«No es verdad que algunos obispos tengan nostalgia del nacionalcatolicismo»
¿Cómo calificaría, a pie de calle, la situación de la Iglesia en nuestro país actualmente?
No existe una respuesta única, monolítica. Habría que hablar ciudadano por ciudadano. Yo pienso que el hecho cristiano, expresado a través de la Iglesia, sigue teniendo mucha importancia y mucha fuerza en la sociedad española del momento.
¿La cúpula de la Iglesia escucha lo que usted mismo ha llamado en un artículo “climas dominantes de opinión” en la sociedad?
Sí, la Iglesia está en el mundo y lo tiene presente pero es muy consciente de que su mensaje tiene su singularidad y 2.000 años de historia. El escuchar no significa secundar o tener que dar la bendición. En la sociedad actual da la impresión de que lo que aparece como preponderante en la opinión pública es aquello que tiene que tomar carta de ciudadanía.
El abad de Montserrat, Josep Maria Soler, ha dicho en un periódico esta semana que una parte de la Conferencia Episcopal Española sigue anclada en el nacionalcatolicismo. ¿Está de acuerdo?
No, y además en todo caso nos puede llamar la atención si esto no sucede también en ellos. Yo no suelo ver en las iglesias de Castilla ni en las de Aragón ni Extremadura muchas banderas al lado de los templos y a lo mejor sí hay alguna “senyera” al lado de los templos de Cataluña.
Este señor no se refería a las iglesias, sino a la cúpula dirigente.
Yo creo que no es cierto hacer una acusación de nacionalcatolicismo a la jerarquía católica española. Hace dos meses, al recibir a un embajador, el Papa Benedicto XVI dijo que la separación entre Iglesia y Estado había sido uno de los grandes avances de la historia de la Iglesia y la Humanidad. No veo nostalgia de un nacionalcatolicismo. Muy distinto que la parte de la cúpula eclesiástica a la que puede referirse esa afirmación también requiere que no pasemos al otro extremo, a un nacionallaicismo o un nacionalpaganismo.
¿Por qué los obispos españoles tienen que pronunciarse sobre la unidad de España?
Los obispos españoles están al servicio de los católicos de España y de alguna manera de toda la sociedad. En ese sentido tienen que pronunciarse sobre aquellos aspectos que conciernen a la vida de cada día. Con estos temas es curioso porque siempre existe la posibilidad de que si hablan porque hablan, si callan porque callan. Cuantas veces se nos ha acusado a la Conferencia Episcopal de estar muda ante muchos acontecimientos sociales…
Sí, pero la unidad de España no es un problema social.
No digo que lo sea. Los obispos se pronunciaron [en una plenaria extraordinaria] sobre la presencia de la Iglesia actual en las realidades positivas o negativas. Había que hacer una consideración de la realidad territorial de España.
¿Le parece lógico que una buena parte de la sociedad piense que la Iglesia pierde el tiempo hablando de la unidad del Estado teniendo en cuenta los problemas sociales que existen y en los que la propia Iglesia está implicada?
Bien, ese es parte del problema. Yo he puesto un adjetivo premeditadamente, que es la unidad territorial. ¿Qué ocurre? Si determinadas aspiraciones o realidades secesionistas pueden ocasionar un perjuicio a la solidaridad, a la igualdad real de todos los españoles, a una más justa distribución de la riqueza o un intervencionismo político excesivo, hombre pues ya no estamos hablando de metros cuadrados de territorio, sino de derechos fundamentales. La vida de los ciudadanos sí forma parte de una reflexión moral que pueda hacer la Iglesia. Es un tema abierto.
Da la impresión, por la postura de los obispos vascos y catalanes y el resto, que existen al menos dos facciones en la Conferencia. No sólo en la territorialidad de España sino en todo, en cómo se ve la Iglesia o en posturas oficiales que adopta su dirección.
La percepción de la realidad social y de la paz en el País Vasco y en el resto de España es distinta. Las intervenciones últimas de Ricardo Blázquez, obispo de Bilbao, son muy iluminadoras. En mayo, en un desayuno informativo en el hotel Ritz, apuntaba en la idea de que la paz se construya desde el perdón. Es un tema al que vuelve en la homilía de la Virgen de Begoña el pasado 15 de agosto. Se pide a los terroristas que tengan el valor de pedir perdón. Y a partir de ahí entrar en una concatenación del perdón y la reconciliación.
Eso no coincide con lo que dice Uriarte, obispo de San Sebastián.
No, él lo que dice es que se tienen que dar signos de distensión por ambas partes y, lógicamente, estamos en un proceso, la tregua está consolidada según el Gobierno. El tema del perdón es absolutamente irrenunciable. Es una valor cristiano irrenunciable.
¿Sin perdón no hay paz?
Al menos, no hay paz duradera y definitiva. Parte del eterno conflicto israelí-islámico es porque no se avanza en el perdón. Tras el 11-S, el Papa Juan Pablo II tuvo que dirigir para las jornadas mundiales de la paz, el tema fue el perdón. Hacía tres meses que habían sucedido los atentados de las Torres Gemelas, y abunda en la necesidad del perdón.
Pero en Irlanda, ese perdón no se ha producido, y el proceso de paz ha avanzado. ¿Cómo se explica?
Hombre, no digo que no pueda avanzar sin perdón, pero la verdadera paz es obra de la justicia. Perdón no significa el que los delitos que hayan podido cometer los terroristas queden absueltos, sino una actitud de corazón y de justicia. El cardenal Rouco recordaba el perdón sacramental: examen de conciencia, dolor de los pecados, propósitos de enmienda, decir los pecados al confesor y cumplir la sentencia.
¿Por qué ETA nunca ha atentado contra un miembro de la Iglesia?
No es exactamente cierto. Hay algún caso en que pudo haber algún conato y algún sacerdote que ha necesitado escolta. El que quizá parte del problema que nosotros vemos desde la periferia no nos permite ver el papel que realmente haya podido desempeñar la Iglesia en el País Vasco. No sé exactamente por qué no hay ningún cura muerto.
¿Los obispos catalanes y vascos son nacionalistas?
Hay obispos más proclives a posiciones nacionalistas y otros menos.
¿Las posiciones de Rouco y Cañizares no son homologables con las de Uriarte o Ricard Maria Carles?
No es lo mismo tampoco el nivel de identificación con una iglesia local que el resto. No es lo importante donde naces, sino donde vives. Una característica muy importante es sentirse de donde estás ejerciendo de sacerdote.
¿En qué grupo se sitúa Monseñor Sánchez, obispo de Sigüenza-Guadalajara?
Es normal que los periodistas hagamos clasificaciones, pero don José es un hombre muy libre y cosmopolita. Estuvo veinte años en Alemania, no estuvo en los últimos años del franquismo y principios de la Transición. Está acostumbrado a una pluralidad política y religiosa. Durante veinte años estuvo con los pobres en Alemania, los emigrantes que llegaban con su maleteja. Tiene una percepción social acusada.
¿Es cierto que el obispo Sánchez es amigo de Arzalluz, como se ha escrito en Guadalajara y fuera de la provincia?
No, eso fue una interpretación equivocada. Arzalluz, siendo jesuita, estuvo una época en Alemania, y en una o dos ocasiones coincidieron en una cena de compañeros capellanes de emigrantes. Aquello fue en junio de 2000, es agua pasada y sus declaraciones de descontextualizaron.
¿La Iglesia está perseguida en España ahora mismo?
No, y no creo que la jerarquía católica ni particulares tenga esa percepción. Lo que sí diría que no es bueno para la salud democrática del país estar permanentemente cuestionando todo. La Constitución española es clara [coge un ejemplar de la Carta Magna y lee]. El criterio de libertad religiosa es muy claro. En el artículo 16 se afirma claramente que el Estado mantendrá las relaciones de cooperación con la Iglesia católica.
¿Con la LOE [Ley de Educación] aprobada los niños que lo deseen pueden estudiar Religión?
Sí, porque nunca desde 1978 ha sido una asignatura obligatoria. El problema está en una cierta manipulación que se ha expandido sobre el carácter obligatorio, que no haya alternativa y que la nota de Religión no cuente para computar la nota media del alumno, lo que devalúa la asignatura.
Usted ha escrito en “El País” que en este momento se legisla en España contra el “auténtico modelo matrimonial y familiar”. Lo contrario de auténtico, según el diccionario, es incierto, inexacto, falso, ilegítimo y espurio. ¿Cree que las nuevas formas de matrimonio se pueden calificar así?
La legislación comparada entiende por matrimonio la unión entre un hombre y una mujer y en la medida en que la ley legisla un nuevo concepto para el matrimonio, pues es una ley inauténtica, es inaudito y no corresponde a la verdad y a la esencia del matrimonio. En Francia no han ido tan lejos y lo han llamado pacto de convivencia.
El Gobierno legisla para todos los ciudadanos, pero lo hace aplicando el programa electoral por el que ha sido elegido. ¿Por qué entonces no debería haberse aprobado el matrimonio entre homosexuales?
A mí me da igual que sea una promesa electoral. ¿Y cuántas otras promesas no se cumplen? No se debe prometer lo que no se debe prometer y luego, no nos engañemos, no sé hasta que punto una persona vota un partido en función del programa electoral.
Fue una cuestión muy aireada, no figuraba en la letra pequeña.
Ya, pero no sé hasta qué punto los ciudadanos luego echan en cara a un partido si ha cumplido o no su programa. Lo que sí echan en cara es cómo gestionan la vida pública.
Acaba de decir textualmente que “no se debe prometer lo que no se debe prometer”. ¿Por qué?
Bueno, pues porque yo no puedo prometer una cosa que está por encima de mi realidad. yo no soy el intérprete de la ley natural, como aquí se ha vulnerado, yo no puedo redefinir la naturaleza de las cosas.
¿La Iglesia acepta como un hecho innegable las nuevas formas de familia?
Acepta como un hecho innegable la realidad de la condición, por las razones que sean, de la homosexualidad. La Iglesia no tiene nada en contra de los homosexuales.
¿Los católicos admiten la homosexualidad como una variante legítima de la sexualidad humana, una variante éticamente válida?
A ver, la condición homosexual de una persona no es rechazable. Sí es rechazable la práctica, como es rechazable de la práctica de la sexualidad del heterosexual fuera del matrimonio. La Iglesia no es un catálogo de prohibiciones, sino de proposiciones. Vivimos en una sociedad pansexualizada. La Iglesia respeta la condición homosexual.
Respeta la condición homosexual pero se le pide que no practique y que no se case. Curiosa forma de respetar, ¿no?
[Sonrisas] Al homosexual se le pide que controle su conducta y no existe para él la posibilidad del matrimonio.
¿El gran problema para ordenar jurídicamente los nuevos enlaces ha sido la palabra matrimonio?
Los nombres de las cosas tienen una importancia no sólo nominal, sino conceptual. Se lo podía haber llamado unión civil o pacto de convivencia, pero también en ese caso habría que haber visto lo que suponga.
¿Por qué la jerarquía católica trata de influir en la política?
La Iglesia trata de iluminar la política, no de influir. Es un agente moral, no político.
Yo como sacerdote no puedo presentarme a un cargo público sin autorización obispal.
¿Está de acuerdo con los contenidos de la emisora de la Conferencia Episcopal, la cadena Cope?
Me parece muy sólido César Vidal, me gusta la pasión y la convicción de valores de Cristina López Schilinting y a las siete de la mañana, cuando me despierto, es Carlos Herrera quien me da los buenos días. No puedo hablar de cómo lo hace Federico Jiménez Losantos porque no lo escucho mucho. Él genera polémica porque tiene mucha audiencia. Hay una miaja de envidia en sus críticos, pero Jiménez Losantos no representa la palabra de la Iglesia.
¿La Conferencia Episcopal mantiene la Cope como está por una estrategia política y no religiosa?
No, porque la ha mantenido en otras épocas peores, la mantiene por el magnífico servicio público que presta a una mayor libertad de expresión. Le brinda una plataforma en una sociedad en la que existes en los medios o no existes.