EL PACTO ALIQUE-BADEL
Se ha cumplido el ecuador de la legislatura en el ámbito municipal, y las dudas empiezan a disiparse y los análisis comienzan a aflorar. Tanto a nivel político, como periodístico. Quedan dos años para que vuelva el circo de las elecciones y el equipo de Gobierno del Ayuntamiento de Guadalajara no parece que se resienta demasiado, a pesar de su carácter heterogéneo. No obstante, en caso de romperse, al PSOE puede que siempre le quede algún michelín “popular”. Y ojo porque no es un cábala inverosímil, dado el vía crucis por el que atraviesa la oposición.
A la hora de hacer balance de gestión, quizá lo primero que cabe recordar es que un acuerdo entre la segunda fuerza más votada y la tercera para desbancar a la primera es tan legítimo como dirigir una institución desde la mayoría absoluta. En democracia, no siempre gobierna el que más votos obtiene, sino el que demuestra mayor capacidad para sumar alianzas. Dicho lo cual, el matrimonio entre Alique y Badel, o entre Badel y Alique, el orden de los factores no altera el protagonismo, pienso que ha logrado imprimir al Ayuntamiento un ritmo bastante más activo que el de sus predecesores. Se hacen cosas. Puede que mal, o muy mal, pero al menos no se transmite una sensación deprimente de parálisis. Eso no quita para que los cónyuges puedan incurrir, por separado, en fallos garrafales. Por decirlo sin ambages: ni el alcalde da la impresión de tener altura de miras, sobre todo en temas fundamentales como el urbanismo o las infraestructuras, es decir, allí donde se decide el modelo de ciudad; ni el primer teniente de alcalde guarda siempre las formas. Sin ir más lejos, cuando en una entrevista publicada en “Guadalajara Dos Mil” llamó “paletos” y “miserables” a los miembros de la oposición. Lógicamente, se equivoca. Porque insultando a la oposición falta al respeto a la media ciudad, o más, que les apoya. El lenguaje de un concejal sin gobierno no puede ser el mismo que cuando se ocupan responsabilidades de gestión. Esto es de cajón, pero parece que algunos siguen sin entenderlo.
Así que, ante tales excesos, tanto él como su socio sería mejor que se preocuparan de solventar sus diferencias (servicios municipales y empresa del suelo) y de materializar aquellos proyectos que publicitan como hechos consumados: las viviendas de la Estación, el plan del casco histórico, el desdoblamiento del puente árabe, la conexión de los polígonos o las áreas de juventud del Fuerte. A pesar de las promesas, las obras han transformado determinados barrios y los ciudadanos observan nítidamente que en el ayuntamiento, aquí y ahora, hay gente que trabaja. Insisto: puede que a veces de manera no excesivamente afortunada, pero cualquiera puede comprobar como se materializan proyectos que antes ni se contemplaban. En el debe, sobre todo, la subida de impuestos por encima de los precios.
Al margen de la gestión diaria, políticamente, el pacto municipal de gobierno goza de buena salud porque el Partido Socialista e Izquierda Unida, unidos en régimen de separación de bienes, han encontrado en el Partido Popular un excelente cómplice de su enlace. Dicen que no hay cosa que más una que enfrentarse a un enemigo común. La duda consiste en saber si la pareja que se apellida progresista caerá en la relajación, en la monotonía o en la vulgaridad, mientras el adversario siga perdido en los cerros del Sotillo. Si no hay motivación, la chispa se apaga.