Crónica del castillo de Galve de Sorbe
Lunes veinte de octubre del año anterior. La prensa local publica la siguiente noticia: el castillo de Pioz es, desde el 17 del mismo mes, propiedad del Ayuntamiento de dicha localidad, que pretende acondicionarlo para convertirlo en un centro cultural. La frase de las autoridades municipales al entrar al recinto fue unánime: “está hecho una pena”. No podría haber otra frase más adecuada para sintetizar en tan pocas palabras el estado interior, también, del castillo de Galve de Sorbe.
Dentro del humilde patrimonio histórico-artístico que posee la villa de Galve, el castillo ocupa el primer lugar, sin ningún género de dudas. Asimismo, al igual que sucede, o mejor dicho sucedía en Pioz o Zorita de los Canes, es un castillo de propiedad privada. Por tanto, aunque se quiera, nadie puede hacer nada para restaurarlo o, como mínimo, rehabilitarlo por dentro para disfrute y regocijo de galvitos, veraneantes hijos de la villa y turistas, que suben hasta lo alto del cerro donde se asienta esta fortaleza y se encuentran, primero, con una imagen exterior, cuando menos, aceptable; pero, posteriormente, con un castillo totalmente destrozado en su interior.
Galve de Sorbe fue cabecera de un viejo señorío y luego de un condado, de todo lo cual ha heredado el castillo medieval ya mencionado, mandado construir por Diego López de Estúñiga “el mozo” en pleno siglo XV (1468), sobre uno anterior del XIV del Infante Don Juan Manuel. Está construido en lo alto de la muela de Galve, “un cerro oblongo de cincuenta o sesenta metros de altura, aislado, al noroeste del lugar del que dista unos doscientos pasos, coronado por una meseta llana labrada toda ella lo mismo que las pendientes laderas” según palabras del célebre cronista provincial de Guadalajara, Dr. Layna Serrano, en su libro “Castillos de Guadalajara”, fuente todavía inagotable de datos, hechos e información sobre las fortalezas de nuestra provincia. Desde este lugar, se puede disfrutar, a pie de muralla, de una de las panorámicas más hermosas de la zona.
Nada más acceder al interior del recinto, y tras una primera vista general, el terrible y desastroso estado en que se encuentran todas las salas del interior del recinto medieval golpea nuestros ojos. Piedras, tablas de madera podridas, clavos salidos, escaleras peligrosas, puertas destrozadas y tiradas por el suelo, ladrillos partidos, abundante maleza en el patio interior, paredes interiores agrietadas, sillas y baúles rotos por completo, botellas y otros muchos escombros proliferan en el interior del castillo. El paso del tiempo ha hecho que, por dentro, la fortaleza medieval esté en la actualidad muy degradada. Nadie ha movido un dedo todos estos años por intentar que no empeorara de esa manera.
Desde el patio interior, podemos observar el escudo de los Zúñigas o Estúñiga, situado en la bellísima torre del homenaje, que certifica que éstos compraron el castillo en el siglo XV a la hija de Don Íñigo López de Orozco, quien lo había recibido de Pedro I el Justiciero. Es el castillo de Galve señorial tardío, cuya planta forma un cuadrilátero irregular con torres cuadradas en los ángulos. La torre del homenaje está situada tangencialmente al ángulo, mirando al norte. Según narración de Amador Ruibal, en su pequeño libro “Castillos de Guadalajara”, “la entrada se abre en el frente oeste, el menor del castillo. En el del norte había una escaragüaita en el centro, mientras que en los frente sur y este hay una torre semicircular en el centro de las cortinas”.
El castillo de Galve de Sorbe es “edificación de mampuesto muy regular, casi sillarejo, con sillares en los ángulos. Tuvo antemuro y foso de los que hay escasos vestigios, mientras que el recinto principal, volado por los carlistas a finales del siglo XIX, ha sido reconstruido recientemente con cierta gracia, adaptándolo para vivienda y dotándolo de almena.”
Del original castillo, donde señorearon los López de Estúñiga, resiste la torre del homenaje, diversas cortinas y de sus torreones cilíndricos, con bóvedas de cantería, un aljibe y subterráneos. El resto, en especial los torreones cuadrados y la puerta de la torre angular sur, es reconstrucción.
Si vale la pena subir hasta donde se encuentra este castillo es, en gran parte, para observar y gozar mirando sus numerosos detalles de arquitectura medieval de la hermosa torre del homenaje. De ella, el maestro Layna Serrano dijo, cuando en agosto del año 1932 se acercó a la villa de Galve para analizar las partes de nuestro castillo, y lo he dicho en más de una ocasión, que era “la más bella de todas las torres señoriales que perduran en los desmochados castillos de la provincia”. La torre del homenaje es, por tanto, lo más importante del castillo: cuadrada, con cuatro plantas, la tercera de ellas con chimenea, tiene 10 metros de lado y 20 de altura. En sus esquinas tiene pequeños torreones cilíndricos que nacen en la última planta. En lo alto de la torre hay una almena desde donde se divisa un paisaje de belleza incomparable y de contrastes de naturaleza únicos. Un portento de vista. Eso sí, hasta subir aquí, hemos tenido que pasar, lógicamente, por todas las plantas, pero también por unas escaleras que se encuentran en penoso estado y que pueden llegar a resultar peligrosas, cuando menos. De todas formas, es recomendable alcanzar esta cima. La sensación de plenitud que siente el cuerpo hace que nuestro alma se regenere y nuestro espíritu recupere fuerzas.
El interior de esta majestuosa torre es “todo una ruina”. La planta baja contiene dos saeteras y, antiguamente, no tenía más luz que la que penetraba por la puerta de entrada y otra con arco de medio punto comunicante con el patio. En la primera planta hay dos ventanas con alfiz enmarcado el escudo, un gran ventanal en la tercera, y en la cuarta, una pequeña ventana geminada cubierta con bóveda de cañón de sillería. Es construcción de buena cantería.
Después de estos breves retazos de la historia y la estructura de esta joya del Medievo, quiero dejar constancia que esta crónica, además, PRETENDE SERVIR PARA DENUNCIAR PÚBLICAMENTE EL LAMENTABLE ESTADO EN QUE SE ENCUENTRA EL CASTILLO DE GALVE, principalmente su interior. Hay que lamentar también la escasa voluntad de las autoridades de Galve y de los habitantes del pueblo, amén del pasotismo de las instituciones provinciales y regionales. Sería ideal que nuestro castillo vuelva a ser, sino todo lo que fue, sí recuperarlo para toda aquella persona que, amablemente, se dispone a visitarlo y disfrutar de la zona.
Posiblemente, mucha gente, incluso en Galve, no le conceda importancia al hecho de tener un castillo perfectamente acondicionado; pero, estarán de acuerdo conmigo en que sería bonito poder verlo y visitarlo por fuera y por dentro y, además, reforzaría de manera importantísima los atractivos turísticos, no sólo de Galve, sino de esta Sierra en general. Para conquistar esto, hay que luchar por lograr la propiedad, cuando menos la cesión de uso, del que es nuestro castillo. Esto se logra, o bien comprando la fortaleza, o si esto no es viable, forzando la expropiación de la misma. Pero para esto hay que moverse. Para esto, señores concejales y Excmo. Alcalde de Galve, hay que debatirse, en medio de numerosos “tiras y aflojas”, con las autoridades provinciales, en especial, con la Comisión Provincial de Urbanismo y con el propietario de un castillo que no merece estar como está, pero que sí merece volver a pertenecer al Ayuntamiento, o lo que es lo mismo, al pueblo de Galve de Sorbe. Así que, pregunten en Pioz o Zorita de los Canes, por ejemplo, los pasos que hay que seguir y, posteriormente, a luchar por recuperar lo que fue y debe volver a ser nuestro: el castillo medieval de Galve de Sorbe.
Es Layna, de nuevo, quien da la clave: “de la existencia del castillo de Galve pocas gentes tienen noticia dado su apartamiento de los caminos del mundo, y también porque alzado muy tarde, cuando ya no tuvo ocasión de emplearse en guerreras contiendas, la Historia no pudo recoger en sus páginas amarillentas relaciones de hazañosos hechos, ni la Tradición adornarlos con el gayo ropaje de la ingenua fantasía pueblerina”.