El drama, sin ira
Es un hombre alto, flaco y con un cabello largo y rizado. David Nuevo, madrileño de 30 años, lleva nueve días en huelga de hambre en protesta por el olvido. El olvido de la Administración, de los políticos y de buena parte de la sociedad ante los hechos trágicos que se desencadenaron en los pinares del Ducado. Fueron cuatro días en el infierno. Murieron 11 miembros del retén de Cogolludo. Eran compañeros suyos, colegas de trabajo. Entre los fallecidos estaba Mercedes Vives, su pareja. Ahora, cuando le preguntan por el futuro, se encoge de hombros, cruza los brazos y mira de lado, al horizonte, con dudas, con muchas dudas, pero también con esperanza.
«Estoy bien, un poco más cansado que en los últimos días, pero bien», confiesa cuando le visitamos en su séptimo día de ayuno. «Nunca había hecho esto pero ahora la situación lo requería, se estaba empezando a olvidar todo, a tapar el asunto y tenemos que decir que no, que se sepa la verdad, que se asuman responsabilidades y a partir de ahí aprender todos sobre la dinámica de los retenes forestales». Asegura sentirse «con mucho ánimo, físicamente me noto peor, busco la silla y la sombra»
Tranquilo y firme
David permanece en ayuno en solitario desde el pasado jueves día 7, acampado en la puerta de la delegación de Medio Ambiente de la Junta, en la avenida del Ejército. A su alrededor, una mesa para recoger firmas y varias pancartas pidiendo «dignidad, justicia y respeto» y mofándose de la comisión de investigación: «Ja, ja, ja». David descansa en una silla de las que se utilizan en la playa. Viste el mono amarillo propio de los reteneros y no se separa de su mochila, varias botellas de agua y un paquete de Fortuna. Mientras, atiende llamadas en el móvil y accede con talante a las preguntas de los periodistas. «Sí, la verdad, es que estáis viniendo mucho y os lo agradezco», aclara.
De forma esporádica, a ratos, recibe el apoyo de algunos de sus compañeros, pero él es el único que aguanta en vigilia de forma ininterrumpida. Habla muy tranquilo, sin alterarse, y razonando todos sus argumentos. Con tristeza, pero sin ira. Con valentía, pero sin agredir. «Si supiera que esto no vale para nada, no estaría aquí, me hubiera quedado en mi casa, no es un acto de rabieta contra algo, espero que sirva de base para se empiece a mover algo».
La gente de Guadalajara, según cuenta, no le ha dejado solo, aunque la mayoría de ciudadanos pasan olímpicamente. Él no lo quiere reflejar así, y se excusa: «hombre, hay que entenderlo, son días complicados, estamos en Ferias…». Pese a todo, las peñas le han mostrado su cariño y decenas de personas han firmado ya el manifiesto de apoyo para que el asunto no caiga en saco roto. La paradoja de todo, quizá, es que una sociedad tenga que llegar a tal extremo justo a las puertas del edificio donde, precisamente, se toman las decisiones en la materia. «No han salido a verme aposta», confiesa en referencia a los políticos y técnicos que cada mañana acuden a trabajar a la delegación. «Pero nos hemos cruzado con el delegado y el jefe del servicio salió y hablando nos dijo algo que es una falta de respeto a las familias, como es sostener que el lunes había los mismos medios que el domingo en el incendio».
«No nos llamaron»
Después de trabajar en el retén de El Vado desde hace cinco campañas, a David no le sorprendió la magnitud del incendio originado en la Cueva de los Casares. En seguida atisbó la tragedia. Y pronto puso a disposición de los equipos de extinción el trabajo del retén al que pertenece. Pero, tal como relata, no sirvió para nada:
-El incendio se inició el sábado 16. Yo ese día debía librarlo, pero trabajé. Nos avisaron de que había un incendio muy grande en la zona de Molina. Vimos unos helicópteros, al atardecer, a las nueve de la noche, creíamos que nos iban a mandar al fuego. Hubiese sido lo más normal. Si es un incendio grande, lo lógico hubiese sido movilizar a todos los medios. Y ese día, a las nueve de la noche, pues nada, a casa. Sin novedad y hasta mañana. Eso ya nos extrañó. Esa noche pensamos que dormiríamos intranquilos porque nos llamarían para ir allí, pero fue una noche normal. Luego el domingo por la mañana tampoco llamaron, comimos, por la tarde llamaron al retén de Cogolludo por la emisora, a las tres de la tarde. En ese momento pensamos que nos tocaba. Llamé por la emisora, avisé que habíamos comido y ofrecí el trabajo del retén del Vado en el que estoy yo. Pero nos dijeron que no nos moviéramos.
El fuego siguió avanzando. El sentimiento de impotencia creció en David y sus compañeros. «Te vas enterando de cosas, contradicciones, qué ha pasado, al día siguiente tuve un fuego…». Las horas siguientes fueron penosas. Probablemente también inolvidables. Le preguntamos cuanto tiempo llevaba junto a Mercedes. «Eso es irrelevante», contesta. Prefiere denunciar la precariedad laboral con la que trabajan los reteneros. «Hacen contratos de junio a septiembre, apagar incendios en España no es una profesión, es una cosa que hace cualquiera que se quiera apuntar en verano para sacarse un dinero, lo lógico es que los montes estuvieran protegidos por profesionales». Al hilo de este debate, en cuanto a los pueblos afectados, agrega: «Sabemos que tenemos la simpatía y el apoyo de los alcaldes, sobre todo a nivel personal más que institucional». ¿Qué opina del apoyo expresado por los alcaldes a la profesionalización de los retenes forestales? Respuesta de David: «¿ah, pero es que lo apoyan? Hombre, la verdad es que la profesionalización de los retenes debería preocupar no sólo a los ayuntamientos, sino a toda la sociedad.»
Medidas técnicas
Ahora, después de dos meses desde el fatídico 17 de julio, David Nuevo se ha convertido en el símbolo de la resistencia a la desmemoria. Él, bastante cauteloso, rechaza la posible utilización que del drama hayan podido hacer la derecha y sus adláteres en los medios de comunicación. Y prefiere abandonar el discurso de los partidos políticos para exigir medidas útiles:
-“Yo me muevo más en términos técnicos, no quiero entrar en política. Ahora bien, de lo que dependa de la Administración, debe tomar conciencia que estamos ante un problema nacional. Nosotros hemos puesto los muertos, pero esto podría haber ocurrido en cualquier otra parte de España. Debería concienciarse de los incendios forestales. A nivel ciudadano no se demanda una protección mayor, y a nivel institucional, hay falta de presupuesto, falta de medios y falta de coordinación. Los montes no se protegen solos. Y de cara a este caso, la Administración debe hacer justicia, depurando responsabilidades. Lo que diga la ley”.
Ni rabia ni impotencia
Es posible que los dos últimos meses hayan sido los más dolorosos de su vida, pero David se mantiene íntegro. Rezuma tristeza en sus palabras, pero subraya que no le invade preferentemente ningún sentimiento de ira, de rabia ni de impotencia. «Es un cúmulo de todo –reconoce- estando aquí no tengo ira ni tristeza, aquí estoy arropado por las familias, compartimos nuestro dolor y es un acto reivindicativo. Quizá cuando estoy en casa, solo, me sale más la ira». Ante todo recalca la importancia de expulsar el dolor que lleva dentro. Llorar, como reír, es una experiencia colectiva. Y hablar, reflexionar. Compartir las penas. Afrontar el presente. «En casa no se podía estar viendo lo que pasa, las familias no podíamos quedarnos en casa viendo las declaraciones que hace la gente en la tele, estábamos alucinados».
Este sábado se leerá un comunicado para cerrar el ayuno de David y se organizará un festival en señal de solidaridad por las víctimas. Después, el día 17 de cada mes, él y sus compañeros seguirán concentrándose en el mismo lugar. «Para recordar –matiza- que seguimos pendientes, que estamos aquí, que no hemos olvidado».