Ahorro de esfuerzo y de dinero
David Trueba trata en su columna de esta mañana el estreno del debate que la Sexta ha encargado a Mamen Mendizábal. Un formato poco novedoso que exprime al máximo el tiempo de intervención de cada contertulio para forzar el debate y no cansar con argumentos que, oh cielos, pueden hacernos perder audiencia. El invento es viejo. Ya dijo Javier Pradera, cuando el debate 59 Segundos se instaló en el éxito, que aquello era el Salsa Rosa de la política: mucho griterío, mucha rapidez en las intervenciones, poco fondo y menos chicha. Pero la cosa caló tanto que el formato se ha repetido hasta la saciedad: la televisión, especialmente con la llegada de la TDT, está plagada de tertulias y debates que, en lugar de arrojar luz, añaden confusión y alboroto. Y encima les salen baratos a las cadenas. Las palabras de Trueba hoy me parecen extrapolables a casi todas las tertulias que anidan en las parrillas nuestras de cada día:
«Lo que parece, dado que la cadena triunfa con la fórmula 1 y su rosario de apasionantes averías, es un debate político comprimido en la cuenta atrás del cambio de neumáticos en boxes. El cronómetro es más importante que el discurso, y aunque se trataron dos o tres temas de actualidad, se afrontaron desde posiciones tan previsibles que realmente le sobraron cuatro minutos a cada invitado. Para informar de verdad se precisa búsqueda, medios y levantar el culo del plató. Los debates son ahorro de esfuerzo y de dinero. Si el invento es someter al opinador al cronómetro para fingir espectáculo, sólo alcanzamos angustia expresiva, no más profundidad.
Y luego el reloj delata: 20 minutos para repasar la actualidad informativa mundial y dos horas para desentrañar los programas de cotilleo. Convertir el periodismo de talento en cronometraje es como usar a Messi de juez de línea».