Cartas de las directoras
Cuando Inés Artajo entró por primera vez en la Redacción del Diario de Navarra había 14 redactores y todos eran hombres. Era 1979, tenía 22 años y era su primer trabajo en la profesión. El pasado 3 de enero el diario publicó su nombramiento como nueva directora. En 103 años de historia, la cabecera navarra (223.000 lectores en el EGM) ha tenido seis directores. Ella es la séptima y la primera mujer. La prensa nacional recogió la noticia y Artajo recibió decenas de llamadas para entrevistarla. Ella no lo valora como sus colegas: «No pensé que la noticia iba a llamar tanto la atención».
Artajo no ve que su nombramiento valga un titular, pero lo excepcional es que en España se publican 120 periódicos y ella sólo comparte el cargo de directora con otras 15 mujeres, según la Agenda Oficial de la Comunicación. Que son mujeres en minoría en un mundo de hombres está claro. Sin embargo, las cuatro directoras que aparecen en este reportaje dicen que las suyas no son historias de luchas de género, prejuicios ni machismo asfixiante. Afirman que ascendieron paso a paso, texto a texto, sin mayores dificultades que sus compañeros. Las redacciones que hoy dirigen tienen una presencia de mujeres jóvenes impensable cuando ellas empezaron. Opinan que, si esa generación huye de la idea de que ser mujer es una dificultad añadida, nada impedirá que pronto la cúpula de la prensa en España refleje la realidad de las redacciones.
Inés Artajo tiene un hijo de 19 años. Le asombra, incluso con un matiz de indignación, que todavía le pregunten cómo hace para compaginar la vida familiar con la laboral. «¿Le harían esa pregunta a un hombre que dirija un periódico?», se pregunta. «En ocasiones, cuando repaso la infancia de mi hijo y su adolescencia pienso que me he perdido una parte de su vida». Pero eso no tiene nada que ver con ser mujer. «Escucho a mis compañeros de trabajo, que son hombres, y dicen exactamente lo mismo. Ellos están en el periódico las mismas horas que yo y, por tanto, las carencias de la vida familiar son similares», dice.
«La vida de los periodistas gira las 24 horas del día en torno al trabajo», reconoce. Así que su receta, «lo mismo para los hombres que para las mujeres, es contar con una buena infraestructura doméstica: personas en las que confíes plenamente porque dejas a su cuidado lo que más quieres, que son los hijos».
La directora más veterana es Ana Muñoz, del Diari de Terrassa (50.000 lectores), nombrada en 1988 cuando tenía 27 años. Fue la segunda mujer que entró en la Redacción. «No lo recuerdo como una etapa difícil ni que tuviera que demostrar nada especial por ser mujer», dice. No le impidió lo más esencial: ganarse confianzas y lealtades en círculos de poder que eran y aún son abrumadoramente masculinos. «Cuando éramos tan pocas, incluso era una ventaja ser la única mujer en ciertos ambientes». «A veces te consideran florero», reconoce, «pero si tú mantienes la personalidad la gente se sitúa».
Muñoz opina que la expresión techo de cristal es verdad. «Las que tenemos 40 y tantos somos una generación engañada. Nos dijeron que la vida familiar es compatible con el trabajo. Pero yo pasé una época con sentimiento de culpa. Me parecía que estaba faltando a mi responsabilidad en alguno de los dos ámbitos. Si lo he podido superar es porque mi marido asumió y comprendió la falta total de horarios en esta profesión».
El presidente de la Federación de Asociaciones de la Prensa (FAPE), Fernando González Urbaneja, llama al fenómeno «techo de cristal y paredes de metacrilato». «Existe un techo en la dedicación. Los hombres somos completamente irresponsables todavía en cuanto a la familia». Por ejemplo, le costó captar mujeres para la directiva de FAPE. «Al menos diez dijeron que no, mientras que los hombres siempre tenemos tiempo».
En su opinión, «la inercia es lo que impide que la realidad de las redacciones se traduzca a las cúpulas, y también cierto sentido defensivo de los hombres». Para lograr esa paridad natural, Urbaneja opina que primero «es necesaria una etapa de discriminación positiva».
Paloma Reverte, directora de La Opinión de Murcia desde 1992, pasó por la experiencia de renunciar a ser redactora jefe por ser madre, y aun así, opina que «tener hijos no es un impedimento». Ella volvió a ser madre siendo directora. «Ahora mismo, por ejemplo, tenemos redactoras y hasta jefas de sección con jornada reducida». Pero a pesar de los avances, reconoce: «Si me siguen llamando para entrevistarme después de 13 años es que queda mucho camino por recorrer».
Inés Artajo, sin embargo, cree que ayudas sociales como la jornada reducida pueden también retrasar un acceso de las mujeres a la dirección que podría producirse «hoy mismo». «La mayoría de las personas que se acogen a ellas [las ayudas] son redactoras. El periodismo es una carrera de fondo. Y el trabajo del periodista, ya lo sabemos, es a tarea. No hay reloj ni horarios que valgan. Entiendo y respeto que muchas mujeres opten por acogerse a las medidas legales siempre que sean ellas mismas quienes lo decidan y no obedezca a una imposición familiar».
No hay ninguna mujer directora de un periódico generalista de ámbito nacional. Lo más parecido es Gloria Lomana, la directora de los Servicios Informativos de Antena 3 TV, cuyos telediarios ven más de tres millones de personas. Es la primera responsable de informativos de una televisión privada. Antes de ella, María Antonia Iglesias dirigió los de TVE.
Lomana está casada y tiene dos hijos, de 17 y 14 años. «Desde pequeños me han visto siempre pegada al teléfono y salir corriendo a cubrir atentados», cuenta. Rechaza que las mujeres tengan una visión femenina particular en el periodismo. «Es verdad que somos constantes y minuciosas, como se nos atribuye, pero me parece absurdo que eso sean características femeninas, sino de buen jefe, periodista y profesional».
Lomana pronostica que, dentro de unos años, nadie llamará a una directora de un medio de comunicación para entrevistarla por el hecho de ser mujer. «Más de la mitad de los alumnos de periodismo son mujeres», recuerda. «Nosotras todavía somos el eslabón entre nuestras madres, que no trabajaban, y nuestras hijas, que podrán hacer de todo. En la siguiente generación no existirá este debate».