El 44º
Barack Obama ya es el 44º presidente de EE.UU. Los analistas (algunos) alertan: demasiada euforia, demasiadas ansias, demasiada fiesta tal como está el panorama. Quizá demasiada ilusión, aunque eso no tiene por qué ser malo. Time titula esta semana: «Grandes expectativas».
De momento, en contraste con la fastuosidad de la ceremonia de investidura, el almuerzo posterior ha destacado por su sencillez. O al menos eso leo. Guiso de marisco y verduras de primer plato. Faisán y pato de segundo. Y pastel de manzana y canela de postre. Nada que no pueda comerse en cualquier restaurante de esa pequeña parte del mundo que no pasa hambre. Obama, por cierto, ha demostrado elegir unos vinos originales. Proceden de la bodega Duckhorn Vineyards y no son nada del otro mundo. Según todos los expertos, se trata de una referencia más bien tirando a corrientita de los caldos de California. ¿Poca clase, tal vez? No: un gesto de sencillez y personalidad.
Ojalá que Obama se muestre tan original y resolutivo en la política exterior y económica como en sus gustos vinícolas.