Las sexmas del olvido
Por algo dice el refranero que cuando marzo “mayea”, mayo “marcea”. La primavera ha entrado con fuerza, pero todavía hay nieve en algunos lugares de Guadalajara. El martes a primera hora, los copos reposan cuajados en los alrededores de Piqueras, un pequeño municipio de 30 habitantes cercano a El Pobo de Dueñas, casi en el límite con la provincia de Teruel, nada menos que a 1.371 metros de altitud.
La carretera de acceso, muy estrecha y parcheada, parece más bien un camino asfaltado y ya escribió Baroja que “todo lo que parece, es”. Las calles están vacías. Muchas casas, aunque muestran buen aspecto, permanecen cerradas. Llueve con avaricia todo lo que no ha caído durante el último invierno seco y áspero. La lluvia incomoda a los foráneos, pero alegra a los de tierra adentro. Saludamos a Mariano Colás: “¡menudo día hemos elegido…!”. Él responde, entre irónico y satisfecho: “el mejor, el mejor de todos”.
Alcalde, pastor y camarero
Mariano Colás es el administrador de la Comunidad del Real Señorío de Molina y su Tierra, conocida como “la Común”. Es un joven de 31 años nacido en Barcelona y llevado a su pueblo con apenas 11 años. Su cara denota una salud robusta. Habla con desparpajo y da muestras de estar al corriente de la actualidad. Asegura leer todos los periódicos locales y muestra su pasión por la historia: “me interesa mucho –cuenta- el tema de la Guerra Civil y de las guerras mundiales”. Además, es alcalde de Piqueras desde 1995, pastor de su rebaño de ovejas y aún le queda tiempo para atender el bar del pueblo, que llevan sus padres, ubicado en la parte trasera de la casa consistorial. En la puerta del establecimiento sobresale un cartel de “Estrella Damm”, la cerveza marca de Barcelona, quizá para hacer honor a los emigrantes de la comarca, que en su mayoría viajaron en los años sesenta hasta Cataluña.
A las once de la mañana de un día cualquiera, hay poco trasiego en Piqueras, por no decir ninguno. Tampoco en los pueblos de su entorno, como Tordellego y Adobes, donde no se atisba un alma por las callejas. Sin embargo, dentro de poco tiempo, estos pueblos se visten de fiesta. Concretamente, la que mañana celebra la Común en Chera, un barrio de la localidad de Prados Redondos.
Esta cita, organizada cada año por estas fechas, tiene un carácter alegre debido en gran parte a que los molineses conservan la austeridad de los castellanos, pero también la nobleza de los baturros. Y no es un tópico: se nota en su habla, en sus maneras, en la forma de canalizar sus reivindicaciones. La fiesta pretende algo más: “dar un poco de caña –en opinión de Colás- y que se acuerden de nosotros”. Porque para la gente de Molina, sus pueblos están “completamente olvidados”.
Carreteras vergonzosas
Las primeras quejas, sin duda, en el capítulo de agravios son las de infraestructuras. O lo que es lo mismo, las pésimas carreteras que en su mayoría jalonan el territorio de la Comunidad. Mariano lo explica de manera gráfica, en cascada, hablando claro: “casi toda nuestra red de carreteras, si se les puede llamar así a lo que tenemos, pertenece a la Diputación, pero están que dan pena, la Diputación cada año recibe más dinero porque somos más población en la provincia, pero nosotros de ese dinero seguimos viendo lo mismo”. La protesta va más allá de las comunicaciones: “estamos viendo un desarrollo brutal en el Corredor del Henares pero lo peor es que estamos viendo que ese desarrollo no se reinvierte aquí, sino que se queda allí, digan lo que digan. Nosotros seguimos recibiendo las migajas de todo, a pesar de que, como me dijo un director de una caja de ahorros, todo el pasivo del capital de los agricultores de Molina, se utiliza para financiar viviendas en el Corredor, nosotros no vemos un duro”. Y advierte: “si de verdad se apuesta por el desarrollo sostenible y porque no desaparezca el mundo rural, creemos que ese dinero debería revertir aquí, para potenciarlo y para conservarlo”.
En este sentido, a principios de abril, la consejera regional de Obras Públicas, María Encina Álvarez, se comprometió con el alcalde de Molina, Pedro Herranz, a mejorar las comunicaciones del Señorío por carretera. Este acuerdo se materializaría, entre otras actuaciones, en el acondicionamiento de la CM-2112, el tramo hasta Alustante puesto que el tramo comprendido entre la N-211 y Tordesilos está terminado. Las obras serían –largo me lo fían, pensarán los sufridos molineses- durante los años 2006 y 2007. Antes, poca cosa, a pesar del estado fatigoso de muchas de estas carreteras. Herranz también trasladó la necesidad de reforzar la CM-210, en el tramo que une Molina de Aragón y Cillas. Y la Junta respondió que “lo estudiará”. Y, por último, también se habló de la conversión de la N-211, que comunica la A-2 con Molina y Teruel, en una vía rápida, buscando la conexión con la futura autovía entre Cuenca y la ciudad de los amantes. De momento, todo tiene que esperar. Pero la realidad se hace acuciante.
Un caso paradigmático es el de Pardos, donde en invierno viven alrededor de 30 personas. Federico Benito Andrés, 71 años, sexmero por este pueblo en la Común, lleva años pidiendo la conexión por carretera de su pueblo con Canales de Molina y casi con la N-211. Son sólo ocho kilómetros, pero nadie aporta el dinero. “No hay manera de que se haga una carretereja, de que se asfalte, así que cuando pasa algo en Pardos, hay que ir desde allí hasta Rueda, de Rueda a Molina, de Molina hasta Rillo y de allí a Canales, hay que dar una vuelta de más de veinte kilómetros. ¡Y cuando vienes lo mismo!”, exclama con acento aragonés. Esta coyuntura se repite en múltiples municipios del Señorío.
Telecomunicaciones
Y si las carreteras están mal, o muy mal, el déficit de infraestructuras en materia de telecomunicaciones no le va a la zaga. El atraso se arrastra desde hace décadas. Tuvo que ser la Común quien financiara la instalación del teléfono en muchos de los pueblos de la Tierra. Entre otras cosas, porque ninguna administración pública se había preocupado lo más mínimo. Así las cosas, Mariano Colás cuenta que “aquí tenemos teléfono fijo de tecnología analógica, internet ni se te ocurra, cuando llega, llega, y si no, a fastidiarse, la banda ancha es inimaginable”. Por no hablar de la cobertura de telefonía móvil: “en el pueblo [Piqueras] no hay cobertura, para llamar hay que subir a los altos, pero tú fíjate, atascados de nieve, como vas a subir con una ventisca a llamar por teléfono, no es lo más normal en los años que vivimos”. Para el alcalde de Lebrancón, José Gómez Navarro, 47 años, “junto a las carreteras, las telecomunicaciones, de todo tipo, son el principal problema que tenemos”.
A mediados de noviembre del pasado año transmitieron estas quejas y otras muchas relacionadas con la situación actual del Señorío tanto a la consejera Llanos Castellanos como al propio José Mª Barreda, presidente del Gobierno regional. Colás, que es secretario de la agrupación socialista en Piqueras, no tiene reparos en pedir lo que haga falta, en elevar la voz incluso ante los suyos y en ir de la mano con alcaldes, no necesariamente del partido gobernante. Los sexmeros transmitieron, por tanto, su protesta al presidente de la Junta por carta y en una entrevista personal. Sin embargo, los resultados no llegan: “hombre, se ven hechos, pero son escasos y puntuales”, matiza Colás. “Si viene un millón, por ejemplo, bienvenido sea, pero es que no se trata de mimarnos, sino de ayudarnos de verdad”. Y piden, piden lo justo y necesario: queda por reformar la red de carreteras secundarias del Señorío, dotar de más medios a los centros de salud y que un lugareño no tenga que subir a los cerros de su pueblo para llamar a sus hijos con un teléfono móvil. “Hay carreteras que son una auténtica vergüenza –sentencia-, mejor estarían como caminos que como carreteras. Queremos que se pringuen de verdad, sobre todo desde Diputación, en un plan de carreteras”.
La ruta del hambre
En muchas ocasiones, quizá en más de las deseadas, las administraciones invierten en cosas que son pan para hoy y hambre para mañana, y que no resuelven en nada la problemática compleja de territorios degradados como el Señorío molinés. De esta manera, hay pueblos en esta zona que tienen un frontón reluciente, fruto de las subvenciones que llegan desde Toledo, al lado de cuatro casas en mal estado y una iglesia derrumbada.
Estas medidas comportan que algunos políticos pretenden empezar la casa por el tejado porque los problemas del Señorío son estructurales, no de tener un frontón remozado o unas farolas más hermosas. Mariano recuerda a Camilo José Cela para evocar lo que algún alcalde llama “la ruta del hambre”: “en Piqueras nació el hambre, en Adobes pasó, en Tordellego hizo noche y en Setiles se quedó”. Produce escalofríos pensar cómo sería la vida por estos lares hace cincuenta o sesenta años. Aunque quizá los pueblos tuvieran más alma. Y mayor gentío. Pero siempre pobres.
Agricultores y ganaderos
Las cuatro sexmas, o sexmos, que forman hoy la Común son la del Campo, la Sierra, el Sabinar y el Pedregal. Antiguamente, se unían las de Moya y Beteta, hoy comarcas de la provincia de Cuenca. “Los problemas son similares en todas las sexmas –asevera Colás- pero quizá siempre predomine alguno sobre otro dependiendo en cual de ellas”. Por ejemplo, las sexmas del Sabinar y del Campo “son eminentemente agrícolas, el turismo se ha desarrollado poco, sin embargo, los pueblos de la Sierra, como Peralejos de las Truchas o Poveda, han evolucionado más, tienen una mentalidad más abierta, eran menos agrícolas y se han espabilado más”. La mayoría de los ciudadanos en los pueblos de la Común viven de la agricultura, donde el terreno lo permite, y de la ganadería. Y, en los últimos años, ha aumentado sobremanera el sector servicios y el turismo. Laura Madrid Jiménez, 38 años, de Corduente, relata que en su pueblo “hay muchas casas rurales abiertas y establecimientos y se nota que el turismo va a más, pero es sobre todo en los pueblos del Alto Tajo o del barranco de la Hoz porque en otros del Señorío el turismo no existe”.
La densidad de la población en la Tierra de Molina apenas alcanza un habitante por kilómetro cuadrado, a niveles de Siberia. Además, es escasa y dispersa. “Esto complica el asunto, ¡y de qué manera! Y luego todo concentrado en Molina porque el señor favoreció la capital en detrimento de los pueblos”, señala Mariano. El carácter del molinés, según los sexmeros, es el de alguien poco emprendedor. Al revés: suele ser resignado y poco bregador para los problemas comunes. “Creo que el momento clave fue los años sesenta del siglo XX, cuando se fue todo el mundo, se pierde el relevo generacional y se frenó el desarrollo que venía del siglo anterior hasta la década de los cincuenta”, describe Mariano demostrando sus conocimientos historiográficos. Ahora la esperanza renace. Con dificultades, pero renace. O al menos el espíritu que la reivindica.
Para colmo de males, tal como avisan los varones, “faltan mujeres”. No es broma, sino realidad. La mayoría de la población molinesa en edad fértil es masculina. Así que los solteros abundan. Ojalá –piensan con melancolía- fuera el principal problema de su tierra.
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RECUADRO
La Común, muchos pueblos y pocos recursos
El Señorío o Condado de Molina es un territorio histórico que comprende uno de los espacios más deprimidos de la península Ibérica. Por su pertenencia a la provincia de Guadalajara desde el siglo XIX, su identidad, en los últimos tiempos, apenas ha ido más allá de una mera consideración geográfica dentro y fuera de sus propias fronteras. Su peculiaridad política resulta curiosa por su historia, funcionando como enclave entre Castilla y Aragón, por el mantenimiento de unas instituciones autónomas desde tiempo inmemorial, por ser el rey de España señor de Molina y por haberse reconocido en la actualidad por el Estatuto de Autonomía de Castilla-La Mancha su potencial autogobierno dentro de la nueva Comunidad Autónoma (Tit.III, art. 29.2c). El Señorío se sitúa a caballo entre una y otra meseta, el valle del Ebro y las sierras prelitorales de la Cordillera Ibérica.
La Comunidad está formada por los 71 pueblos de las cuatro sexmas. “Se creó para evitar el dominio de la ciudad de Molina”, recuerda el alcalde de Lebrancón, José Gómez Navarro. Los miembros de la Comunidad son elegidos por los pueblos. Por ejemplo, Anchuela del Pedregal es un barrio de Molina o Chera de Prados Redondos pero contabilizan igual, aunque no dispongan de ayuntamiento propio. Cada pueblo representa un voto.
El presidente de la Comunidad siempre es el alcalde de Molina, que tiene voz pero no voto. “Esto se arrastra desde el siglo pasado, dejó de existir el señor de Molina y pasó a ser el Rey de España señor de Molina”, detalla Mariano Colás. El alcalde molinés sólo tiene voto en caso de empate. La Común dispone de secretaria, el tesorero-administrador, que es Colás, y dos vocales más como representantes de administración local. El presidente actual aboga por fusionar la ciudad con la Común, pero los sexmeros han rechazado la idea.
6.600 hectáreas
La Común es una institución de ocho siglos que ha contribuido al desarrollo social y económico de la zona. Ayudando a sus gentes, conservando el patrimonio histórico-artístico, instalando el teléfono en los pueblos cuando ninguna administración ni compañía privada se hacía cargo o incluso construyendo una residencia de ancianos en Molina que es emblema de la casa. Además, posee en propiedad miles de hectáreas, como las 6.600 de monte de pino y praderas en Sierra Molina, en Checa; las 1.500 desde Cubillejo del Sitio hasta Hombrados (cabeza de Bétera); 717 en Achuela; 800 en Rillo de Gallo, además de una cangrejera; 200 en Selas y alguna finca más. “Con lo que sacamos de aquí es con lo que hacemos inversiones, pero pedimos a la Junta que nos garantiza mayor capacidad de recursos económicos para no depender de la rentabilidad anual de la resina o de los pastos cada año”, relata Mariano. “No somos ‘abertzales’ ni nada parecido. Somos castellanos, de Molina. No reclamamos ningún hecho diferencial, eso es cosa de ricos, a los pobres de Castilla no se nos ocurren esas cosas”.
Programas europeos
La Comunidad del Señorío es la agrupación gestora los programas de desarrollo rural en la comarca: el Leader, el Leader II y ahora el Leader Plus, que se encuentra en fase de ejecución. El ex responsable de desarrollo rural castellano-manchego, Miguel Chillarón, les dijo a los sexmeros que “eran un ejemplo de funcionamiento de un Leader”. Sin embargo, el territorio afectado para aplicar el programa no fue aprobado por la Administración regional y tuvieron que ampliarlo incluyendo a los pueblos cercanos a Alcolea del Pinar, más allá de Selas, que es el viejo límite del Señorío de Molina. “Conquistamos los territorios de Alcolea”, recuerda Colás con sarcasmo.
En la actualidad, los sexmeros que forman parte de la junta de apoderados de la Común son los que siguen, además de Pedro Herranz, presidente, y Mariano Colás, administrador: Benigno Pascual García López, 39 años, de Orea (sexma de la Sierra); David Herranz Ramiro, 28 años, concejal en El Pobo de Dueñas, y José Luis Martínez Moreno, 35 años, de Prados Redondos (ambos de la sexma de El Pedregal); Francisco Larriba Alonso, 52 años, alcalde de Tartanedo y Federico Benito Andrés, 71 años, de Pardos (ambos de la sexma del Campo); y Laura Madrid Jiménez, 38 años, de Corduente y José Gómez Navarro, 47 años, alcalde de Lebrancón (ambos de la sexma del Sabinar). Como se aprecia en las edades, la Común combina experiencia con juventud, y lo hace deliberadamente porque renueva la mitad de sus ocho miembros cada seis años.