Libros

3 octubre 2005

Tres libros sobre “el mejor oficio del mundo” para profesionales de la información pero también para todos los lectores

Periodismo: «buscar la verdad y exponer la mentira»

"Días de papel", de José Luis Gutiérrez - "Mentiras. Viaje de un periodista a la desinformación", de Xavier Mas de Xaxàs - "Memorias: confieso que soy periodista", de Josep Pernau
GUADALAJARA DOS MIL, 16-09-05
Raúl Conde

Comparten una característica común los tres volúmenes reseñados en este comentario: la pasión de sus autores por un oficio –el periodismo- y, más concretamente, por la prensa escrita. Los trabajos de Mas de Xaxàs, Pernau y Gutiérrez, tres maestros del género pertenecientes a tres generaciones diferentes, presentan el olor de la solvencia de quien se ha pateado decenas de redacciones y ha conocido el trabajo de campo, desde abajo hasta arriba, en una profesión cuya trayectoria puede resultar vertiginosa. El primero de ellos confiesa que “los periódicos crean adicción”. Y propone, ya en el prólogo, que la actividad cívica de los profesionales de la información debe ser “buscar la verdad y exponer la mentira”. Resulta paradójico concentrar en tan pocas palabras la inmensidad de tal tarea.

Xavier Mas de Xaxàs es uno de los periodistas catalanes más brillantes del momento. Trabaja desde siempre en La Vanguardia. Ha sido corresponsal en Washington y ha cubierto la caída del muro de Berlín, el avispero de los Balcanes, la primera guerra del Golfo y el conflicto de Chechenia. Es un periodista joven, pero baqueteado. Y su pluma deja traslucir esta experiencia, fruto además del “seny”, es decir, el sentido común y la ética cuyo código deontológico predomina en el panorama de la comunicación en Cataluña. El libro disecciona las miserias del oficio, pero sin humillarlo. Y sin buscar culpables. Omite referencias a particulares –sean periodistas o periódicos- y trata de buscar un sentido didáctico a las páginas.

“Mentiras. Viaje de un periodista a la desinformación” es un libro sólido, con peso. El periodista encontrará una herramienta fabulosa para enfrentarse cada mañana a su trabajo. Y el público en general descubrirá como los periodistas fabrican mentiras, a veces incluso hasta sin querer. Sin querer evitarlo, claro. Primero recuerda: “Las personas que leyeron las ediciones de urgencia que la prensa española sacó a la calle la tarde del 11 de marzo de 2004 pensaron que la masacre de Madrid era más obra de ETA que de Al Qaeda”. Luego se pregunta: “¿Fueron mentiras lo que publicaron los medios en estos caso o es más correcto hablar de errores?”. Xaxàs diserta sobre el pensamiento único, el “miedo a saber”, los tabúes y rumores, los vicios de la profesión y algunas técnicas experimentadas. Y alerta: “la rutina es uno de los grandes peligros del periodismo. Nos empuja a quedarnos sentados en la mesa, con los mismos ojos clavados en la pantalla del ordenador, releyendo los titulares habituales, reduciendo el mundo a un mapa bidimensional de cinco columnas”. El volumen se completa con un apéndice sobre los principales medios de comunicación de España y del mundo. Y con un relato de ficción, muy entretenido, en el que el periodista pasa “un día malo y otro bueno en la vida profesional de un periodista”.

Escritura de nivel

El libro que firma Josep Pernau también destila pasión por un oficio que los tres autores comentados califican como el “mejor del mundo”. Pernau se jubiló en recientes fechas después de 48 años de trabajo, pero sigue escribiendo una columna diaria en El Periódico de Catalunya. Tiene un estilo propio: escribe tranquilo, poniendo los puntos sobre las íes, pero con sosiego. Es uno de los periodistas de la prensa española que critica con mayor elegancia. Sus memorias, que aparecen ahora en castellano después de publicarse hace un año en catalán, son una delicia y un pozo de sabiduría para los neófitos de la profesión. “Si eso se adereza –añade Jorge M. Reverte en el prólogo- con una escritura primorosa, de alto nivel, la diversión está garantizada”.

Nació en Lleida el día de San Esteban de 1930. Le tocó vivir, por tanto, tiempos duros para el periodismo, durante el franquismo y durante la alocada Transición. El autor escribió en El Correo Catalán, en el Diario de Barcelona, en Tele/eXpres y, finalmente, en buque insignia de la factoría del grupo Zeta. Su historia personal es la de una parte fundamental del periodismo catalán y español de posguerra. La tragedia de la muerte de su padre, la dureza de un tiempo oscuro, la censura, las ansias de política y “el sueño –escribe en la dedicatoria- de que el futuro podía ser mejor para el país y para la profesión. Los hechos les dieron la razón”.

Nostalgia de la Transición

Contrasta la alegría de trabajar que mantiene el veterano periodista catalán con el sabor agridulce que transmiten los Días de papel de José Luis Gutiérrez (el Erasmo que firma sus comentarios crípticos en El Mundo). Un periodista que de dirigir Diario 16 y estar en la cresta de la ola del antifelipismo y del “sindicato del crimen” pasa a ser un editor de una revista de libros es hasta cierto punto lógico que conserve un regusto amargo de su oficio. Pertenece a una generación de periodistas –Cebrián o Martín Prieto entre ellos- que creyeron que, muerto el dictador, se acabó la rabia de la censura. Y, sin embargo, ellos mismos empezaron a descubrir pronto las filigranas de la presión política y económica. Algunos de los coetáneos de Gutiérrez conservan un poder fáctico en el periodismo español de nuestros días, pero otros, como el mismo autor, están de capa caída. Trabajan dignamente, pero sin la furia de quien capitanea un diario de vanguardia.

En cualquier caso, las experiencias de Gutiérrez son aleccionadoras. Es posible que rezuman excesiva nostalgia, y quizá por ello no sean especialmente objetivas, pero sí mantienen el vigor de una época ilusionante de nuestro periodismo. El autor rescata una etapa apasionante, pero sin ocultar las decepciones del presente. Una obra que combina elementos de la autobiografía y el libro de memorias, pero que sin embargo pretende ser una aproximación sentimental a “algunos de los avatares mediáticos de estos últimos 25 años” de los que ha sido testigo y protagonista directo. Además, el autor da muestra de su particular tendencia a “contar más cosas de las que aconseja el pensamiento políticamente correcto”, algo que, dice, le ha supuesto más de un sinsabor en los últimos años de trabajo. De esta forma, se evoca la desaparición de la revista histórica “SP”, la fundación -junto a Juan Luis Cebrián e Ignacio Camuñas- de la revista Gentleman; la aparición de otra revista inolvidable, Cambio 16, o la historia de Juan Tomás de Salas al frente del Grupo 16. En un chat reciente le preguntaron si un periodista nace o se hace. Él contestó: “las dos cosas. Hay unas características innatas: el sentido de la curiosidad, de la justicia, el trabajo extenuante…después, hay que formarse intensa, concienzudamente, aprender idiomas, viajar, meter la nariz por doquier… estudiar mucho, escribir más y hacerlo cada vez mejor…es algo apasionante”.