La energía nuclear, incombustible

La crisis del petróleo y el 20 aniversario del accidente de Chernóbil reabren del debate energético sobre las centrales nucleares en el mundo, que en España coincide con el cierre de Zorita, el reactor más antiguo.
La energía nuclear tiene mala imagen. Se trata de un concepto asociado a catástrofes, a guerras o a conflictos diplomáticos. Es lo que ayer Antonio Gala calificaba como “radiofobia”. Sin embargo, ningún país de los que pertenecen al grupo de los más desarrollados ni tampoco de las potencias emergentes han renunciado a satisfacer la demanda de electricidad a través de esta fuente. La pregunta ahora, recién cruzado el umbral del siglo XXI, consiste en averiguar cuál va a ser su futuro. Si a los países les interesa seguir apostando por el mismo modelo o si, por el contrario, optarán de forma exclusiva por las energías renovables. El aumento del precio del petróleo, la crisis de Irán, el veinte aniversario del cruel accidente de Chernóbil y, aquí en España, el cierre de la central de Zorita, han provocado aquello que algunos expertos llaman “la vuelta a las nucleares”. O lo que es lo mismo, la constatación del peso que todavía hoy ostenta este tipo de energía. España dispone de 9 reactores que generan el 19,6% de la electricidad. Los ecologistas y grupos de izquierda prefieren matizar que el futuro no está en la producción atómica.
Nueva Alcarria, 27.04.06
Raúl Conde

Resurgimiento atómico

Lo cierto es que la energía nuclear es costosa, peligrosa y sus residuos contaminan a largo plazo. Pero no produce emisiones de gases de efecto invernadero. El debate sobre su conveniencia se ha instalado con fuerza en los medios de comunicación, quizá más que en la propia sociedad. “La energía es la gran preocupación de los diarios del mundo”, dijo ayer Carlos Elordi, responsable del resumen de prensa internacional, en la cadena SER. La economía se mueve en un contexto globalizado y el tema hace correr ríos de tinta. En un editorial reciente, Le Monde apostaba por rebajar la dependencia energética de Francia con las centrales nucleares. El diario El País pasaba de puntillas en su editorial de ayer sobre el tema y ABC, en su edición del domingo, apostaba por mantener e incluso incrementar la actual producción: “la tecnología de las nuevas centrales ha avanzado hasta niveles que garantizan su seguridad”. El Periódico, ayer, editorializaba en diferente sentido: “el precedente de Chernobil y sus lecciones nos invitan más bien a estimular las energías alternativas”.

El periodista especializado Gustavo Catalán Deus, que es una voz autorizada, habla de resurgimiento: “desde hace meses, cada vez más voces se alzan a favor de esta polémica tecnología que nació a mitad del siglo pasado, inicialmente para fabricar el arma bélica más terrorífica de la Historia en la Segunda Guerra Mundial” (El Mundo, 27.02.06). Para Eduardo González, presidente del Foro Nuclear, “es la única fuente capaz de suministrar energía en cantidades importantes”. El director de Greenpeace España, Juan López Uralde, considera que “en el debate sobre qué sociedad queremos en el futuro, pensamos que la energía nuclear responde a un modelo militarista”. Y recuerda que su nombre va unido a inseguridad, residuos radiactivos y riesgo de accidente.

Debate político

Los amantes de la fisión del átomo han proliferado. Pero más entre las élites política y económica que en el seno de la propia población. El último barómetro europeo arroja un dato contundente: sólo el 4% de los ciudadanos españoles se declaran partidarios de la energía nuclear. La industria nuclear maneja datos distintos: un tercio estaría a favor, un tercio en contra y en el centro habría mucha gente de opinión cambiante. Según Santiago San Antonio, director del Foro Nuclear, “hay un debate energético a nivel político y mediático, lo que pasa que no ha llegado al público. Espero que llegue para que todo el mundo sepa las necesidades energéticas que tenemos”.

El responsable de Energía de Greenpeace España, Carlos Bravo, que conoce a fondo las nucleares de Guadalajara, hace un análisis global: “el lobby nuclear siempre infla las cifras. Alguna central se va a construir en el mundo pero muchas otras se van a cerrar porque están como Zorita al final de su vida útil. Ya veremos si China o Ucrania construyen las 20 centrales que se han anunciado, no creo que puedan”, advierte.
En 2005 había 442 centrales nucleares en el mundo repartidas por 31 países. En total producen el 17% de la electricidad que se consume en todo el planeta. La primera vez que entró a funcionar un reactor fue el 20 de diciembre de 1951 en la estación experimental de Arco, en Idaho (EE.UU.). Tres años después se inauguró la primera central nuclear del mundo en Rusia. Y quince años más tarde la nueva infraestructura llegó hasta España. Precisamente a Guadalajara. La central José Cabrera, ubicada en Almonacid de Zorita, fue inaugurada por Franco el 13 de agosto de 1969. Este domingo llega al final de su vida útil.

Seguridad

El cierre de Zorita ha avivado en nuestro país el debate sobre la energía nuclear. Tanto partidarios como detractores están muy interesados en reabrir esta discusión, aunque por motivos diferentes. Unos para fomentar lo que consideran un yacimiento energético “necesario e imprescindible” y otros para forzar su definitiva extinción.
La seguridad es el eje de la porfía entre ambas partes. Los ecologistas piensan que el beneficio económico se antepone a los criterios conservacionistas en la explotación de las centrales nucleares. Y en España ponen como ejemplo a Unión Fenosa, propietaria de la planta de Zorita, cuyo reactor ha amortizado hasta completar 38 años de funcionamiento. La industria nuclear se defiende: “si una central nuclear no es segura, la para el Consejo de Seguridad Nuclear (CSN), que depende del Parlamento”, responde Santiago San Antonio. “El primer interesado en que una central sea segura es su propietario. Además las centrales tienen programas de mejora continua y cada una invierte de media 20 millones de euros cada año. Lo que pasa es que instalar una central requiere de una fuerte inversión que amortizas en muchos años, pero los costes de mantenimiento son bajos”. Carlos Bravo es tajante: “la industria nuclear está abocada a su desaparición y nosotros creemos que cuanto antes mejor porque es una energía sucia y peligrosa”.

La estrategia del movimiento ecologista consiste en modificar las aristas del debate. No hablan de energía nuclear o gas natural, sino de energías sucias o limpias. Greenpeace asegura que las energías renovables pueden satisfacer hasta 56 veces la demanda energética española. Su director, López Uralde, afirma: “desde el punto de vista social –creación de empleo, generación de riqueza, fijación de población rural- también las energías renovables están demostrando ser una realidad mucho más beneficiosa que otros tipos de energía” (El Mundo, 21.04.06). El periodista alcarreño José García de la Torre, experto en la materia, matiza que las llamadas energías alternativas son en realidad “complementarias”, y añade: “las medidas aconsejables para enfrentarse al problema deben orientarse hacia el aumento del ahorro y la eficiencia; la diversificación (desde el desarrollo máximo de las energías renovables hasta la utilización y mejora en todos los sentidos de la energía nuclear), pasando por el gas licuado y, por último, la profundización en la investigación de captura y almacenamiento de los gases contaminantes vertidos a la atmósfera (CO2) por el petróleo y sus derivados” (Anuario 2005 Nueva Alcarria). Antonio Ruiz de Elvira, experto en Ecología, piensa que “la energía nuclear es muy eficiente. Pero tiene un problema: alguien tiene que pagar el seguro de accidente. ¿Quién lo paga, la sociedad entera para que una empresa privada saque el beneficio?”.

España, sin modelo

La crisis del petróleo, con unos precios que están por las nubes, ha rescatado a la energía nuclear de una cierta atonía. La catástrofe de Chernóbil, veinte años después, todavía pone los pelos de punta a todo el mundo, pero la demanda energética sigue haciendo necesaria esta polémica fuente. Al menos mientras no exista una política orientada a su sustitución efectiva por las renovables. España, por ejemplo, carece de un modelo energético. Montserrat Domínguez escribe en La Vanguardia: “El Gobierno no está dispuesto a reabrir el debate sobre la energía nuclear en España, pues cree que los precios del crudo bajarán” (21-04-06).

El presidente Rodríguez Zapatero prometió en los últimos comicios, y así figura en el programa electoral del PSOE, el “cierre paulatino” de las centrales. Tras el debate de investidura se creó una mesa de diálogo para afrontar la cuestión nuclear. Los ecologistas opinan que esta mesa no se hizo para debatir la evolución de esta energía, sino para fijar un calendario de cierre de las plantas. La industria del sector no ceja en su empeño. Un suelto publicado en ABC por la periodista de Guadalajara Yolanda Gómez, recogía las últimas declaraciones de Juan Iranzo, director del Instituto de Estudios Económicos. Pide la actuación “urgentísima” del Gobierno y, sobre todo, que “no se cierre ni una central más”. Incluso Unión Fenosa, en una información un tanto confusa que publicó El Mundo en Semana Santa, parece ser que ha ofrecido los terrenos de Zorita para albergar otra central nuclear, en lugar de la de ciclo combinado prevista. “Al lobby nuclear le encanta marear la perdiz”, sentencia Carlos Bravo. A pesar de estas presiones, si el Consejo de Seguridad Nuclear aplica el análisis efectuado a Zorita, el reactor de Garoña (Burgos), que pronto cumplirá 40 años de vida, debería clausurarse antes de 2010.

La opinión unánime es que el debate no se reduce a nucleares sí, o nucleares no. Se trata de garantizar el suministro eléctrico a largo plazo haciéndolo compatible con la salud de las personas y con el medio ambiente. La tarea es enorme. El reto, sencillamente ineludible.

RECUADRO

ATC: la oposición de la Junta no garantiza nada

Un problema adosado a las centrales nucleares es la gestión de los residuos radiactivos que genera su actividad. Se piensa en la gestión porque todavía no existe ningún sistema para conseguir su eliminación. España debe construir antes de 2010 un almacén temporal centralizado (ATC) para sus desechos de alta actividad. Los ecologistas se oponen a esta solución y desde Greenpeace aseguran que el Ayuntamiento de Almonacid de Zorita ha ofrecido su término municipal para albergar esta instalación. Desde este ayuntamiento, así como otros de la zona, lo desmienten. En cualquier caso el tema anda caliente por las declaraciones del presidente de la Junta de Castilla-La Mancha, José María Barreda, mostrando su rechazo a ubicar el ATC en nuestra región. “Nucleares, no gracias”, dijo. El vicepresidente Lamata agregó: «Castilla-La Mancha ya ha contribuido en la generación de energía durante mucho tiempo y ese tiempo ha concluido”. El consenso político y, sobre todo, la aceptación de la autonomía que le toque, es una de los puntos necesarios para decidir dónde se instala el almacén. Sin embargo, Carlos Bravo (Greenpeace) cree que “todas las autonomías, de antemano, se van a negar, así que no garantiza que no vaya a construirse donde se decida”. El ayuntamiento “agraciado” recibirá en compensación 12 millones de euros anuales.
El periódico “El Digital Castilla-La Mancha” publicaba en su editorial del 25 de abril: “no nos fiamos. Tenemos casi todas las papeletas para que Castilla-La Mancha se convierta en receptora del macro almacén nuclear”. Los grupos conservacionistas lo concretan más y apuntan directamente al entorno de Zorita.

Santiago San Antonio, director del Foro Nuclear, asevera que la metodología elegida para decidir la ubicación del ATC es la correcta: “hay que buscar el consenso social, lo cual es complicado. Se está en el buen camino”. José Alejandro Pina, presidente de Enresa, empresa encargada de gestionar los residuos, ha llegado a decir que un ATC “es más seguro” que una central nuclear. San Antonio piensa que “son dos tipos de instalaciones que no tienen nada que ver. Una es de producción y la otra de almacenamiento. Cada una son igual de seguras”.