Entrevistas

2 abril 2006

FRANCISCO MAROTO, ALCALDE DE CAMPILLO DE RANAS

«Tengo una especie de apuesta con el párroco a ver quién casa más gente»

Francisco Maroto (Madrid, 1964) es el alcalde de Campillo de Ranas (Guadalajara), un municipio de 181 habitantes con un índice de bodas más alto de lo normal. Ha casado a doce parejas gays y tiene el récord de la provincia. Presume de gobernar un pueblo muy progresista y asegura, sin pestañear, que pasó los mejores días de su vida durmiendo en una cueva.
Quizá sea el primer neorrural que hubo en España, pero no hay forma de comprobarlo. Se fue de su casa de Madrid a los 17 años y llegó a Campillo buscando una aventura, aunque finalmente encontró su hogar. Lleva tres años de alcalde y habla con cariño de sus paisanos. Dice que han sido su mejor universidad.
El País, 02.04.06
Natalia Junquera

Pregunta. Estudió para ser electricista y ha acabado en política. ¿Cuál es la relación?

Respuesta. Nunca me planteé ejercer de electricista, pero a los adolescentes se les dice que tienen que estudiar algo, lo que sea, y yo cumplí. Para mí la política es algo vocacional, y la prueba es que no gano dinero por ello. Hay dos tipos de políticos: los profesionales, los que ganan un sueldo y los vocacionales, que somos los alcaldes de los pueblos que ponemos nuestra dedicación y nos llevamos todos los palos del mundo.

P. ¿Son ustedes unos incomprendidos?

R. Un poco, sí. Es muy sacrificado. Te vuelves loco para conseguir el dinero del nuevo alumbrado y nadie va aplaudiéndote por la calle. Eso sí, si haces algo mal, te machacan. Los alcaldes tenemos que dar la cara constantemente y los políticos de despacho siempre tienen una secretaria por delante.

P. ¿Conoce a todos los habitantes de Campillo?

R. Con nombres y apellidos. En un pueblo se sabe todo. Sabes que la vecina se acaba de separar y que el otro tiene problemas de drogas… Cuando declaré públicamente mi homosexualidad, a los de fuera les preocupaba mucho cómo se lo había tomado el pueblo, cuando, por supuesto, la gente de Campillo ya lo sabía.

P. Y cuando tienen algo que comentarle, ¿van al Ayuntamiento, a su casa o al bar?

R. Los que me aprecian y respetan mi intimidad van al Ayuntamiento; los demás no tienen inconveniente en aporrear mi puerta a las doce de la noche porque se han quedado sin luz. El alcalde de un pueblo pequeño es alcalde, electricista, juez de paz y fontanero, y lo que haga falta.

P. ¿Qué son los neorrurales?

R. Me hace mucha gracia la palabrita. Alguien se la ha inventado para vender mejor, pero nosotros empezamos con esta historia hace 20 años. Cuando tenía 17, tres amigos de Madrid decidimos ir a vivir al campo. Acabamos en una cueva en mitad de la nada, cerca de Campillo. Una zorra nos comía la comida y nuestra única preocupación era quién fregaba los cacharros. Bajábamos a Madrid a algún concierto, a la fiesta del PC, a San Isidro… Estuvimos allí tres meses y fueron los mejores de mi vida.

P. ¿Y su familia qué le dijo?

R. Se lo tomaron bastante mal. Al principio pensaron que iba a ser una cosa de dos días (y voy para 22 años). Mi madre estaba convencida de que me había captado alguna secta.

P. Tienen el récord de bodas gays de la provincia y creo que el párroco tampoco se queda corto. ¿Se han apostado algo a ver quién casa a más gente?

R. Sí, es una broma antigua, pero no hay nada de por medio. Hace veinte años, aquí no se casaba nadie y ahora salimos en la promoción turística de Las mil y una bodas. Cuando nos cruzábamos por el pueblo nos decíamos «te voy ganando» y ese tipo de cosas.

P. ¿Qué es lo que atrae a las parejas gays a Campillo? ¿Por qué vienen a vivir y a casarse aquí?

R. Vienen a vivir a Campillo porque saben que aquí nadie les señala, ni los persigue. Y como cualquier pareja, homosexual o no, se casan aquí porque antes de casarte delante de un señor que no conoces de nada y que te va a despachar en cuatro artículos, lo haces con uno majete en un lugar donde las fotos van a salir preciosas. Me gusta mucho casar. Ver feliz a la gente me carga las pilas.

P. ¿Por qué se ofreció públicamente a oficiar bodas gays?

R. Para apoyar a Zapatero. Me conmovió que se metiera en semejante embolado en su primer año de legislatura. Era uno de sus compromisos electorales, pero podía haberlo dejado para el final y darnos largas. Cuando se aprobó la ley y salieron los ediles negándose a casar, me sentí obligado a decir: «Pues yo, sí».

P. ¿Usted no se anima?

R. De momento, no. Se ha demostrado que los gays son responsables y no se casan por frivolidad. Se están refrendando parejas de hace muchos años. Nada más.

P. ¿Es cierto que una cadena de televisión le ofreció dinero para que se casara con su pareja?

R. Sí. Les dije que no estábamos interesados en montar ningún circo.

P. ¿Era mucho dinero?

R. Sí, bastante. Quique, mi pareja, me toma el pelo de vez en cuando y me dice que teníamos que haberlo cogido para algún caprichito.