Voces domadas
Decía Gabriel Ferrater: «Ser catalán es un hecho incontrovertible, pero tan pesado…» Y así es. Si eres catalán tienes que andar a todas horas diciendo si eres o no eres nacionalista, si defiendes o no y hasta qué punto la autonomía o la independencia, si quieres que los ciudadanos hablen una lengua o dos o tres. Como si en la conciencia del catalán las ideas hubieran sido desplazadas por las creencias y ocuparan un segundo lugar tras el compromiso con la lengua, la patria, la religión.
A los madrileños nadie les pregunta si son nacionalistas aunque los hay que lo son incluso más que la mayoría de los catalanes. Son los que ni siquiera saben que lo son, los que no necesitan leyes ni estatutos para vociferar e imponer su criterio, los que en cuanto les azuzan se crecen y con pasmosa seguridad atacan al contrario usando malintencionadas indirectas o ataques frontales, ominosas generalizaciones, acusaciones inventadas y, si se tercia, insultos. Baste como ejemplo la radio de los obispos.
Por suerte son pocas voces y sólo se oyen en periodos breves. El resto del tiempo le ponen sordina al rencor y en general se conforman con algún chistecito que cuentan como si fuera una inocente broma sobre sexo, política o religión, eso sí, siempre de catalanes. Pero es soportable, incluso divertido, por lo menos en Madrid, donde yo vivo tan a gusto desde hace años en un ambiente de vigorosa actividad cultural y de compromiso, y donde, como otros 100.000 catalanes más, gozo del valor añadido de todo catalán: ser una persona seria, dialogante, trabajadora y eficaz a la que se le dan todas las oportunidades. No es cierto que se nos acuse constantemente de tacaños, esto lo dejan para los chistes, pero el catalán recién llegado que no lo sabe puede acabar gastándose el sueldo en invitaciones, no sea que le cuelguen el sambenito de la mezquindad.
Hoy la situación no es buena. Se diría que en ciertos ambientes ha renacido ese sentimiento anticatalán de origen franquista que hibernaba soterrado en la aversión de unos pocos cuando CiU no hablaba del Estatut y apoyaba al PP. Ahora, sin embargo, es a veces insoportable. Algunos taxistas ya de por sí malcarados y reaccionarios, si descubren acento catalán en el habla del cliente no se cortan y le echan en cara, con argumentos aprendidos de la COPE, que los catalanes robamos el dinero de todos los españoles, que deshacemos el Archivo de Salamanca, que vivimos del Gobierno central cuando nos interesa, y sacan a relucir los Juegos Olímpicos, cuyo éxito todavía no han digerido. Hasta creen que la lluvia, la lotería y el fútbol son muestras de insolidaridad. Igual ocurre a veces, aunque en versión más contenida, en cenas con gentes cultas que no parecen tener más tema de conversación que el Estatut, que por supuesto no han leído.
EL VIOLENTO bombardeo de los medios vinculados a la oposición que sufrimos los españoles, es decir, más de la mitad de los españoles, porque el resto lo disfruta, se encona con los catalanes por más que Rajoy se haga fotos bebiendo cava catalán con bodegueros e industriales. Y así lo acusan las damas de las mesas petitorias que invaden las aceras de Madrid al contestar afirmativamente cuando se les pregunta si recogen firmas contra Catalunya.
Hay que tener mucha flema para reaccionar como Josep Pla en San Sebastián cuando un policía fascista le oyó hablar en catalán y le preguntó «¿No conoce usted el idioma del imperio?». «Sí señor –respondió él–. ¿Qué quiere que le diga?».
Seamos justos: la obsesión contra Catalunya tomó fuerza con la insólita proclamación de uno de nuestros políticos diciendo que no apoyaría Madrid como sede de los JJOO. Comenzaron entonces a circular mensajes de ira y odio y listas de productos catalanes, y sobre ellos a la oposición le ha sido fácil montar su guerra con la clara intención de enfrentar el resto de España a Catalunya. ¡Esto sí es desmembrar España!
Y es que el PP acusa a los demás de lo que él mismo hace. ¿No quería modificar el Código Penal para que fuera encarcelado Ibarretxe si seguía con su referendo? Pues ahora va Rajoy y recoge firmas para convocar un hipotético e ilegal referendo contra un Estatut mucho más suave que el que propuso hace meses el propio Zaplana. Tampoco parece tener conciencia de que Navarra se rige por un fuero que deja en pañales todas las financiaciones que se han debatido en el Estatut y tan independiente de España que la mitad de los ricos riquísimos del país están empadronados en sus ayuntamientos. Y, sin embargo, ni Rajoy ni su prensa acusan a Navarra de insolidaridad.
TAMBIÉN ELPP dice defender la Constitución, aunque Aznar y los suyos estuvieran en contra, pero en cambio no parece aceptar la democracia parlamentaria que de ella emana, porque moviliza un ejército de damas con sus mesas petitorias para que los españoles hablen prescindiendo de sus legales representantes en el Parlamento. ¡Ya cambiarán!, me digo cruzando los dedos ¿Recuerdan los furibundos discursos de Álvarez-Cascos contra la ley del divorcio? Pues hoy ya tiene dos en su haber. ¿No defendió Fraga la devolución del Archivo? Y no me meto con Piqué, que bastante tiene con lo suyo. Tengamos confianza, se acabarán olvidando de nosotros.
Lo más difícil de olvidar, sin embargo, es otra ofensiva más dura para mí que las voces domadas por el PP, contra el Govern de Catalunya y su Estatut de ciertas personas que aunque se llaman de izquierda no saben de solidaridad. Son los que con el pretexto del Estatut ponen en marcha las inconfesables fobias o represalias que esconden bajo sus ciegos ataques, que de todas maneras también pagamos nosotros.