El principio del fin para el cacique
El conde de Romanones era un tipo hábil, astuto y con una capacidad asombrosa para adaptarse a los tiempos. Tenía muchos amigos y estableció una sólida base de contactos que le permitieron ejercer su patronazgo desde las Cortes. Escribe Moreno: “para empezar, se aseguró un distrito propio, el de la capital alcarreña, por el cual fue elegido diputado en un total de diecisiete ocasiones entre 1888 y 1923, de manera ininterrumpida y la mayoría de ellas sin oposición. Más tarde extendió su influjo hacia los demás distritos de la provincia”.
Fue un gran cacique. No había asunto relevante en Guadalajara que no pasara por sus manos. El libro de Moreno Luzón recoge las palabras de un ministro conservador en 1907: el Conde era “dueño y señor de vidas y haciendas” en Guadalajara. La provincia era un territorio pobre, de escasa alfabetización y eminentemente agrario. No vivía en la capital, iba los fines de semana a la sierra para cultivar su pasión: la caza. Incluso llegó a celebrar algún consejo de ministros en el parque de la Alameda de Sigüenza. Cuando estalla la guerra, Romanones llevaba medio siglo ejerciendo de diputado en Cortes en representación d Guadalajara.
Clientelismo y pucherazo
Romanones tejió una red de clientelismo en la provincia basada en el dinero. Y también en el «pucherazo»: el gobierno se turnaba entre liberales y conservadores, siendo el partido que gobernaba el que colocaba sus candidatos y «preparaba» las elecciones de modo que siempre obtenía mayoría. Incluso, en sus comienzos, salió elegido aplastando al candidato opuesto por su propio partido. En Madrid se granjeó una dilatada carrera política. Perteneció al partido liberal de Sagasta y Canalejas, y fue Alcalde de Madrid, Presidente del Senado, 17 veces ministro y 3 veces Presidente del Consejo de Ministros con Alfonso XIII: la primera vez tres días tras el asesinato de Canalejas de 1912 a 1913, la segunda de 1914 a 1917 y la tercera en 1931. Fue nombrado en 1893 primer Conde de Romanones (localidad alcarreña en Guadalajara). Es decir que fue conde a los treinta años, alcalde a los treinta y uno y ministro a los treinta y ocho.
Su carrera como diputado y ministro quedó interrumpida por la Dictadura de Primo de Rivera (1923), contra el que conspiró en la «sanjuanada» de 1926 (Primo de Rivera le impuso 500000 pts de entonces como multa). De nuevo participa en la caida del Dictador en 1930 y, tras ésta, se encontró de nuevo en el poder presidiendo el último gobierno de la monarquía, pero tras las elecciones de abril de 1931 (perdidas por la monarquía) tuvo una entrevista con Niceto Alcalá-Zamora tras la que se produjo sin violencia el traspaso de poderes al Gobierno Provisional Republicano. Romanones, a la vista de la situación, pactó el 13 de abril una transición sin violencia a cambio de garantizar la vida de Alfonso XIII y su familia.
Fue diputado monárquico por Guadalajara en las Cortes constituyentes de la República, nuevamente diputado en las elecciones sucesivas e incluso en la de 1936. Por su fidelidad al monarca, llevó la defensa de Alfonso XIII en el juicio que al comienzo de la República le hicieron. No participó en el «alzamiento», que le sorprendió en San Sebastián, pasando a Francia con ayuda del embajador francés. Volvería a la “zona nacional” en 1937, apoyando a los sublevados aunque sin poder político ante la oposición falangista.
DETALLE
“¿Hemos perdido Guadalajara?”
La derrota de los monárquicos en las elecciones municipales celebradas el 12 de abril de 1931, y posteriormente las constituyentes, marcan el principio del fin de Romanones en Guadalajara. Hasta esa fecha, el feudo del conde había sido inexpugnable. La coalición republicano socialista venció de forma aplastante y al perder la plaza alcarreña, los políticos conservadores y monárquicos comprendieron la dimensión de los resultados. El historiador Juan Pablo Calero cree que el conde no se esperaba esta coyuntura: “Lo que rompe el modelo social en España, no sólo es Guadalajara, es la Dictadura de Primo de Rivera, que nace para apuntalar el régimen y lo que hace es hundirlo. El conde de Romanones no podía imaginar lo que estaba pasando, el sistema se hunde. De todas formas, la dictadura controla las nuevas perspectivas, en Guadalajara los brotes obreros eran evidentes a partir de 1917. José Serrano Batanero, que era abogado de Cifuentes gana prestigio en Madrid porque defiende a uno de los crímenes famosos de la época, el del capitán Sánchez, que en su época tuvo una repercusión enorme. Serrano Batanero dirige La Crónica, el periódico liberal de Romanones. En 1917 abandonó a Romanones y esto marca el principio del fin del conde. Serrano Batanero llegó a ser consejero de Estado durante la Segunda República. En 1918 además hubo un motín por el pan en el que hubo muertos, cosa que no había sucedido desde el siglo anterior”.
A nivel personal, la derrota le supone al Conde una quiebra personal enorme, una ruptura de su modelo. Calero explica que “Romanones recoge una herencia que empieza a finales del siglo XVIII. Además conecta con familias clave, como los López Pelegrí en Molina, los Gamboa en Sigüenza, los Páez Xaramillo en Sacedón, que tienen el poder económico y social. El poder omnímodo se cae en las elecciones municipales y a cortes constituyentes de 1931. Aunque nunca pierde sus intereses económicos: nunca invirtió en minas pero tenían grandes fincas, como la de Miralcampo en Azuqueca, lo que hoy es el polígono”.