SIN OLVIDO

Henares al Día, Septiembre 2005
Raúl Conde

Mira por dónde, ha sido un torero, maestro de un arte tantas veces vilipendiado, el que le ha dado una soberbia lección al alcalde de Guadalajara. El diestro César Jiménez se encerró el pasado domingo 4 de septiembre ante seis toros en Aranjuez. Los fondos que recaudó van a ser donados –hecho imagino que consumado cuando este artículo vea la luz- a la plataforma Monte y Vida, que trabaja en pro de la zona de los pinares del Ducado y del Alto Tajo, que el pasado mes de julio sufrió el azote del peor incendio ocurrido en suelo español en los últimos quince años.
No creo en la beneficencia. Creo en la solidaridad. Por eso nunca doy un euro a los que piden en el metro pero he sido voluntario en varias ocasiones. Por eso no comulgo con las ruedas de molino de nuestro Iglesia, pero defiendo un sistema político y económico más justo. Sin embargo, confieso que en algunos momentos son necesarios gestos benéficos, aunque encubiertos de una solidaridad ególatra, no para desencallar problemas estructurales o coyunturales, sino para mostrar nuestro respeto, nuestro dolor y nuestro humilde esfuerzo. Leo en ‘El Mundo’ a César Jiménez: “la magnitud del incendio y las graves consecuencias tanto personas como naturales hicieron que me sensibilizara mucho con el tema. Sé que con este festejo benéfico no se van a arreglar las cosas pero quiero poner mi granito de arena. Creo que todos somos un poco culpables de lo sucedido y he querido ayudar en la medida de lo posible” (3-9-05). Y con esto ya ha salido a hombros de la plaza antes de empezar a repartir verónicas.
Por desgracia, el equipo de gobierno capitalino no ha seguido el ejemplo taurino tan reciente. Alique y sus concejales respectivos presentaron el programa de Ferias de este año durante la última semana de agosto. Además de ser continuista, muy flojo en lo musical y rayano con lo mediocre en otros pasajes, tenía el defecto de no contener ningún acto alusivo al incendio. ¿Solucionaría los problemas creados a raíz de éste que el Ayuntamiento de Guadalajara hubiera mostrado de forma explícita, más allá de las declaraciones oficiales, su solidaridad con las víctimas? Evidentemente, no. Pero sí subrayaría el dolor de la capital por los once forestales caídos en acto de servicio, algunos de los cuales eran vecinos suyos.

La falta de reflejos del Consistorio de la capital es un paradigma del peligro en el que podemos caer todos. O sea, el olvido. El olvido de los once fallecidos y las 13.000 hectáreas calcinadas. El olvido de las lágrimas de las familias afectadas y de todos aquellos que han visto cómo desaparecía una parte sustancial de sus vidas. El olvido de los pueblos y de los que han perdido recursos como consecuencia del fuego. Se empieza por un devaneo político y se acaba en la estulticia de una comisión de investigación. Y así es difícil que la gente saque algo en claro, entre tanta maraña partidista y entre tanto incompetente suelto por los despachos de Dios.

El gesto de César Jiménez y el contrapunto del Ayuntamiento de Guadalajara son los vértices del día siguiente al incendio. Si el personal cae en el olvido, o en la indiferencia, pienso que se debe sobre todo a la trifulca política. Unos dicen que todo funcionó correctamente, pero ya nadie puede reavivar los cadáveres ni pronto crecerán nuevos pinos. Y otros afirman que todo falló, que fue una cadena mortal de errores, pero tampoco los medios disponibles garantizan que con ellos gobernando no hubiera ocurrido exactamente lo mismo. Izquierda Unida ha pedido a la Junta que profesionalice el trabajo de los retenes y les amplíe el contrato hasta los doce meses, “lo que les permitiría realizar trabajos de selvicultura en invierno”. Al menos es una propuesta. Hace pocos días pude hablar con una retenera que vive y trabaja en la sierra norte. Sigue hundida. Conocía a muchos de los fallecidos. Me dijo que está dispuesta a llegar hasta el final con tal de que se esclarezcan los hechos que condujeron al fatal siniestro. Mostraba una sonrisa entre irónica y triste cuando le comentaba algunas de las cosas que se habían dicho en la comisión de las Cortes regionales. Y asegura muy rotunda: “no es verdad que fueran inexpertos, sabían donde se metían pero nadie escuchó antes las llamadas que pedían más medios para apagar el incendio”.

Ahora, después de la tragedia, han llegado las indemnizaciones, aunque quizá escasas, y también las prohibiciones en relación al uso del fuego, la circulación de personas y de vehículos de motos por zonas forestales. Pero ya es tarde. La retenera avisa: “es verdad que somos pocos los que vamos a seguir hablando, a la mayoría les van a callar la boca, pero aún nos queda ética para seguir”. No olvidar, no olvidar nada, sobre todo para no volver a repetir.