El obispo y el folklore
El obispo de Sigüenza-Guadalajara, don José Sánchez, publicó antes de Ferias una carta pastoral en la que alerta de “la secularización que amenaza a las fiestas religiosas”. Exactamente, dijo: “la secularización, bien entendida, es beneficiosa para lo propiamente religioso, porque ayuda a distinguir lo religioso de lo profano’, pero si invade todo ‘hasta rechazar la dimensión religiosa y sobrenatural, tiende a convertir la fiesta religiosa en un acontecimiento social, costumbrista o folclórico, como un espectáculo más”. Para completar el estrambote, el prelado añade: “otro peligro que acecha es la necesidad que algunos sienten de que sus fiestas, lo mismo las religiosas que las profanas, tengan atractivo turístico, sobre todo, si son declaradas ‘de interés turístico’ mundial, nacional, regional o provincial, o aunque sólo sea ‘de interés turístico local”. Se refiere aquí con sublime sutileza a que si equis pueblo contrata cuatro vaquillas, el vecino suelta ocho. Y así sucesivamente.
El caso es que estas manifestaciones han dado la vuelta al ruedo y no precisamente para bien. A aquellas cofradías, hermandades o asociaciones que trabajan por el mantenimiento de fiestas populares ancladas en la raíz cristiana, no creo que les haya hecho mucha gracia que “su” obispo les afee la conducta. ¿Qué importa que una fiesta se divulgue para ser aprovechada como un recurso turístico siempre y cuando no distorsione sus valores tradicionales, incluidos aquellos que emanan del catolicismo?
Que la gente tenga ganas de tomarse un botellín después de misa es una cosa. Pero confundir esta tendencia, por cierto mayoritaria, con la retahíla de tradiciones de nuestro calendario me parece un error de bulto de difícil comprensión en un obispo que lleva tanto tiempo en Guadalajara. No es lo mismo una fiesta local que una fiesta tradicional. Sin embargo, el señor obispo no comprende la importancia del folklore. Nunca lo ha hecho. Y utiliza esta palabra como sinónimo de banalidad, trivialidad, algo que carece de fundamento suficiente como para ser tomado en serio. Quizá ignora don José que algunas de las tradiciones ancestrales de la provincia, bandera de nuestro turismo pero también de nuestra cultura, tienen su base en la práctica cristiana que las absorbió hace muchos lustros. Ya no hay dioses paganos a los que adorar, así que siempre nos queda la eucaristía de turno. Los danzantes de la Virgen de la Hoz honran a esta imagen, no a la Dirección General de Turismo. Los danzantes de Valverde bailan siempre diez días después del jueves de Corpus Christi, coincidiendo con el día del Señor. Los danzantes de Majaelrayo ejecutan su ritual delante del Santo Niño y los de Galve ante la Virgen del Pinar. En Albalate, los botargas-danzantes salen para San Blas porque es tradición, no por capricho de los mayodormos de su cofradía. Las botargas, uno de los mayores símbolos de nuestro corpus festivo, asisten siempre a la misa de sus pueblos. Ya sea en Retiendas, en Razbona o en Robledillo. ¿Sabe el señor obispo por qué la botarga de Arbancón aparece la mañana de la Virgen de las Candelas? Desde luego, no porque sea domingo y así facilite la visita del turista. Lo hace porque es el protagonista de una fiesta que recuerda la presentación en el templo de la Virgen con el niño Jesús a los cuarenta días de su nacimiento. ¿Secularización, dice usted?