El «Johnny»
El señor, puño en alto, que protagoniza la foto que «manda» en la primera de El Mundo de hoy se llama Juan Montero y es un histórico sindicalista del Baix Llobregat [Bajo Llobregat], una comarca tradicionalmente obrera (ahora repleta de adosados y barrios nuevos) del cinturón industrial de Barcelona.
Permíntanme la reflexión personal, pero es que viene al pelo de lo que voy a decir en estas líneas.
A Juan Montero, al que todo el mundo llama «Johnny», le conocí hace ocho o nueve años. Entonces él era el presidente del comité de empresa de una compañía en la que yo trabajaba los fines de semana y festivos: Miniwatt, una filial del grupo holandés Phillips especializada en la fabricación de tubos catódicos de televisión de pequeña pulgada. Hasta ahora, el trabajo que mejor me han pagado, comparando las horas (16 a la semana) con la nómina: algo más de 200.000 pesetas de entonces. Como comprenderán, eso, con veinte años y recién estrenada la universidad, le convertía a uno en un tipo con la sonrisa permanente.
Ahora ya no hay sonrisas en las fábricas. La Generalitat aprobó una ERE a Phillips (que pasó a pertenecer a la coreana LG) y nos dejó en la calle a más de 300 jóvenes. Eso sí, para entonces la firma ya había cobrado la subvención multimillonaria que le endosó el Gobierno catalán por crear empleo estable dirigido a la juventud. Después, la empresa terminó echando también a la plantilla que cubría los turnos de lunes a viernes, todos veteranos con edades en puertas de la jubilación. En 2004, los directivos cerraron la fábrica definitivamente y vendieron los terrenos para poder indemnizar, por cierto, muy bien, a los trabajadores que mandó al paro.
Las condiciones laborales de aquella fábrica y la lucha que vino después no se pueden entender sin el Johnny. Por eso me emocioné ayer tarde cuando vi que iba en la portada de El Mundo, junto a los trabajadores de Nissan y Roca. La fábrica de Miniwatt estaba plagada de hombres sensatos que, a sus sesenta y tantos, llevaban muchos tiros pegados. Recuerdo que, en más de una ocasión, mientras compartíamos algún almuerzo o desayuno, muchos de los trabajadores nos decían a los jóvenes: «Como no espabiléis, os la van a meter doblada en los años que vienen». De esto hace casi una década. Y cada vez que ahora veo los datos del paro me acuerdo de esta frase.
Cuando Miniwatt presentó el ERE, algunos compañeros se quedaron en casa y firmaron la baja pactada con la empresa. Otros salimos a la calle. Cortamos el Paseo de Gràcia, quemamos neumáticos y asaltamos, pacíficamente, la Bolsa de Barcelona en un intento estéril por hacernos oír. No sirvió de nada. Nos fuimos a la puta calle, pero al menos salvamos la dignidad y hasta la indemnización, que también nos querían recortar.
Lo que quiero decir es que, al margen de cuestiones políticas, la lucha sindical y obrera que representa el Johnny, y todas las personas como él, debe valorarse como un esfuerzo impagable en beneficio de todos los trabajadores. Y cuando los obreros de derechas, que los hay y cada vez más, disfrutan de sus vacaciones pagadas, sus pagas extra y sus bajas laborales, quizá no debieran olvidar que las cosas no caen del cielo, sino que hay que perseguirlas. Y que los comités de empresa, por muchos listos que haya por el mundo, son algo más que una cuadrilla de liberados que se tocan los cojones mientras sus compañeros se hinchan a currar.
Con esto no quiero caer en la soflama panfletaria. Porque habría mucho que hablar sobre la ortodoxia o las relaciones laborales de antaño y las de ahora. En Cataluña, por ejemplo, gentes como el Johnny son extraordinariamente críticas con el tripatirto de izquierdas (por eso salen en algunas portadas). Se puede o no compartir determinadas posturas políticas. Lo que no se puede es dejar de reconocer que antes había obreros que tenían conciencia de su estatus, y que luchaban. Y que ahora hay menos obreros con conciencia de serlo, y la mayoría está pensando en cómo amueblar su casa de la playa. Lo cual no tiene por qué ser malo, siempre que se reconozca de dónde venimos y dónde estamos, sobre todo ahora que tanto nos atizan con los expedientes de regulación.
Y, por cierto, también me ha llamado la atención que sólo se publiquen las fotos de los sindicalistas de Cataluña abucheando a sus políticos, y recordando que la gente está más preocupada por comer que por el Estatut. Siendo eso verdad, ¿por qué no se publican las imágenes de los sindicalistas que protestan en Madrid?