Salieron a la calle durante meses con pancartas que acusaban de manipulación. Hasta los periodistas tuvieron problemas.
–El primer aldabonazo fue la información sobre la huelga del 20-J.
–Más bien la que se ocultó. Luego llegó el tratamiento informativo del Prestige y de la guerra de Irak, con la mayoría de los españoles en contra, Esos excesos acabaron con la paciencia del ciudadano.
–En el 2003, TVE fue condenada por vulnerar el derecho fundamental a una información veraz.
–Aquellos directivos nunca pensaron que la Audiencia Nacional condenaría a TVE. Por eso se hizo aquella lectura atropellada de la sentencia. Fue una mancha importante, propia de una televisión bananera.
–¿La audiencia baja?
–Eso nos ha perjudicado a efectos de visualizar la neutralidad. Todos los partidos han confundido audiencia con credibilidad. El PP lo utiliza en contra de la directora general, Carmen Caffarel. Sostiene que si no te ven es porque no te creen, y eso es mentira. Entre el 11 y el 14 de marzo, todo el mundo estaba enganchado con angustia a las televisiones porque necesitaba que le contaran cosas, aunque no las creyera.
–Nueva ley, nuevos tiempos…
–Si no hay convicción política, la nueva ley podría ser papel mojado, y esa convicción la tiene que tener todo el arco parlamentario. La muestra de que eso sale bien será el nombramiento del futuro consejo de administración. Ahí tienen que estar las mejores cabezas, gente independiente. Doce hombres o mujeres de un calado profesional y deontológico muy profundo, porque van a tener que resistir muchos envites.
–¿Defiende la creación de un consejo audiovisual de ámbito estatal?
–Es imprescindible. Somos el único país de Europa que no lo tiene, y los ataques son fruto de la ignorancia. Ese organismo proporciona herramientas a los periodistas para trabajar con decencia, no es censura. No voy a hablar del CAC, que, exceptuando la polémica de la COPE, realiza trabajos impecables cuya lectura recomiendo. Están en internet. Pero los consejos audiovisuales en general han tomado decisiones verdaderamente modélicas. Como el francés, que cerró una emisora porque ponía en duda el Holocausto.