Urra advierte del peligro de convertir a los niños en “pequeños dictadores” por su mala educación
El que fuera primer Defensor del Menor en España, Javier Urra, presentó ayer durante un desayuno en la sede de la Asociación de la Prensa de Madrid su último libro, titulado “El pequeño dictador” (La Esfera de los Libros, 510 págs.). El subtítulo, “Cuando los padres son las víctimas. Del niño consentido al adolescente agresivo”, es una síntesis del propósito del autor, que busca concienciar a la sociedad del peligro que supone la mala educación de nuestros jóvenes, sobre todo, en edades tempranas. Ser defensor del Menor y denunciar el comportamiento de determinados niños no es una tarea especialmente agradable, según confesó: “no soy alarmista, soy defensor de los niños pero la solución pasa por la educación”. Su libro hace hincapié en la necesidad de no traspasar la responsabilidad a los profesores, a los policías o a los gobernantes. “Hay una cierta atonía social, como su los problemas los tuvieran que resolver los demás, y la educación corresponde a los padres”, sentenció.
Conciencia sin límites
La violencia de los hijos en el hogar es mucho más frecuente de lo que se piensa. En la actualidad existen mucho más casos de hijos acosadores de lo que aparenta la realidad. Según la descripción de Javier Urra, son niños consentidos, sin conciencia de los limites, que organizan la vida familiar, dan ordenes a sus padres y chantajean a todo aquel que intenta frenarlos, jóvenes que engañan, ridiculizan a sus mares y a veces roban, y adolescentes agresivos. “Lo más doloroso para una madre –afirmó este psicólogo- es confesar que su hijo le pega, y encima las madres no saben qué hacer, si denunciar o no”. Esta clase de niños, según Urra, se caracterizan por adoptar una postura de incomprensión por axioma, convertir a los padres en un cajero automático, y no querer a los padres, huir de la sensibilidad hacia ellos. Algunos abandonan los estudios, pero el autor no los considera perversos morales: “en España hoy se nota mucha cobardía. El poder se pone en lugar del hijo”, adujo en referencia a su impunidad.
“De la moral del sacrificio hemos pasado al hedonismo, y la verdad es que hay que decirle a los niños que todo no se puede conseguir con facilidad”, explicó. “Todo se quiere aquí y ahora y existe un cierto miedo del educador hacia el chaval. Es importante decir que se educa en todo, en las pequeñas cosas de cada día y desde pequeño”. A los 18 meses un bebé empieza a captar el “yo” o el “yo no” y por ahí empieza la educación para este experto. “Los criterios de los padres tienen que ser más fuertes que los niños. La palabra respeto es fundamental”, apunta. Es importante también que en los tres primeros años de vida enseñar al niño a no contestar, a no gritar. Y entre los 4 y 6 años, potenciar la convivencia, no el egoísmo.
Niños “encabronados”
Según datos de la Fundación de Ayuda contra la Drogadicción, que recoge Urra su libro, el 40% de los padres dice estar desbordado por la educación de sus hijos y el 25% chantajeados. La Fiscalía de Menores de Madrid aporta más datos. El 35% de los niños violentos son hijos únicos. “Lo cual quiere decir –subraya Urra- que la mayoría tienen hermanos”. El 6% son niñas, y esto resalta la sensibilidad mayor con la que se educa a las niñas, en detrimento de ellos. “Son todos niños sanos, que ejercen la violencia pero que no sufren ningún trastorno psíquico”. En base a ello, Urra considera que el origen de esta lacra no es una patología, sino que reside en la educación. En el libro aporta documentos, datos y anécdotas para acreditar su mensaje. El 50% de los niños, según una encuesta, aseguro tener demasiados juguetes. “En España hay mucho niño, con perdón, encabronado: parece que lo tienen todo pero en realidad no están satisfechos”, asevero Urra que aporta la experiencia de su trabajo en UNICEF para comparar este comportamiento con el de los niños de países del Tercer mundo.
Urra, que ya cuenta en su haber con varios volúmenes dedicados a los padres y la defensa de los menores, advierte lo peligroso que resulta para la sociedad criar esta clase de niños, pero también aporta salidas, soluciones prácticas: “ir a los servicios sociales para intentar reestructurar las relaciones familiares”. Y, a pesar del miedo, denunciar.