Guadalajara

3 marzo 2006

Majaelrayo

Raúl Conde

Tres imágenes se me ocurren cuando hablamos de Majaelrayo: el color negruzco de sus casas, el afable abuelo del anuncio televisivo y la fiesta del Santo Niño con los danzantes del pueblo. Porque, para decirlo sin rodeos: Majaelrayo es para mí el diamante de la Sierra del Ocejón. Quizá otros pueblos muestren de forma más notoria la llamada arquitectura negra, es cierto, pero yo lo destaco igualmente por su riqueza arquitectónica, su calidad de ambientes, su variedad paisajística y su ancestral folclore, basado en lo tradicional del acervo festivo de Castilla. En el sesmo de la Transierra, Majaelrayo ofrece al viajero el sosiego de sus ínfimas travesías, de sus sorprendentes portales o de sus escuetos corralillos. Todos, con un elemento de unión: la arquitectura popular serrana.

Las heladas aguas del arroyo Jaramilla riegan la periferia del pueblo y refrescan, sobre todo en época estival, las callejas del lugar. Las mismas por las que el botarga y sus danzantes animan, el primer domingo de septiembre, una fiesta que merecidamente ha alcanzado la categoría de Interés Turístico Regional. Todavía me acuerdo de la última vez que estuve en el pueblo siguiendo a los danzantes de la Hermandad del Santo Niño. Fue en la fiesta de 1996. Primero en misa y después en procesión hasta la plaza, las sonajas del botarga que, por cierto, ya no asustan a la chiquillería, sirven de preludio y acompañamiento interesantísimo para la ejecución de las danzas, tales como el Cordón, las “espadas”, las “fajas”, de una enorme vistosidad, y “domingo m’enamoré”. El atuendo de danzante mantiene rasgos similares con otros de los diferentes grupos de danzas de Guadalajara. Sin duda, para éstos sus compañeros de Majaelrayo son un ejemplo a seguir, igual que el estupendo comportamiento de las gentes del pueblo, siempre respetuosas y animosas en la fiesta, siempre amables y hospitalarias. Esto dicho así parece muy bonito, pero lo curioso del asunto es que rigurosamente cierto. Puedo dar fe de ello.

Majaelrayo, sí, enamora. Y mucho. Su auténtico protagonista –por lo menos en los últimos tiempos- y el de toda Guadalajara es don Jesús García Velasco, “el abuelo de Majaelrayo”, alzado por los dioses de las 625 líneas a abuelo de España, y convertido en algo así como el padrino audiovisual del retorno de las Copas de Europa a Chamartín. Hace unos meses me dijo un autóctono que era una pena que su pueblo se conozca gracias a la figura de este buen hombre. Yo opino justo lo contrario. Pienso que es una satisfacción que Guadalajara tenga “embajadores” como el tío Jesús, si bien es cierto que Majaelrayo es algo más, mejor dicho, mucho más, que un octogenario risueño y simpático. Pero no deja de tener gracia que un abuelo “de los de antes” haya logrado cautivar el corazón de miles de personas. Demuestra que somos de pueblo, venimos del pueblo y a éste iremos a parar. Si Dios quiere y el señor cura lo autoriza (y el alcalde, claro).