«Viví el alzamiento franquista en la finca de mi abuelo en Yunquera”
¿Cómo vivió el alzamiento del 18 de julio en Yunquera de Henares?
Efectivamente, estaba en una finca de mi abuelo paterno, que estaba a tres kilómetros del término de Yunquera de Henares, separada del pueblo. Era uno de los primeros veranos que iba a allí. Mi abuelo era de Santander, se fue a Cuba, hizo mucho dinero y luego compró una finca en Yunquera porque alguien le habló muy bien. La finca se llamaba el “Sotoblanco” y mi abuelo fue el primero en sembrar patatas en la vega de Yunquera, porque entonces sólo había maíz. El ambiente en 1936, aunque era tenso en las ciudades, en el campo era tenso en el fondo pero alegre y vistoso de colorido, porque había banderolas de cada partido político y de cada sindicato rodeadas de mulas y caballos. El espectáculo era bonito realmente.
¿A qué partidos pertenecían estas banderas?
Estaban todas las banderas, de la FAI, de la federación anarquista ibérica, de la UGT, de la CNT, de la UHP, que era el Partido Comunista. La sublevación pilló en plena recolección y los obreros con sus banderolas estaban con las yuntas en plena faena. La luz de julio era clarísima y los colores destacaban muchísimo. La imagen es fácil de recordar.
¿Qué recuerdos tiene de la época?
Tenía yo entonces seis años, pero me acuerdo como si fuera ayer. Los rifles de mi abuelo se los requisaron para protección. A mí me encantaba lo que contaba. Me acuerdo que una mañana, era costumbre a los segadores después de la recolección, se les daba una comida muy buena. Ellos dijeron que también querían desayunar con los señores. Entonces Flora, una señora encantadora de Yunquera, les dio café con leche y pan, pero ellos querían también huevos fritos con patatas fritas y pan tostado con nata y azúcar. Yo hablaba mucho con los obreros. También me acuerdo de uno al que llamaban “el gasolina” porque había incendiado la ermita de la Granja, que está a cierta distancia de Yunquera. Y su madre, que era la guardesa de la ermita, estaba durmiendo dentro pero afortunadamente pudo salvarse. También estaba “El Rata”, muy simpático, que era novio de la hija del encargado, y éste estaba furibundo porque era de derechas. A “El Rata” lo fusilaron en Guadalajara y cuando se enteró a los tres años, la hija del encargado estuvo llorando a grito limpio dos días y dos noches seguidas. ¡Le debía querer, sí!
¿Dónde estaba el caserón de la finca?
Yendo desde Torija hasta Tórtola, aunque es un terreno montañoso, hay unas terreras que bajan a la vega del Henares, pues esta casa estaba ahí. Es La Alcarria pero tiene mucho de La Mancha. El caserón tiene separadas por dos patios las cuadras de los caballos, las mulas y los bueyes. También había graneros. La finca estaba bien proporcionada y tenía 150 hectáreas, cuatrocientas y pico fanegas.
¿Qué le contaban los segadores?
La verdad es que hablaba mucho con ellos. Los obreros, después del trabajo, se iban a dar la murga a algún cura o alguna cosa de esas. Hicieron un simulacro de fusilamiento al encargado de la finca.
¿En Guadalajara capital el ambiente era tranquilo?
Pues no me acuerdo porque se oían desde la finca de Yunquera unos cañonazos, y luego yo he preguntado muchas veces de qué cañonazos se trataban porque allí no había habido ninguna confrontación ni civil ni militar. Debía ser que estaban disparando en la Academia Militar de Guadalajara. Y al oír esos cañonazos, mi abuela se preocupó y fue entonces cuando mi abuelo me dijo una frase que me liberó del franquismo para toda la vida: “Esto lo arregla el cursi de Franco en quince días”. Mi abuelo se equivocó, porque no fueron quince días, sino tres años.
¿Por qué le llamaba cursi?
Pues porque le conocían mis dos abuelos, Federico Abascal y Rafael Gasset, que había sido dueño y director de “El Imparcial” y nueve meses ministro de Fomento, con el Partido Liberal, entonces las crisis de gobierno eran frecuentes. A Franco le conocían de las tertulias en Madrid, probablemente de la de Natalio Rivas. Era un cursi porque era un hombre con voz aflautada, bajito, miraba mucho, no hablaba nada, y entonces en una ciudad locuaz como Madrid, un hombre callado y con los ojos despiertos, queriéndose enterar de todo, llamaba la atención. No respondía a la imagen de los militares, era un ‘cursilito’.
¿Por qué dice que le liberó del franquismo que su abuelo calificara de curso al dictador?
Cuando te hablan de un cursi, ahí se cae el mito. Por mucho que lo mitifiquen y por mucho que el régimen lo glorificase, para mí sería un cursi para toda la vida. Hombre, luego le dedicaron otros muchos adjetivos le adornaron, mucho peores. En realidad Franco, aunque tenía apariencia de cursi, no lo fue. Hay adjetivos que aplastan a éste, como salvador de la patria o como le aplicaban otros de represor, genocida. Le han aplicado adjetivos feroces. Sin embargo, cuando yo tenía seis años, haber escuchado de mi abuelo que era un cursi, hizo que yo nunca fuera un franquista.
En un artículo que publicó el pasado 19 de julio en los periódicos asociados a la agencia Colpisa, escribe que “Franco fue una personalidad de una pieza”. ¿Por qué?
Si hubiera sido de varias piezas, no hubiera durado tanto tiempo en el poder. Él quería mandar y conservar el mando y para ello hizo una serie de maniobras constantemente jugando con todos los residuos de las fuerzas monárquicas, conservadores, falangistas, católicos… Luego sin hacerles caso nunca, y aunque tampoco los traicionaba, sí que los utilizaba mucho. Su única obsesión era esa. No era un hombre simpático, ni adusto, ni especialmente brillante, no es un hombre apocado tampoco. Es Franco, un espécimen particular.
¿Y un personaje así cómo pudo conservar el poder durante cuarenta años?
Es por lo que resistió. Hombre, Manuel Azaña no hubiera podido. Los personajes que empezaron a gobernar la República tenían una altura intelectual acorde con el nivel cultural alto de España en las élites. Eran personas de primera categoría, tanto de derechas como de izquierdas. Pero les duró muy poco el invento porque no eran de una pieza y jugaban muchas cartas, ideológicas. La ideología no es rentable para el que quiera imponerla. Franco carecía de principios y de valores y hubiera resistido eternamente si no se hubiera muerto.
¿Vale la pena recordar el régimen?
Una cosa es que las nuevas generaciones no hayan conocido la dictadura y otra cosa es recordarlo. Hay todavía una generación de abuelitos que se nos ven en los parques con nuestros nietos, que no es que lo recordemos, es que lo hemos vivido. Ha pasado poco tiempo para que haya que forzar el recuerdo, pero lo que no conviene en absoluto es taparlo para no curarlo. Es absurdo. Hay que contar cómo fue. Hay gente en el Partido Popular que ha dicho que Franco fue una persona muy positiva para España. A mí me parece que fue una maldición bíblica de cuarenta años que dejó esquilmada España intelectual y sobre todo moralmente. Las clases políticas que han hecho la Transición proceden de aquel régimen, aunque no fueran adictos. Conservan el nulo nivel moral que tuvo aquel régimen. Esperemos que la próxima generación de políticos sea mejor.
Da la sensación de que ahora se tratan de hacer cosas que a lo mejor se pudieron haber hecho durante la Transición.
Sí, pero en la Transición había mucho trabajo, estaba muy complicada la cosa. Fue un equilibrio de debilidades, entre el régimen que había dejado de existir y la oposición. Los franquistas evolucionados, como los Martín Villa y Rosón, o los Fernández Ordóñez, se preocuparon en improvisar una democracia y una Constitución. No era el momento para juicios históricos.
¿Cree que hay algunos dirigentes de la derecha actual que tienen miedo a hurgar en el pasado por temor a que los nombres de sus abuelos aparezcan en los expedientes?
Sí, pero los nombres no van a salir en la nueva ley. Zapatero ha rebajado mucho la ambición en la llamada Ley de Memoria Histórica, que en realidad no tiene ese nombre. No se trata de abrir viejas heridas, se trata de cerrar viejas heridas que están abiertas. En el recuerdo de mucha gente el tema está vivo. Yo tengo una asistenta que sabe perfectamente que vive en el pueblo el guardia civil que asesinó a su abuelo. En los pueblos hay lápidas en las iglesias con los caídos por Dios y por España. Todo eso son heridas abiertas quitando las lápidas y si realmente el PP se atreviera a condenar el franquismo seriamente.
¿La Ley de Memoria Histórica se ha quedado corta?
Yo creo que sí. Bueno, para la derecha no, para la derecha abre heridas, pero tampoco están de acuerdo. En eso ha conseguido pleno Zapatero: desacuerdo de todos. De todas formas, creo que la ley basta porque tampoco es definitiva, no es una ley de punto final. Sobre todo porque resuelve que los muertos deben ocupar su espacio, que son los cementerios. Eso de exhumar las fosas de jubilados para que los cadáveres vayan a los cementerios, me parece que va a cerrar muchas heridas.
¿Después de estallar la guerra, siguió yendo a la finca de su abuelo en Yunquera?
Durante los tres años de la guerra, no. Se incautaron de la finca y nos instalamos en Madrid. Estábamos en zona republicana al principio pero luego nos cambiamos y casi toda la guerra la pasé en San Sebastián, en Galicia y en Santander. A los nueve años volví a Yunquera, en primavera, nada más terminar la guerra. Y lo primero que vi fue en Ciruelas, un pueblo cercano a Torija, a un maestro que me dio clases para ingresar en el bachillerato, pero no funcionó aquello y tuve que ir al colegio de estudios. También aprovechaba aquellos viajes para trillar, me encantaba mucho. Luego a los 12 o 13 años, mi padre me encargaba que fuera a Guadalajara a hacer gestiones, al servicio nacional del trigo. Recuerdo aquella Guadalajara perfectamente, yo iba en caballo, me acuerdo que en la calle Mayor estaba el hotel Palace, que en seguida le obligaron a llamarse hotel España. Era el centro de reunión porque el servicio nacional del trigo estaba enfrente. Entonces iba mucho a Guadalajara. Hoy día la finca está vendida y hace diez años que no voy.