‘Nihao’, Rajoy
Vamos a hacer un ejercicio de, como dice la canción, «lo que pudo haber sido y no fue». Tal día como hoy de hace 67 años las tropas del general Yagüe cruzaban la sierra de Collserola y entraban por la Diagonal. Una población entre atemorizada, desesperada y esperanzada les recibió. Cuentan los mayores que aquellos soldados recién llegados les dieron lo que se acostumbra a dar cuando se pasa hambre y la guerra se pierde: pan y poco más. Los sublevados del 18 de julio jamás entendieron la guerra como un acto de convicción de los vencidos sino como un enfrentamiento de carneros. El más fuerte debía ser el que aniquilara al más débil. Y aniquilar significa dar pan pero negar libertades, dar una bandera pero retirar otra, imponer una lengua pero al mismo tiempo prohibir todas las demás. «Lo que pudo haber sido y no fue» es, simplemente, que las tropas franquistas llegaran con sus tambores de regulares de Marruecos, que a duras penas hablaban en español, y mantuvieran la lengua catalana como signo de normalidad. Pero no lo hicieron. El catalán, al fin y al cabo una herramienta de comunicación, de tradición y de conocimiento, fue proscrita. Y en ésas estamos todavía.
Mariano Rajoy demuestra una vez más que puede ser un político representativo de una España antigua, pero no tiene curiosidad en la España moderna. Rajoy es alguien que sólo habla pero que no quiere conocer la verdad de las cosas. Rajoy es un ejemplo de la machadiana expresión que decía que España desprecia cuanto ignora. Rajoy lee lo que le redactan sus asesores y lo que le va a significar un titular de la prensa o de la radio de donde se nutren esos asesores. Tal vez un día Rajoy será presidente. Pero que lo sepa la gente: ese hombre y los que le rodean pueden ser buenos o malos, pueden ser torpes o lúcidos. Pero de lo que no hay duda es de que Rajoy es alguien que no trabaja en la duda ni en el conocimiento y que lo único que hace es impostar las imposturas que le ponen en el atril mental que tiene en su equipo de candidato vencido. Dicen que tiene paciencia, tópico que se atribuye a los chinos. Pues habrá que demostrarla.
Lo de la lengua catalana, a remolque de una de las campañas de prensa más torticeras que ha impulsado ese extraño periódico que es El Mundo, dirigido por ese no menos extraño director que se jacta de considerarse periodista, ha cuajado en el erial de las ideas de Rajoy. Ahora resulta que el mero hecho de entender, que no de atender, a los clientes de un comercio de Catalunya en catalán es una obra propia del franquismo. Como contraposición a ese dislate nos ofrece el magnífico ejemplo de los comerciantes chinos a los que nadie, en Madrid, obliga a entender el español. Nihao, buenas noches, en chino. Una vez más el problema es el catalán. El catalán es como un baile regional. Es menos importante que el chino mandarín. El catalán no es una lengua que sirva para nada positivo. A mí las lenguas no me son tan importantes como lo que se dice con ellas. Pero Rajoy ha hecho un pésimo uso de la lengua castellana al subordinarla a la respetable lengua china que, por lo visto, se habla en los comercios de Madrid.