ulio Fuentes, un legado de un periodista de verdad
El temor se convirtió ayer en realidad al confirmarse el fallecimiento de nuestro compañero Julio Fuentes tras la recuperación de los cadáveres de los cuatro periodistas asesinados entre Jalalabad y Kabul. El dolor profundo que esta muerte, tan cruel como injusta, ha provocado en la redacción de EL MUNDO y que se extiende bajo forma de una verdadera conmoción social se tiñe de recuerdo, de reflexión y de respeto en torno a este periodista de pura cepa, excepcional corresponsal de guerra al que movía, aún más que su ambición de comunicar las noticias antes y mejor que nadie, su compasión por las víctimas.
En ese análisis retrospectivo nos encontramos con que nos queda un gran legado profesional de quien se definió a sí mismo como «soldado del periodismo». Como tantas veces sucede, en el fragor diario del periódico dábamos por descontada la lección constante de Julio Fuentes. Y ahora es cuando la ausencia de quien fue uno de los fundadores de este periódico se vuelve acuciante.
Un periodista de hoy no puede contentarse con ser eso que dice el cliché, notario de la actualidad. No puede narrar en fría sucesión el qué, el quién, el cómo, el dónde, el cómo o el porqué de la noticia. Debe servir a la sociedad, al público lector que es también público votante, resaltando los abusos, las injusticias, los delitos. Pero debe hacerlo desde el respeto por los hechos y los datos, sin ínfulas panfletarias. Julio Fuentes creía ante todo en que el periodismo puede, si no cambiar el mundo, sí al menos hacerlo un poco mejor, y llamaba a ese ejercicio de equidad «un término medio en la información». Y él lo sabía encontrar. Su compromiso con los más débiles -aquellos niños a los que protegía en Sarajevo-, su obsesión con el servicio a los demás, le sirvieron para propiciar una vida mejor en Bosnia. Pero en Afganistán unos asesinos infrahumanos truncaron su última campaña.
Ni él ni sus compañeros hoy muertos ignoraban el peligro ni, como algún atolondrado ha dado a entender, pecaron de temeridad. La asunción del riesgo es la dura pero insoslayable regla en los grandes conflictos del periodismo de primera fila, del que intenta ir más allá de los manipulados partes oficiales para que, justamente, la verdad no sea la primera víctima de toda guerra. Esta vez, el precio pagado fue terrible. El heroísmo de este grupo de periodistas sitúa hoy en su verdadero lugar la labor, tantas veces trivializada, del enviado especial: modestas recompensas materiales, vida azarosa, pero impagable servicio a la sociedad.
Si la opinión pública sigue confiando en el verdadero periodismo frente a la inanidad del periodismo-espectáculo que practican algunos medios es porque tiene el ejemplo de algunos periodistas de verdad. Como Julio Fuentes. Un espejo en el se puede mirar la nueva generación de profesionales.