Testimonios de la tradición
Los danzantes de Galve que bailaban en los años sesenta, antes del éxodo rural, nunca hubieran creído que, cuatro décadas más tarde, Galve de Sorbe contase con dos cuadrillas de danzantes, ambas compuestas por jóvenes entusiastas de la tradición. Hay veces que nuestros pueblos parecen resucitar de su letargo y nos ofrecen capítulos hermosos que los acercan a tiempos pasados. Algunos dicen que ya nada es como fue, ni el ambiente de sus callejas, ni el frío ni por supuesto las tradiciones. Otros, sin embargo, están empeñados en lo contrario. Las danzas de Galve se recuperaron en 1989, después de estar casi treinta años guardadas en el baúl de los recuerdos. “Revivimos la tradición unos cuantos mayores que habíamos sido danzantes de chicos”, afirma Pascual Gordo Montero, jubilado de 65 años, natural de Galve y ahora también vecino, aunque ha vivido en L’Hospitalet de Llobregat (Barcelona) durante cuarenta años.
El aspecto más negativo, quizá, que han sufrido este tipo de celebraciones como la danza galvita, son los vaivenes en su ejecución fruto de la desidia de la mayoría y el desprecio de una minoría. Son muy pocos los que se preocupan por conservar la esencia de nuestras raíces, algo que algunos urbanitas consideran trasnochado y caduco. “En Galve, recuerda Pascual, o Pascualín como le llaman en Galve, era una vergüenza tener que llamar a las puertas para que gente de nuestra edad, mayores, algunos bien acomodados, se animasen a bailar y salir a la plaza el día de la fiesta. En ese sentido lo hemos pasado muy mal, porque hay gente en la que confiábamos en que nos ayudase, y después han pasado olímpicamente”.
José Herrero Montero tiene 66 años, está jubilado y es natural de Galve. Ha vivido más de treinta años en Leganés (Madrid), pero asegura que “el pueblo siempre ‘tira’ mucho”. Junto a Pascual, José Herrero, es decir, Pepe para todo el mundo, ha sido la pareja encargada de “pasar la tradición”, o lo que es lo mismo, enseñar las danzas a los niños y niñas de la villa. Ha sido un trabajo duro, con ensayos agotadores y paciencia infinita, pero el tiempo está demostrando que la tarea no ha sido baldía. “Nadie nos ha ayudado, es más, algunos decían que los chicos nunca iban a aprender”, asegura Pepe con resignación. Lo cierto es que, después de los titubeos iniciales, la danza se ha asentado definitivamente y está comenzando a formar parte de la vida de los galvitos, especialmente en los más de veinte niños que acuden cada invierno a la escuela de Galve. Todo un lujo para un municipio que no sobrepasa los doscientos habitantes censados. Y toda una fortuna para una de las fiestas ancestrales de Guadalajara.
Todos los hombres galvitos que hoy tienen más de cincuenta años saben ejecutar las danzas del pueblo. Sin embargo, son muy pocos los que “han dado el callo” adiestrando a los danzantes noveles. Pascual nos dice “que su labor no se reconoce lo suficiente, aunque sentimos el cariño de casi todo el pueblo y, sobre todo, de nuestros chicos, de los danzantes”. Los dos agradecen el pequeño homenaje –deslucido por la lluvia- que les tributaron “sus chicos” al término del II Encuentro de Danzantes de Guadalajara, promovido y organizado por la entidad de la que Pascual y Pepe, además de fundadores, son presidente y vicepresidente, respectivamente, la Asociación Cultural “Danzantes de Galve de Sorbe”. Esta agrupación, constituida el año pasado, se ocupa del desarrollo de la fiesta de los Danzantes y Zarragón de la Virgen del Pinar, patrona de la villa, una festividad antiquísima y multicolor con trajes vistosos y danzas de paloteo, cintas y castañuelas. Además, la asociación colabora con iniciativas del pueblo, promueve actuaciones fuera de Galve y se encarga de la difusión de todo lo que atañe a la fiesta y al pueblo, como por ejemplo la construcción de una página web con dominio propio: www.galvedesorbe.com. “Somos los máximos responsables de la fiesta, pero descargamos mucha tarea en los jóvenes que nos acompañan en esta aventura”, asevera Pascualín. “La asociación es la mejor inversión para la fiesta, puesto que garantiza una entidad legal para representar y perpetuar a la misma. Tenemos muchos gastos, damos salida a numerosas propuestas, pero la gente y las instituciones colaboran con nosotros”.
Pascual y Pepe pasan grandes temporadas en Galve. Son galvitos auténticos, autóctonos, se nota que son de la tierra por sus dedos gruesos, sus caras curtidas y su fortaleza física. Parecen incansables, pero saben que no lo son. “Algún día nos agotaremos y seguiremos incentivando a los jóvenes para que no pierdan la ilusión. Nos gustaría que estos chavales que están aprendiendo continúen la tradición durante muchos lustros”. Pascual Gordo, Pascualín, y José Herrero, Pepe, dos serranos de corazón, trabajadores, generosos, nos enseñan en su rincón de Galve que en la vida no todo el monte es orégano, pero que de la fiesta y el paloteo también vive el hombre. Y la mujer.
Artículo aparecido en el periódico Guadalajara Dos Mil el 24 de agosto de 2001. Más información en: http://www.galvedesorbe.com. e-Mail: raulconde@galvedesorbe.com