La agonía de Bonaval
Quizá los monasterios son los monumentos peor conservados de Guadalajara. Algunos, como el de Óvila, sufrieron un expolio consentido; otros, como el de Buenafuente del Sistal, han sido reconstruidos y habilitados como lugar de hospedaje o de retiro espiritual. Y algún otro, mucho más desgraciado, permanece anclado en el olvido y condenado, parece que sin remedio, a un proceso de degradación paulatina. Tal es el caso del monasterio cisterciense de Santa María de Bonaval, en Retiendas.
La semana pasada este monumento, o lo que queda del mismo, fue noticia. En Valencia se celebró el Salón Tecnológico de la Construcción Exco 2006, organizado por la Escuela Técnica Superior de Gestión en la Edificación de la Universidad Politécnica de Valencia, con la colaboración de Forum Unesco. Este salón se enmarca dentro del certamen ferial Cevisama, y uno de los puntos del programa contemplo la muestra de los resultados de un taller sobre arquitectura medieval del monasterio de Bonaval.
Piedras negruzcas
No es extraño que los especialistas en la materia se ocupen de este templo porque, ciertamente, ocupa un espacio central dentro de los monumentos que se construyeron en época medieval. Se fundó en 1164 y se confirmó en 1175. Su construcción se debe al rey Alfonso VIII de Castilla, aficionado a la Orden de los monjes cistercienses. El monasterio es hoy una ruina. Y más muerta que viva. Da pena visitarlo porque las piedras aparecen esparcidas por el suelo, el interior ofrece una sensación angustiosa de hundirse en poco tiempo y la estructura que se conserva esta muy deteriorada. Los muros incluso han ennegrecido fruto del abandono progresivo y sin limites al que se esta viendo sometido.
El monasterio se levanta a dos kilómetros de la localidad de Retiendas, muy cerquita de Tamajón, justo en la entrada que comunica con la sierra del Ocejón. El viajero puede acercarse tomando la carretera que une Retiendas con Valdesotos. “Bonaval –escribe Serrano Belinchón- paso en sus mejores momentos un tanto desapercibido, no recibiendo demasiadas mercedes ni sufriendo por la misma razón excesivos castigos”. Quizá por ello ahora el destino se está cebando con sus ruinas.
Austeridad y sencillez
El historiador e investigador alcarreño Jesús Carrasco Vázquez, escribe: “llegado hasta nosotros por el esfuerzo de las generaciones que nos precedieron, es obligación nuestra mantenerlo, conservarlo, acrecentarlo y entregárselo a nuestros hijos para que recogiendo el testigo, hagan lo que vieron en sus mayores y puedan, a su vez, legarlo a los suyos. De esta forma lograremos que nuestro patrimonio no se pierda”. Ojala pudiera cumplirse este deseo porque, en el caso que nos ocupa, merece mucho la pena. El monasterio es un soberbio ejemplo de las construcciones cistercienses. El lugar elegido para erigirlo tampoco es casual y responde a los mandatos de la comunidad cisterciense de alejarse del bullicio y los núcleos de población. Buscaban la tranquilidad y la sencillez, rehuyendo “cualquier manifestación externa de riqueza”, según el citado profesor.
El más afamado representante de la orden del Cister fue San Bernardo de Clavaral.
Carrasco apunta que “su desinterés por el mundo material les llevó a sentir la regla de San Benito de forma estricta, se les conocía como pobres de Cristo y causaba admiración la austeridad en la que vivían”. Esta manera de entender la vida monástica despertó hacia ellos una profunda admiración y los poderosos no tardaron mucho tiempo en facilitar las fundaciones para ser enterrados en los monasterios cuyos monjes llevaban una vida de santidad. Así es como nace el éxito del Cister y que en Bonaval se plasma ahora con una mezcla de belleza amarga. Por lo que el edificio da a entender de lo que un día fue y por su lamentable estado actual.
Lo que queda
La parte conservada, según los historiadores de arte, data del siglo XIII y cuenta con elementos románicos y del pregótico cisterciense, fundamentalmente en su cabecera de tres ábsides. La fábrica que ha llegado a nuestros días presenta una factura excelente que impacta a la vista. El templo se hundió parcialmente en el siglo XVII. El monasterio, cuya decadencia se remonta al siglo XIII, como el de toda la orden, se vendió cuando la exclaustración a un particular y en 1894 la localidad de Retiendas se convirtió en el nuevo propietario. Hoy día nadie ni nada, es decir, ninguna institución ni entidad privada se ocupa de esta magnífica reliquia medieval que, al paso que va, está condenada a la desaparición. Reconstruir el edificio y rehabilitarlo con un futuro uso exige una inversión multimillonaria. Pero limpiarlo y ejecutar una actuación de urgencia debería ser obligatorio. Al menos, según la ley de Patrimonio Histórico de 1986.