«América me ha enseñado a entender la dimensión de lo español”
Cinco y media de la tarde. Un calor asfixiante en Madrid. Más de treinta grados sofocados en parte por el ventilador que cuelga del despacho de Antonio Pérez Henares (Bujalaro, 1953). “Chani”, como así se le conoce entre la profesión y amigos, presenta hoy en Guadalajara su nuevo libro: “El pájaro de la aventura” (Martínez Roca, 478 págs.). La cita es a la ocho de la tarde, con entrada libre, en el restaurante Miguel Ángel, “que para eso es de un amigo mío”, dice.
El libro es un relato extenso de los siete viajes que el periodista alcarreño realizó con la Ruta Quetzal, dirigida por su amigo Miguel de la Cuadra Salcedo. La edición es excelente y la división por capítulos, correspondientes a cada expedición, hace la lectura mucho más fácil y manejable. Chani cuenta sus experiencias en el Amazonas, en las tumbas de Sipán, en los cerros como el Popocatepeti o el Mulhacén y saborea unos vasos de ron en las playas del Caribe. Una aventura intercultural. Una delicia no sólo para leer. También para caminar.
¿De qué escribe en “El pájaro de la aventura?
Es un libro de viajes en el que relato las siete expediciones que realicé con la Ruta Quetzal, desde el 98 hasta 2004, en que la dejé diez kilómetros antes de llegar a Santiago de Compostela. Pero es más cosas que un libro de viajes. Ahí está por ejemplo la parte que tiene de libro de autor pero luego hay otra parte que me ha servido, digamos, descubrir o intentar que se descubra la ignorada, despreciada y vilipendiada historia de España en América. A mí me parece que la única vergüenza que debería tener la sociedad española, sobre todo los progres, es la ignorancia brutal y estúpida sobre la historia de España en América. Está cargada de tópicos, de leyendas que sólo se creen los que ignoran cualquier cosa y sobre todo que es una estulticia de creer que desconocer la historia de este país puede llevarnos a cualquier sitio bueno. Eso es lo que se está haciendo por desdicha en toda la Educación en España y me preocupa de cara al futuro. Y por último el libro tiene una parte, que es la peripecia vital de todos los chavales que participan en la Ruta, que conviven y aprenden los grandes valores de la solidaridad y la justicia y también la injusticia y el hambre que se ve en algunos pueblos.
¿Cuál es el suceso que recuerda con especial interés?
Hay un montón de cosas que recuerdas con un enorme afecto pero lo esencial de todo, lo que a mí me marcó, es esa última parte, la convivencia que se hace en la expedición y que te suponía ese contacto tanto con la gente como con los de fuera. Yo lo que decidí prácticamente era que no iba a formar parte del grupo de los adultos, sino que me incliné por la vida en campamento, con los monitores y con la gente de la expedición. Decidí que era la manera de vivir más intensamente la Ruta.
¿Qué diferencias hay entre el grupo de adultos que hace la Ruta y el resto de la expedición?
El problema es que la cúpula directiva de la Ruta Quetzal padece una endogamia perversa. Digamos que lo que es un entorno familia ligado a Miguel de la Cuadra y a su hijo menor, Iñigo de la Cuadra, se ha creado una endogamia que considera que la Ruta es su patrimonio personal y vive nada más que de eso. Aparte, el problema es que no se puede creer que por ser hijo de, se puede estar constantemente interfiriendo en cosas y creando situaciones de desfase y disfunciones, incordiando a los jefes de expedición e incluso llegando a poner en peligro a la expedición en sí mismo. Es un auténtico cáncer el que la Ruta Quetzal tiene en ese sentido y es lo que ha hecho que hayamos ido abandonando la Ruta. Ahí queda Jesús Luna, jefe de expedición. Aparecen demasiados hijos de, sobrinos de. Ahora bien, esas son críticas absolutamente puntuales desde el punto de vista organizativo que en nada desmerecen la que a mi juicio es la mejor idea que se ha tenido sobre la juventud española e iberoamericana. Pero la Ruta necesita una regeneración y una profesionalización. Miguel de la Cuadra es puro primigenio pero tiene 75 años, ya no es un chaval.
Al margen de estos problemas, ¿por qué sigue siendo necesaria la Ruta Quetzal?
Bueno, más que necesaria, yo lo que creo es que es verdaderamente hermosa, positiva, el mejor puente que hay entre lo español y lo hispano. No se es español del todo si no se conoce Iberoamérica, no acaba de entenderse la dimensión de lo español. Y el impacto es igual de los europeos que van allí como de los americanos que vienen aquí. Si la Ruta Quetzal estuviera en un país como Inglaterra, en estos momentos sería monumento nacional, Miguel sería “sir”… Bueno, pues aquí no le han dado ni el premio Príncipe de Asturias, que no me canso de reclamar. La Ruta Quetzal es una obra magnífica y preservarla debería ser cuestión de Estado. Sin embargo se le ayuda muy poco.
Acabas de hablar de Jesús Luna [jefe de expedición de la Ruta Quetzal]. ¿Le ha devuelto el sombrero?
El sombrero lo tengo yo, está aquí en mi casa. Cuando ha salido el libro, Miguel de la Cuadra me felicitó; Antonio Franco, el jefe médico de la expedición, me felicitó. Ellos leyeron las críticas pero se dieron cuenta de la valoración. Mi admiración por Miguel de la Cuadra es mucha, eso es indudable. Algunos monitores y expedicionarios colgaron en el foro de la web de la Ruta como que había salido mi libro. Estas entradas fueron censuradas por este personaje, Iñigo de la Cuadra, que es el que controla. Pero censura absoluta, quitarlas. Luego me insultaron y me calumniaron. Luna escribió un blog felicitándome y que no había que entrar en esos juegos sucios. Creo que de alguna forma, Jesús Luna sabe por qué el sombrero está en mi casa y no en la suya, creo que lo sabe y lo lamenta y es consciente de que yo sin decirle nada le he dicho, que es que habría esperado algo más de él, más apoyo. Pues bien, ahora lo ha hecho con esa nota y sacando la cara.
¿Cuántas personas conforman la dirección de la Ruta?
En realidad, uno: Miguel de la Cuadra. Pero las claves serían, y ese es el problema, que hay una especie de magma familiar inconexo sin unas funciones. La expedición tiene la cúpula, que va a los hoteles, y luego está la expedición en sí mismo, donde está el jefe de expedición, los subjefes y los monitores, que son los auténticos sacrificados de la Ruta. Los que duermen y viven en campamento. Los otros duermen en hotel, es un elemento esencial. Y en ese otro, en que los expedicionarios le llaman el geriátrico, hay una cúpula de dirección, Miguel, un arqueólogo, médicos, titiriteros… Esta parte, más que a algo organizado, se parece a una “trouppe”. Y la mujer de Miguel, y luego resulta que la jefe de prensa es la sobrina de Miguel, y el cámara, y luego resulta que otra que viene es la prima de Iñigo… En fin, es un cierto revoltijo más que una cúpula de dirección estructurada y seria. Luego la Ruta no entiende que los periodistas hagan su trabajo, sino que lo entienden como agitación prensa y propaganda. Yo he escrito centenares de artículos e intervenciones, pero yo soy ante todo un periodista y un escritor y ese dato crítico no podía ocultarlo.
¿Qué es la canción de la arepa?
Pues una canción que los chicos cantaban en Venezuela. La arepa es una comida que se come a todas horas en Venezuela. Son como unas tortas. Al final le hicieron una canción que cantaban con cierta sorna. Los chicos son especialmente creativos.
Supongo que el lugar acompaña a la inspiración.
Sí, son mucho más creativos que en el autobús de los adultos, que una de las cosas terribles. Sufren un proceso de infantilización acelerado y rapidísimo, para acabar jugando a las películas, a las imitaciones y cantando todo lo que es la ristra de canciones de la pobre Rocío Jurado. Es para acaba desquiciado.
En el capítulo de Venezuela hablas de varios paraísos. ¿Cuáles son?
Yo he conocido Venezuela tanto entonces como posteriormente, es un país verdaderamente increíble y diverso. Una parte espectacular son los Roques, que es el último paraíso de coral virgen. Pero luego los afluentes del Orinoco, Canaima, con rocas en vertical, y efectivamente si alguna vez hubo dioses primigenios, debieron sentarse a descansar allí. Es lo que queda del viejo continente de Pangea.
¿Cómo es la tumba de Drake?
La tumba es el mar. Me ha servido para recrear las correrías de este auténtico satanás, hay quien ha dicho que es el primer terrorista de la historia. Atacaba poblaciones indefensas y las hacía sangre y fuego para saquear. Lo que los españoles no saben es que Drake fue derrotado continuamente. Sólo logró tomar el puerto de Cádiz. Fracasó en La Coruña estrepitosamente y en otras singladuras fue derrotado. Y en la última acabó muerto en San Juan de Puerto Rico, aunque parece que la muerte de Drake se debe al escorbuto. Eso no obsta para que fuera perdiendo hombres y barcos desde Canarias.
O sea, que mucho nombre pero pocas nueces.
Hombre, fue un gran marino. No olvidemos que Drake fue el segundo marino, después de Magallanes, que da la vuelta al mundo. Y eso le permitió atacar las colonias indefensas del Pacífico. No pensaba que pudiera llegar por ahí, y lo hizo. Vino con un gran cargamento robado, del que por cierto se aprovecharon la Reina y todos los lores del almirantazgo.
¿Cómo es el paisaje de Panamá después de un huracán?
Hay una anécdota muy divertida. Hay una foto en que estamos Miguel de la Cuadra y yo en Isla Colón, está en el libro. Habíamos pasado dos días absolutamente atroces, y eso que sólo era una cola de huracán, lo peor ya había pasado. Fue terrorífico porque eres impotente delante de todo. Fue Miguel el que ordenó -¡cuánto sabe!- acampar en la playa porque drena la arena. Y luego el miedo fue terrible porque el crujido del mar, pensábamos que se había llevado las tiendas, los niños… El impacto de los relámpagos, los truenos. Yo después de eso la peor tormenta de aquí me parecen cuatro gotas, se tiene esa sensación. Estábamos mojados, hechos polvos, entonces nos fuimos a matar una vaca y la gente con la carne se vino arriba. Esas cosas son muy de Miguel, sabe captar eso. Y enfrente de esa playa, estos capullos de supervivientes [los de la tele] fueron diciendo que está desierta. Pues yo pasaba allí alguna noche con amigos míos tomándonos unos vasos de ron en esa isla supuestamente desiertas. ¿Qué les pasó a estos memos? Que les dejaron en un manglar, y no saben estar allí ni saben comer.
¿En Estados Unidos qué le pasó con el pasaporte hecho en Guadalajara?
Yo venía de Nueva Zelanda pero fui detenido por una china en la frontera de Los Ángeles porque en mi pasaporte pone Guadalajara. Acojonado estoy porque esta semana vuelvo a Washington y como me vuelva a pillar esa china me va a tener cuatro horas detenido hasta que se aclare que España no está al sur de México, que es de la Unión Europea, y que Guadalajara también existe, aunque tenga cien mil habitantes y la mexicana siete millones. Pero bueno, fue una cosa terrible. Tengo que agradecerle a los gringos que me dio una tromboflebitis. Así que cuando acabé aquello, y después de muchas vicisitudes, y logré enlazar con la Ruta Quetzal que estaba en Alburquerque, cogí a los mariachis y nos tomamos unas Coronitas, y cuando acabó la canción canté aquello de ¡Viva México, gringos cabrones!
¿Qué recuerdos tiene de las ascensiones al Duarte y al Mulhacén?
Este año que vuelvo a Santo Domingo espero que no tenga que subir el Duarte. Por cierto que entonces hubo incidente porque mientras subíamos, con el clima que hacía, algunos, entre ellos el simpar Íñigo de la Cuadra, subían en mula. Pero luego este insensato cortó el camino y pudo acabar peor de lo que acabó. Y luego fuimos al Mulhacén. Fue un año de cerros pero yo ya no estoy para subir cerros.
De los siete viajes que describe, ¿siente predilección por alguno?
Bueno, quizá el que tengo más reciente es el de Ecuador. Es un país al que quiero mucho, entre otras razones, que también hay muchos ecuatorianos aquí. Cuando estuve allí, me habían dejado un caballo que se llama “chavalito”, y luego me enteré que era pajarero, o sea, alocado. Pero hicimos muy buenas migas y el caballo me lleva por los andurriales más increíbles sin perder el paso. Y cuando por la noche lo dejé para que se fuera a la cuadra, le escribí un poema, que está escrito en el libro: “Caballito blanco, que estás aquí, cuando yo vuelva te habrás muerto. Si no vuelvo, el muerto habré sido yo”. Y volví el año pasado, y dos meses antes se había muerto el caballo. Me dio mucha pena.
¿Qué ha aprendido en América que no conociera aquí?
Muchas cosas. Una de las cosas: qué bien hablan. Y he aprendido muchas cosas de España allí, o sea, yo he descubierto muchas cosas de España allí.
¿La mayor aportación de la Ruta es cultural o la formación personal?
De formación personal, sin duda. Ellos lo dicen muchas veces. Suelen decir que les cambian la vida. Hay una generación de que todo lo han tenido muy fácil. Cuando aparecen los deberes, con compensación, saben reaccionar de puta madre delante de esto. Quizá hay conceptos que se confunden en muchos territorios de España el culo con las témporas. Estoy aterrado con lo que está pasando con la Educación, cada gobierno lo hace peor que el anterior. No sé cómo le lucirá al pelo a las generaciones futuras. La clase política española es manifiestamente mejorable. Me da igual de qué partido sea. He perdido toda confianza en estos profesionales no de la política, sino del poder.
¿Es más difícil describir paisajes y personas o hacer información política?
Uy, puede ser más o menos difícil, pero es mucho más gratificante describir paisajes. Hacer información política es cansino. A mí me aburre cada vez más, y me asquean. Ahora por ejemplo lo que están haciendo con el tema vasco es asqueroso, pero por parte de todos. Me da igual Zapatero que Acebes. Me resulta profundamente repugnante. Y luego cuando empiezan los de las “rosas blancas”, es que se me pone… Se está perdiendo el norte de una manera tremenda. Y luego claro, se dicen unas barbaridades como dice Acebes que claro, ese es el terror. Te encuentras delante de una clase político que empieza a resultarme repulsiva. No están poniendo delante los intereses del Estado. Son miserables en todo. Les da exactamente igual lo que suceda.