El arte de sentir la danza
Poca gente, muy poca gente deambula por las calles de Valverde un día de diario. Apenas 48 o 50 personas resisten en invierno en este enclave al pie del pico Ocejón, en la sierra del mismo nombre y que se ha hecho famosa por sus construcciones de pizarra. En la enciclopedia libre Wikipedia, publicada en internet, se dice que Valverde cuenta con 45,2 kilómetros cuadrados de extensión y 105 habitantes, según el Instituto Nacional de Estadística (datos de 2005). La densidad de población, por tanto, alcanza un raquítico 2,32 habitantes por kilómetro cuadrado. Pero el censo engaña. Valverde es un pueblo que mantiene sus constantes vitales. Sobre todo en primavera. Sobre todo en estos tiempos en que llega el buen tiempo, las casas empiezan a abrirse y aparecen por la era los danzantes y la botarga.
El periodista Pedro Aguilar definió a este pueblo como “el escaparate turístico de Guadalajara”. Son multitud de visitantes, principalmente madrileños, los que cada fin de semana abarrotan sus calles y plazas. Valverde, a pesar de toda esta parafernalia, sigue conservando la esencia de las tradiciones rurales. Y quizá sus danzas son el mejor ejemplo de ello.
Legado enorme
Valverde de los Arroyos conserva uno de los conjuntos de manifestaciones folclóricas más completos y mejor conservados de Guadalajara. Entre todas las fiestas destacan los autos que se representan para la Octava del Corpus, el próximo domingo 25 de junio. Junto a estas escenas dramáticas, que tienen como epicentros al bien y al mal, aparecen los danzantes y la botarga. Las danzas valverdanas se han convertido en santo y seña del folklore de Guadalajara por la fidelidad con que han llegado hasta nuestros días, por la constancia en su representación por parte de decenas de generaciones en Valverde y por el marco geográfico en el que se bailan, en las eras del pueblo, al pie del pico Ocejón y en medio de una de las serranías más hermosas de la provincia.
José María Alonso Gordo tiene 56 años. Nació en Valverde y ha estudiado a fondo las tradiciones locales. Fue fundador y el primer director del grupo de teatro “El Portalejo”, que escenifica los autos sacramentales y navideños en Valverde. A su juicio, “no es extraño que este pueblo haya conservado tantas tradiciones, teniendo en cuenta donde estamos, tan lejos de todo, hay que buscarse mecanismos de asueto, se junta un lugar apartado, gente que tiene que divertirse, que se monta sus propios espectáculos, que es muy religioso, y alrededor de todo ello monta los autos y las danzas”.
Autos y loas
En 1979, junto a Emilio Robledo Monasterio y Moisés García de la Torre, Alonso Gordo comenzó una investigación que duró entre dos o tres años. El resultado: la recuperación del legado tradicional de Valverde en toda su extensión, incluyendo la totalidad de las representaciones dramáticas que dejaron de ejecutarse en los años 50. “Hubo que recuperar –explica- todos los manuscritos que había sueltos, muchas veces con caligrafía ilegible, y luego en 1984 se presentó al premio de Investigación de Diputación”. Lo más sorprendente de aquel trabajo, según cuenta José María, “es que existieran tantas obras originales de Valverde”.
En aquellas fechas ya se conocía una de las obras, “El Papel del Género Humano”, publicado en 1967. En su introducción, Silvia Cañas da a entender que los autos de Valverde se remontan a épocas medievales, antes incluso del siglo XVI. José María Alonso Gordo y sus compañeros de estudio descubrieron casi una docena más de manuscritos: “El Auto de San Miguel” (no antes de 1836); “Sainete de Cucharón” (1850); “Loa de las tres virtudes y Sainete de Riñón y Susana” (1848); “Loa del pastor y el galán” (1849); “El papel del Divertimento” (copiado en 1895); “El pleito del pastor” (editado en Madrid en 1791); “El Papel de Marcos” (editado en Valencia en 1819); “El payo de centinela” (1859); “Los dos hermanos, el uno glotón y el otro desmemoriado” (editado en Valencia en 1816); “Entremés nuevo del cebadal”; “La Infancia de Jesús” (1784).
Símbolo de la sierra
Este año, el Corpus en Valverde se presenta especial. Se cumplen 400 años de la concesión de la bula del Papa Paulo V en 1606 que autorizaba la celebración de esta festividad. “El documento original no lo tenemos, existen unos estatutos de la cofradía hacia 1780 que hace referencia a esa autorización papal a la cofradía del Santísimo”. Parece que el original se quemó en un incendio. Es probable que ninguno de los valverdanos que viven ahora haya llegado a conocer ese documento. En todo caso, celebrarán la efeméride por todo lo alto porque el Ayuntamiento de Valverde, en colaboración con otras instituciones y con varias personas del pueblo, prepara diversos actos. Se va a descubrir un monolito en homenaje a los danzantes, se han recopilado 400 fotografías de los últimos 100 años y se van a reeditar dos libros imprescindibles para conocer de cerca esta tradición: “Autos, loas y sainetes de Valverde de los Arroyos”, editado por Diputación en 1984; y “Cancionero popular serrano”, de José Fernando Benito y Emilio Robledo, de cuya reedición se encarga la Junta.
El alcalde de Valverde, José Ramón Fernández Gordo, subraya que los danzantes “son el símbolo del pueblo, afortunadamente la tradición ha podido conservarse y se ha traspasado de padres a hijos con total fidelidad y ahora viene muchísima gente a ver la fiesta”. Entre ellos, para el próximo domingo ha confirmado su presencia el presidente del Gobierno regional, José María Barreda.
Sentir las raíces
El origen de la danza es indescifrable y tampoco se conoce cómo ha podido evolucionar. No se sabe si existían en 1606, aunque parece lógico pensar en la existencia anterior de los danzantes si la concesión de la bula papal se produce aquel año. La danza adolece de un estudio en profundidad en bibliotecas y archivos para intentar descifrar su génesis que, por el momento, permanece desconocida. Ramón Mata tiene 40 años y participa en la fiesta desde hace doce años. Según explica, “la actual generación sabemos que ha habido antes otras cinco o seis así que la fiesta seguro que se remonta a varios siglos”. Ramón, que es el gaitero, cuenta que “antes venían a tocar de un pueblo de Soria que se llama Noviales, como en Galve, pero cuentan que le birlaron una gaita y aprendió uno del pueblo y desde entonces se traspasa de padres a hijos”. La gaita valverdana es insólita. Es un tubo de hierro con tres agujeros, un instrumento artesanal que no todos aprenden a tocar. “Vino un día Mayalde, que son especialistas en música tradicional y no dieron con ello, hay que saber tocarla, es algo muy especial, no obedece a solfeo, está fuera de serie”.
El actual grupo de danzantes está compuesto por jóvenes que rondan los 30 años. El más veterano es Ángel Chicharro, natural de Valverde, que alcanza los 62 años. Este domingo cumplirá 40 bailando, 39 de forma ininterrumpida. Todo un récord en la provincia. “Empecé porque mi padre se puso malo y tuve que aprender las danzas en apenas quince días, ahora sin embargo la verdad es que la continuidad de la danza está asegurada porque por ejemplo mi hijo ya sabe bailar y está preparado para el relevo en cualquier momento”. Cada danzante traspasa su puesto a su hijo o al descendiente directo más interesado en ocuparlo. Si no tiene familiar, se encarga de buscar a alguien. De esta forma, tal como afirma Ángel, “la danza tiene futuro”. Ramón recalca que para danzar no vale cualquiera: “hay que sentirlo, hay que vivirlo, hay que escuchar la gaita desde pequeño y no se puede poner cualquiera el traje a las primeras de cambio”.
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DETALLE
“El Portalejo”, escuela de representación
Los autos sacramentales en Valverde se representan una vez al año, siempre para el día de la Octava del Corpus. “Nos sorprendió que hubiera manuscritos de hace doscientos años, en papel pergamino, y todas de Valverde”. Este material lo tenían custodiados los propios danzantes. “Sabían que estaba allí pero nadie antes se entretuvo en indagar en ellos”, dice el estudioso José María Alonso Gordo. El depositario de estas obras en aquel momento era Isidoro Mata.
De la transmisión de estas obras poco se sabe. En todo caso, en el grupo de danzantes había un encargado de poner orden y dirigir la danza. Los papeles están escritos en cuadernillos de colegios. Puede que incluso se los aprendieran de viva voz pero en todo caso, al menos esta es la conclusión de los investigadores, “no había tradición oral, sino que se aprendía a través de los manuscritos”. En 1954 o 1955 se produjo la última representación. A finales de los años sesenta, el grupo de teatro Mojiganga prendió la llama de los autos y las loas hasta que un grupo de personas del pueblo formó el grupo “El Portalejo”, formado por siete personas de en torno a los 20 años, que es el que actualmente escenifica estas piezas. Desde su fundación, han pasado por sus filas más de 50 personas.