«Si tenemos un vocabulario pobre, tendremos ideas pobres» (I)
–¿Es usted un purista de la lengua?
–No, en absoluto. Ésa es una palabra que se asocia a alguien conservador. La lengua evoluciona y hay muchas palabras que van cambiando su significado. Lo que sí creo es que la lengua que se utiliza en los medios de comunicación está sufriendo un gran deterioro por la entrada de anglicismos que acaban con palabras más ricas que ya existían en español. Pero, más que un purista, me considero un ecologista más de la lengua. Es curioso que ser un ecologista de la lengua no parezca progresista o prestigioso y que sí lo sea el que se dedica a tratar de preservar los ríos o los montes. La lengua es un patrimonio común y también hay que procurar que no se deteriore.
–Pero la frontera entre la innovación y el deterioro de la lengua es un tanto difusa.
–Sí, claro. Innovaciones hay muchas y muy ricas. Sobre todo desde América. Pero son innovaciones que utilizan los propios recursos de nuestra lengua. Permiten que nos entendamos todos. Cuando fui por primera vez a Colombia, me dijeron: ‘No vaya usted al aeropuerto por esa avenida porque encontrará un trancón’. Yo habría dicho atasco, pero entendí perfectamente a qué se referían. Identifiqué sus genes. Esa evolución desde dentro me parece riquísima y muy grata al oído. Hay otra evolución del lenguaje que consiste en importar anglicismos, y la inmensa mayoría de esos anglicismos designan conceptos, ideas u objetos que ya tenían su palabra en castellano.
–Liderar, por ejemplo.
–Tienes dirigir, encabezar, acaudillar, pilotar, presidir. Y se usa tanto liderar que se acaba con esas otras, que son más ricas y tienen más matices. O decimos cúter en lugar de fleje, lanceta o bisturí. Ésas son las palabras depredadoras que me parecen preocupantes. Deterioran el idioma, porque nos quitan matices y en el fondo nos quitan ideas. Sólo se puede pensar con palabras. Cuantas más palabras tengamos, más posibilidades de inteligencia tendremos. Si tenemos un vocabulario pobre, tendremos ideas pobres.
–Ese proceso de pérdida de palabras, ¿está más acentuado ahora que hace unas décadas?
–Estamos en una época en la que los medios de comunicación contribuyen a perder muchas palabras, pero creo que con el tiempo se recuperarán. Incluso estamos asistiendo ahora a fenómenos de recuperación de palabras. Los jóvenes dicen ‘la chupa’, que es una palabra que se utilizaba en el siglo XVI. Las palabras incluso se adaptan a las nuevas realidades. Vas a un hotel y te dan una tarjeta para que abras la puerta de tu habitación y a eso le llaman llave. Esa tarjeta no se parece a una llave, pero es una llave. Lo importante es que abre las puertas. El lenguaje es tremendamente rico y frondoso. El genio del idioma es muy ecologista: acaba recuperando y reciclando todo. Y acabará triturando y sacando del sistema los anglicismos que deterioran la lengua.
–¿Qué es eso del genio del idioma? Suena a Aladino.
–A veces hago un experimento que consiste en decir a la gente que se invente un verbo que no existe. Por ejemplo, un verbo que signifique andar en bicicleta, o construir camiones, o bañarse en la piscina. Todos los que se inventan son siempre verbos de la primera conjugación. Eso tiene un truco. Hace muchos siglos que no se crean más verbos que los terminados en ar. Estamos poseídos por un genio de la lengua que ha decidido que sólo podemos crear verbos terminados en ar. Todos los verbos nuevos, como telegrafiar, radiar, televisar, los que están ligados a hechos que no existían hace siglos, acaban en ar. Ese genio existe y es un genio tremendamente analógico. Esa fuerza analógica hace que las palabras necesiten relacionarse. Decimos márketing, pero márketing morirá y diremos mercadotecnia, una palabra que se puede relacionar con otras. Las palabras aisladas terminan muertas de aburrimiento, no se relacionan con nada, y desaparecen.
–No está, entonces, especialmente preocupado por el aumento de anglicismos.
–Bueno, estoy preocupado como periodista. Los periodistas, cada vez más, estamos utilizando un dialecto. Utilizamos un lenguaje que no es el de la gente. Levantamos una barrera con el lenguaje que utilizamos. Nadie dice: ‘Iba a bordo de mi coche’. Y, sin embargo, en los periódicos se puede leer casi todos los días: ‘Los atracadores huyeron a bordo de un Opel Corsa’. Así creamos incomunicación con la gente. Pero todo esto me preocupa como periodista, como amante del idioma, bueno, creo que pasará. El idioma español se va a defender de todo eso, sabe regenerarse y alumbrar palabras que se oponen a los extranjerismos. Lo que pasa es que el genio del idioma es tremendamente lento. Por ejemplo, tardamos mucho tiempo en cambiar baby-sitter por canguro.
–Y si el genio del idioma es tan fuerte, ¿para qué tanto libro?
–Para aclarar. Los libros sobre lingüística se venden tanto porque el público ha dejado de tener hablantes de prestigio. Antes eran los curas en los púlpitos o los abogados. Ahora los medios de comunicación son los supuestos hablantes de prestigio, pero el público va percibiendo que cometen muchos fallos, que utilizan palabras que nadie usa. No hay una formación lingüística en las facultades de periodismo. No se le da la importancia que tiene. Y tampoco se enseñan idiomas, lo cual me parece terrible. Hay un descuido hacia la palabra ajena y la propia que es una lástima.
–¿Por qué la mayor parte de las innovaciones en lengua española vienen de América?
–En primer lugar, porque la comunidad de hablantes es más numerosa. Pero también porque los americanos tienen menos pudor al usar el español. Aquí, cuando le propones a una persona que se invente una palabra le da miedo. Eso también sirve para los periodistas españoles. Tienen muchísimo miedo a innovar con la lengua.
–¿Cómo será el español del futuro?
–Muy parecido al de ahora. Decir esto es ir contracorriente, porque todo el mundo dice que todo evoluciona. Pero el lenguaje apenas va a evolucionar. Va a seguir acudiendo a palabras viejas para designar objetos o ideas nuevas. Quienes utilicen la lengua española a finales del siglo XXI podrán entender las novelas del siglo XVII. Y eso es bueno. Al fin y al cabo, la letra impresa es una de las pocas cosas que nos permite comunicarnos con el pasado.
–Normalmente, a la Real Academia Española se la acusa de inmovilismo, pero usted dirige sus críticas en sentido contrario.
–Es que ha cambiado muchísimo. Durante mucho tiempo reaccionó con lentitud y ahora creo que han reaccionado con excesiva rapidez ante muchas palabras. Ahora encuentras en el diccionario overbooking o esponsorización, palabras que no se relacionan con ninguna otra, que ocupan el lugar de otras, que designan ideas u objetos que se podrían nombrar con los recursos del español. En lugar de overbooking se podría decir sobreventa, que no está en el diccionario de la RAE. Han entrado muchísimas palabras de ese tipo en el diccionario, pero yo creo que acabarán saliendo.
–Volviendo al periodismo, usted es partidario de que los medios de prensa escrita tiendan cada vez más a una mayor interpretación.
–Sí, porque las noticias las recibimos al instante. Cuando te llega el periódico lees cosas que tú ya sabes. El flotador de los periódicos para los próximos años es interpretar la realidad, jerarquizarla, enmarcarla. Eso es dificilísimo, porque tienen que interpretarla con honradez y con documentación, no frívolamente. Ya se está haciendo desde las secciones de deportes. En ese sentido, creo que la crónica interpretativa, que no opinativa, es el género del futuro.
–¿Por qué es tan crítico con los boletines confidenciales que han aparecido en internet?
–Los confidenciales han ocupado un hueco informativo que los medios convencionales no cuidaban. Vamos a los confidenciales a buscar una información que no encontramos en otro sitio. Esto es un defecto de los medios convencionales. Ahora bien, la mayoría de los confidenciales son poco rigurosos y no sé si se pueden considerar realmente un trabajo periodístico, porque falta mucha comprobación de fuentes. Es información de muy baja calidad, y muchas veces simplemente falsa.
–Y esa información…
–Muchas veces esa información acaba blanqueándose. Un periodista te pregunta en ocasiones algo que su propio periódico no ha publicado, pero que él ha leído en un confidencial. Al final te encuentras dando explicaciones sobre algo que es falso. Es un círculo vicioso muy extraño.
–¿Cuáles son los escritores que más admira por su dominio del español?
–Miguel Delibes y Gabriel García Márquez.
–¿En ese orden?
–Sí. Ya sé que puede sonar provocador poner a Delibes por delante de García Márquez, pero hay una vinculación sentimental. Delibes es Castilla, es mi tierra.
–¿Cómo van los políticos de dominio de la lengua?
–Mal. Nadie estudia retórica ni prosodia ni esas cosas antiguas que tienen mucha eficacia para convencer a la gente. Los políticos actuales utilizan el lenguaje de una manera muy intuitiva. Tienden a manipular la realidad manipulando el léxico. Como no pueden cambiar la realidad, cambian las palabras que la designan, utilizando eufemismos o estirando innecesariamente las palabras para así parecer más importantes. Dicen metodología en lugar de método, peligrosidad en vez de peligro o sobredimensionamiento por exageración. Así se sienten más importantes que los demás.