AVE, ¿PASADO O FUTURO?
Parece mentira que el mismo país capaz de exportar los trenes Talgo sucumba ante el fiasco de una de sus líneas de alta capacidad. No sé si lo saben, pero el tren articulado ligero que un día revolucionó el mapa ferroviario español es utilizado actualmente en la frontera kazaja y en otros puntos del este como instrumento para unir miles de kilómetros de la estepa siberiana. Creo que también en Estados Unidos llegaron a proponerlo como un modelo en su especie. Sin embargo, por azares de los ingenieros técnicos y de los ministros incompetentes, en estos momentos España no puede sacar demasiado pecho en lo que se refiere a la construcción de sus líneas de alta velocidad por ferrocarril. Son conocidas como AVE (Alta Velocidad Española), aunque últimamente parece que se le ha caído la E que enciende las hogueras patrióticas. Incluso hay quien se fija más en ese detalle anecdótico que en aquello que se me antoja verdaderamente sustancial, es decir, el fracaso técnico de habilitar un AVE en el que no sólo merece suprimirse la E, sino también la primera inicial, habida cuenta de las velocidades que alcanzan todos menos el de Sevilla. Con 150 kilómetros por hora, los japoneses fabrican un juguete. Y se montan una juerga si es preciso a costa de la ingeniería ibérica. O española, no se vayan a enfadar los del PP.
El caso es que, ante la puesta en marcha del tren veloz –aceptemos denominación como metáfora de compañía- entre la capital española y la castellano-manchega, en Aragón se han puesto a trinar. Y no les faltan argumentos: exigen la misma frecuencia de trenes y, sobre todo, la equiparación de sus tarifas. O sea, que bajen los precios de un AVE que, en realidad, es un Altaria mal reconvertido. En Guadalajara, como gobierna el Partido Socialista todo lo habido y por haber, casi nadie levanta la voz. Unos, lo del PP, porque tienen mucho pasado que esconder. Y otros, los del PSOE, porque donde dije Diego, digo Diego, o lo que es lo mismo, que todas las promesas electorales en torno a esta materia se han desvanecido como la ilusión de los alcarreños, sobre todo los que viven en el sur de la capital, en disponer de conexión directa con la estación de Atocha. Una de las últimas respuestas del senador Palacios a los dirigentes populares ha sido de traca: la culpa de todo es de Álvarez-Cascos, ha venido a decir. Y fustigando el pasado lo solucionamos todo.
Me parece muy bien que los cargos públicos del PSOE en la provincia critiquen la anterior gestión del ministro de turno o de quien corresponda. Pero no es presentable anclarse en historias cuando de lo que se trata es de afrontar el presente y, si es posible, aunque ya es pedir mucho dada la talla de nuestros representantes, advertir el futuro. La estación de Yebes está en la quinta curva, las tarifas se han subido a la parra, la competencia con los Civis y Cercanías sencillamente no se sostiene, la conexión con Barcelona se dilata y esto repercute en las comunicaciones entre empresas, y la gente sigue mirando a Madrid más que al valle del Ebro, cuna natural del negocio que mejor pueden explotar las industrias del Corredor del Henares con la llegada de esta infraestructura. El AVE que ahora circula por Guadalajara es un desastre, de acuerdo, pero somos de las pocas provincias en disponer de este servicio. ¿Conclusión? Hay que luchar activamente, y no sólo firmando manifiestos –esto va para el alcalde Alique-, para conseguir mejorar el mismo. No son de recibo las críticas del Partido Popular, que dejó el tema echo unos zorros aunque creara la vía, pero tampoco agachar la cabeza como hacen los socialistas. Si Juan Pablo Herranz se hartó de pedir lanzaderas cuando estaba en la oposición, hay que preguntarle qué ha hecho en dos años por conseguir este objetivo desde su puesto de subdelegado del Gobierno. Y así con el resto, incluidos los señores de la Junta de Comunidades, que están muy contentos con el AVE toledano y con los lanzaderas que circulan hasta Puertollano y Ciudad Real, pero que no han movido un dedo para lograr lo mismo en la capital de la Alcarria.
Más allá del negocio y el pelotazo especulativo desarrollado en Yebes (recientemente El País le dedicó un reportaje por ser un caso insólito en el Estado), la ubicación de la estación ya no tiene remedio. Sí lo tiene, en cambio, bajar los precios y mejorar la frecuencia de trenes. Según las informaciones que ha recogido la prensa nacional en los últimos días, las lanzaderas a Calatayud podrían estar circulando en el segundo semestre de 2006. ¿Afectará también esta medida a Guadalajara? Pregunta de oro para nuestros ínclitos políticos.