Madrid huele
Muchas personas están de acuerdo: un verano extraordinario es aquél en que uno hace lo de siempre. Pasear al monte, cenar un chuletón de buey, joder una botella de Cune y liarse a copas con los amigos. De las noches fresquitas del pueblo pasamos con extrema rapidez al calor de la gran ciudad. Regreso a Madrid con cara de penitente. Leo que la Comunidad ha requisado en las últimas semanas tres toneladas y media de hachís. La carencia de costo dispara los precios en las principales plazas de reparto: el Retiro y la estación de Atocha. Cerca de ahí, en la Asamblea de Madrid, sus señorías votan en contra de la comisión de investigación que, en apariencia, ha intentado rastrear las causas que impulsaron a Eduardo Tamayo y María Teresa Sáez, otrora diputados socialistas, a ausentarse de la votación de investidura de su antiguo jefe de filas. Una comisión de investigación, como mandan los cánones de la política española, totalmente estéril.
Ha dicho Julio Anguita en la radio que el género chico se ha perdido un buen argumento con todo este follón descomunal. Una zarzuela, eso es lo que es el tamayazo. Madrid apesta en este final de estío. Repasar la película produce desazón. El pasado 10 de junio los citados ex militantes del PSOE aparecen de buena mañana en la sede del Parlamento regional, charlan un rato, se dejan ver y salen pitando minutos antes de comenzar el pleno que, según estaba previsto, iba a investir presidente autonómico a Rafael Simancas, secretario general de la Federación Socialista Madrileña (FSM). Los dos ínclitos no aparecen. En el PP se chotean de las ausencias. Simancas palidece en su escaño y confirma a la oposición que no es un retraso, sino un plante. Las televisiones retransmiten en directo el origen de lo que algunos politólogos llaman “crisis institucional”. Al cabo de unas horas, aparecen Tamayo en la plaza Castilla y Sáez en su casita. No dan crédito –dicen- al revuelo que se ha formado, pero siguen en sus trece: no aceptan el pacto con Izquierda Unida, “con los comunistas”. Los dirigentes socialistas llaman basura, despojos humanos y traidores a los dos tránsfugas. La prensa se mete en medio y entre el diario El Mundo y la cadena SER empiezan a tirar del hilo de la presunta “trama”: los negocios empresariales de los dos protagonistas, las conexiones evidentes con militantes del PP, los chanchullos especulativos de la facción de la FSM a la que pertenecen, Renovadores por la base, etcétera. Las implicaciones de todo lo que trasluce parecen más que indicios, pero pocas conjeturas presentan una relación nítida, directa, con la actitud de los dos tránsfugas.
La televisión que se niega a emitir Tómbola convierte la comisión de investigación del caso en un programa estrella con una cuota de pantalla altísima. Telemadrid sigue al detalle todas las informaciones del caso y en las comparecencias podemos ver la prepotencia de Romero de Tejada, el chico de las fotocopias; la cerrazón del abogado Verdes a la hora de admitir su implicación; la inutilidad de las palabras de los constructores Bravo y Vázquez, la empanada mental del ex alcalde de Alcorcón, Pablo Zúñiga; los nervios de la señora Ruth Porta; y el fichaje estrella, el dicharachero y desvergonzado José Luis Balbás, de profesión, comprador de votos para apañar candidatos a la carta. Todo huele muy mal. Las heces políticas se concentran en exceso teniendo en cuenta las altas temperaturas que han soportado los habitantes de Madrid. Demasiada bazofia para lo que debería ser un modelo de funcionamiento democrático. Los constructores no podían tolerar que el nuevo equipo de la Comunidad, elegido libremente por el pueblo, pusiera en peligro sus planes urbanísticos megalómanos y delictivos. Es difícil demostrar esto si el fiscal general del Estado se niega a intervenir. El espectáculo continúa y las elecciones se repetirán el 26 de octubre. Los expertos prevén una abstención de caballo y la mayoría absoluta de los populares. Sea como fuere, tenemos lo que nos merecemos. Nadie ha salido a la calle a defender su voto.