Las salinas de la comarca de Atienza, abandonadas y sin explotar para uso industrial ni turístico
Ninguna de las antiguas salinas que antiguamente servían para producir sal en la comarca de Atienza permanece con actividad. Las salinas de Imón, las más importantes de Guadalajara, las de La Olmeda de Jadraque, las de Bujalcayado y las de Riba de Santiuste atraviesan por su peor momento histórico. Tampoco el resto que en algún momento estuvieron funcionando: Paredes de Sigüenza, Rienda, Tordelrábano, Valdelcubo, Valdealmendras, Santamera, Alcuneza, Carabias y El Atance. Nadie se hace cargo de estos viejos núcleos salineros, ni siquiera sus propietarios. Las albercas están abandonadas y los almacenes para guardarla, que destacan por su espacio y altura, presentan un aspecto de ruina total.
El caso de Imón es paradigmático de la zona. Las salinas de esta pedanía de Sigüenza y del Gormellón están declaradas Bien de Interés Cultural por la Junta de Castilla-La Mancha desde 1992. Son las más relevantes de la provincia y su patrimonio constituye una escuela para explicar las antiguas formas de producción salinera. La Sociedad de las Salinas de Imón y La Olmeda acaba de vender estas salinas a una empresa de Guadalajara, cuyo nombre no ha trascendido públicamente ni tampoco el proyecto de uso que sus responsables tienen en mente.
El alcalde pedáneo de Imón, Felipe Lucio, ha confirmado a Nueva Alcarria la venta de las salinas: “el administrador de la sociedad me ha confirmado que la venta se ha producido este año, pero no me ha dicho ni a quién, ni por cuanto ni para qué las quieren”. Tampoco se sabe todavía si esta operación incluye la venta de las parcelas de labor que van adosadas a las salinas y que antiguamente trabajaban los vecinos de esta localidad serrana. Asimismo, Lucio se ha hecho eco de un rumor extendido por el pueblo durante las últimas semanas que apunta a un posible interés de la empresa compradora en extraer agua salada para venderla en Sigüenza. Pero nada está confirmado. “Nadie se ha dirigido a mí, sé que la delegada provincial de Cultura estuvo visitando las salinas esta primavera junto a la concejala de Cultura de Sigüenza pero a mí no me avisaron”, confiesa este edil, que al mismo tiempo que la situación de abandono que sufren estas salinas puede provocar situaciones de peligro público: “los techos de los almacenes se hunden pero las puertas están abiertas y la gente entra”.
Patrimonio en ruinas
Las salinas de Imón, a pesar de su estado, conservan un extraordinario valor. Joaquín Arroyo y Vanesa Martínez, arquitectos técnicos y autores de varios estudios sobre las salinas de la comarca atencina, advierten que las salinas “constituyen un legado de la historia, así como son el último ejemplar vivo de tecnología paleoindustrial. Sus norias, almacenes y empedrados, constituyen un conjunto único que es necesario preservar”. Por desgracia, la realidad es bien distinta.
En las salinas de Alcuneza los almacenes se encuentran hundidos en su totalidad y ya no hay presencia de norias. En las de El Atance no hay ni restos. En las salinas de Bujalcayado sólo una noria se encuentra en ruina total. La reforma del almacén en Carabias no ha respetado la estructura antigua. En La Olmeda algunas norias y almacenes han desaparecido. Por su parte, las salinas de la Riba no han sido las peores paradas: sus almacenes están hundidos pero las albercas conservan el empedrado. Las de Rienda y Tordelrábano son una completa ruina y las de Santamera y Valdealmendras quedan restos visibles.
Puesta en valor
La conservación de las salinas de Imón ha sufrido alteraciones a lo largo del paso del tiempo, pero desde hace ocho años, según precisa el alcalde, no registran ningún tipo de actividad. A pesar de su estado lamentable, son las mejores conservadas de la provincia. Los arquitectos Arroyo y Martínez destacan que de sus cinco norias, cuatro de ellas permanecen “en un estado aceptable”. De los tres almacenes, que datan del siglo XVIII, a uno le falta todo el techo y a los otros dos aguantan en pie con más pena que gloria. Casi todas las albercas y los recocederos conservan sus empedrados y maderos.
Las salinas de la comarca de Atienza formaban una ruta salinera que antes tenía un carácter industrial y hoy bien pudiera adquirir un perfil turístico o económico, pero siempre ligado a la puesta en valor del patrimonio histórico y etnográfico. Ninguna de estas salinas son utilizadas como aprovechamiento turístico. Ni siquiera las de Imón, que están catalogadas como Bien de Interés Cultural y llegaron a alcanzar una producción suficiente para dar trabajo a seiscientas personas.
Nadie se ha ocupado de la utilización actual de estas salinas. Ni sus propietarios ni las administraciones públicas. Todos los pueblos donde se ubican son pedanías de Sigüenza, así que los recursos económicos resultan limitados para hacer frente a cualquier plan de restauración. Katia Hueso, presidenta de la Asociación de ‘Amigos de las Salinas de Interior’, subraya algunas causas que han desembocado en esta situación: “la falta de experiencia en la arena política de nuestros representantes, la escasez de tiempo libre para dedicarle a esta lucha, la compleja situación de la propiedad de las salinas, y la desidia, cuando no clara oposición, de los políticos locales y regionales” (Incuna, nº6). Esta asociación propone habilitar un museo en las salinas de Imón. Joaquín Arroyo y Vanesa Martínez sugieren “volver a recuperar el funcionamiento de las salinas tal y como fue en su origen, poder disfrutar del testimonio vivo de unas técnicas, las de obtención de la sal que permanecen inalterable desde la época romana y conseguir una reproducción exacta de los mecanismos y tecnologías que existía hace dos siglos”.
DETALLE
Guadalajara, tierra salada
La sal es un elemento fundamental no sólo para la manutención sino para la conservación de los alimentos por parte del ser humano. A falta de un transporte adecuado desde las salinas marinas, aquellos yacimientos de sal que se encuentran tierra adentro y cercanos a las principales poblaciones de abastecimiento se convierten en puntos estratégicos y de notable importancia, hecho que sucede con las salinas de Atienza. Según explica el profesor César María Batalla, “su importancia en el medievo lo vemos reflejado en el hecho que el rey castellano Alfonso VII, en 1137, las declaró de posesión real, siendo la propia corona quien se encarga de su explotación. Sin deshacerse de ellas los diferentes reyes castellanos, podrán donar parte de su producción, pero nunca dejaran escapar la posesión de sus manos y cuando se vean agobiados económicamente donaran su producción, pero nunca su dominio personal. Su actividad fue constante hasta la evolución del estanco de la sal en 1869, quedando inactivas hasta 1872, bajando mucho su producción y por tanto su importancia hasta hoy día, siguiéndose en la actual explotando, pero no con la fuerza y la importancia de antaño”.