Ladrillos
De la misma forma que los petrodólares han hecho posible que Bush revalidara la presidencia del Imperio, los políticos de Guadalajara, que tienen una altura intelectual mucho mayor que la del jefe del mundo, parecen títeres al servicio del ladrillo. De hecho, debemos reconocer que todos somos esclavos del ladrillo. No porque la mayoría de ciudadanos invierta en bolsa o le interese el sector de la construcción. Simplemente, porque está en juego un derecho constitucional y, más aún, una necesidad básica: vivir debajo de un techo. Esto, ya lo sé, es una perogrullada, pero conviene repetirla en un país idiotizado por la sordidez televisiva y la propaganda de los gabinetes. El tema rondaba por mi cabeza el otro día, justo cuando tomaba un vino y unas patatitas sentado en el sofá de mi casa. La anécdota no es estéril porque es en esos momentos cuando uno dice aquello de “que se caiga el mundo, que yo soy feliz”. Pero no. La realidad se impone y los bloques de edificios hipotecan la gran mentira de la economía. O sea, que los amos son los señores del ladrillo. Y a partir de ahí, todo lo demás: los hoteles, las fundaciones, los restaurantes, la cultura, los periódicos. Es decir, la vida. El pasado miércoles, los amantes alcarreños de la corbata vivieron en éxtasis. Primero, abrieron boca con la primera piedra de una ciudad de la que sólo sabemos que van a vivir 30.000 madrileños a los que, casi con toda seguridad, les importa un pimiento Guadalajara. Después, siguieron con la firma publicitaria del convenio del Fuerte, “un hito en la ciudad” infectado por los discursos hueros y la inversión todavía no aclarada. Para rematar el día, una constructora presentó “en sociedad”, dicho en lenguaje casposo, un concierto presidido por la Reina y a favor de los enfermos de alzheimer. Cosa loable, ciertamente, aunque no deja de llamar la atención de qué manera los ladrillos, y no los pensadores o los artistas, marcan el devenir de nuestra existencia. Y entonces cualquiera puede entender que Bush sea presidente de Estados Unidos y que Bono, Barreda y Alique alcancen el nirvana rodeados de capitalistas.