El oasis catalán, reventado
Algo se mueve en Cataluña. Tras más de veinte años de «oasis catalán», el ‘establisment’ creo que remueve sus estructuras con debates que oscilan entre el Estatut de Autonomia a asuntos vitales como la libertad de expresión, pasando por el Carmel o el límite de velocidad en el área metropolitana de Barcelona. Algo se mueve y se palpa en el ambiente. Lo he notado en los últimos viajes que he hecho a Barcelona, y se refleja en los medios de comunicación. La catarsis generada por la pérdida del poder del nacionalismo burgués, católico y conservador (algo que puede ocurrir también en Euskadi el 1 de marzo) ha servido de acicate para avivar comportamientos que se habían quedado obsoletos y que son impropios de una tierra cuya mayoría política reivindica que es un país sin Estado. Félix de Azúa sostiene: «Muchos sabíamos que Cataluña no era un oasis, sino una charca pestilente». Algo se mueve.
Uno de los popes de la comunicación en Cataluña (poco conocido en el resto de España) es Josep Cuní. Presenta y dirige el programa de las mañanas de la televisión autonómica. El descaro, el barroquismo de sus opiniones, en el fondo y en la forma, son una muestra del cambio del que hablo. También la elección de sus colaboradores, sus opiniones tan divergentes, cosa que antes hubiera sido imposible. Antes era antes de que el tripartito llegara al Gobierno de la Generalitat. Con sus defectos, con sus imperfecciones, con sus excesos. Con todos los errores que ustedes quieran, pero el cambio de color político está tenindo unos efectos positivos en la sociedad y en los medios de comunicación catalanes. Cuní decía ayer esto en una entrevista en El Periódico de Catalunya:
«En Catalunya la libertad nos da miedo. La libertad comporta asumir riesgos y no los queremos. En un sentido legal, tenemos libertad de expresión, pero nos autocensuramos constantemente. Lo veo en los propios invitados, antes de empezar el debate; lo veo en los espectadores… Aquí tenemos tres o cuatro items sobre los que damos vueltas siempre, y algunos están de más».
Vivo en Madrid, pero soy catalán. Leo a diario la prensa catalana (en papel y en internet), sigo TV3 a través de una plataforma de cable (ya es triste que las televisiones autonómicas no puedan verse en abierto en un país tan «megaplural» como España). Noto en los medios catalanes un debate más vivo que nunca. Veo que los periodistas no tienen tapujos para preguntar, ni en los medios ni tampoco en las ruedas de prensa. Eso es un cambio notable con respecto a épocas pasadas. Y, por cierto, significa también una diferecia con otras autonomías (véase Telemadrid o Castilla-La Mancha Televisión) donde el debate político está cuarteado o, directamente, laminado.
Pondré tres ejemplos, pero hay muchos más.
El primero: El consejero de Interior de la Generalitat, Joan Saura, acudió el sábado pasado a la manifestación de Barcelona en favor de la paz en Gaza. En esa manifestación hubo un tipo que empuñó una pistola. En Cataluña se ha generado polémica por ambas cosas: porque el consejero de Interior vaya a esa manifestación y por la actuación de los Mossos [policía autonómica] con el tipo de la pistola, que no se sabía si era de verdad o falsa. Vean este vídeo del portal E-noticies. Corresponde a una rueda de prensa del propio Saura tras un Consejo de Gobierno de la Generalitat. Espero que entiendan el catalán, aunque si no lo entienden da igual. Observen las escenas porque son suficientemente explícitas. Vean la lluvia de preguntas del periodista y vean la carita de Saura dando explicaciones, y cómo aguanta el chaparrón. Comparen con otras autonomías.
Segundo ejemplo: hay tres periodistas-intelectuales catalanes (en realidad hay más), habituales en los medios, que han denunciado amenazas de muerte por defender la postura de Israel en el ataque a Gaza, o por lo menos por ser críticos con aquellos que son muy críticos con Israel. Son Vicenç Villatoro, Joan B. Culla y Pilar Rahola. Los dos primeros, salvo que ustedes sean amantes del periodismo y la historia de Cataluña, no les sonarán. La tercera es más conocida por su etapa de diputada de ERC y por su verborrea en las tertulias de Madrid. La denuncia de su situación es sintomática. De los tres, dos de ellos proceden de la izquierda. Y los tres están de acuerdo en censurar la actitud de determinados grupos de izquierda que muestran su peor cara y adoptan actitudes más propias del fascismo: «Si no estás conmigo, voy contra ti». Y nadie dice nada. La propia Rahola, ya alejada de su etapa de diputada incendiaria y a la que hay que reconocer su garra y talento como columnista, publica hoy un artículo en La Vanguardia atronador: «La libertad escupida». Léanlo. Yo no estoy de acuerdo con muchas de las cosas que dice, pero creo que ejemplifica perfectamente el momento que vive Cataluña. Escribe Rahola: «Como resulta evidente, sin embargo, que actualmente existen sectores de la izquierda que presentan tics inequívocamente intolerantes, y cuyo dogmatismo fanático impide la disidencia, a veces de forma violenta, también resulta fácil considerarlos fascistas de izquierdas. No caeré en la trampa, e intentaré considerarlos solamente intolerantes, incapaces de asumir dos actitudes fundamentales de la cultura de la libertad: el derecho a la disidencia y el derecho a no ser sospechoso por ejercerla».
Y el tercero: el secretario general de Convergència, Artur Mas, ha decidido elegir como candidato de este partido a las próximas elecciones europeas a Ramon Tremosa, un economista abiertamente independentista. Para esta elección ha tenido que fulminar a Ignasi Guardans, abogado y nieto del histórico dirigente conservador Francesc Cambó. Su trabajo en calidad de eurodiputado convergente ha sido reconocido hasta por sus adversarios políticos. ¿Por qué, entonces, su sustitución? Escuché a Guardans el lunes por la noche en Hora 25 de la SER. Reveló una conversación privada con Mas donde éste le había preguntado qué votaría en caso de celebrarse un referéndum de autodeterminación. Guardans contestó que no. Mas, siempre según Guardans, contestó: «yo votaría sí y tú te has equivocado de partido». Al margen de las consideraciones políticas del caso, que revela a las claras el giro soberanista de CDC (ojo, no de CiU, porque la Unió de Duran i Lleida no está por la labor), el asunto ha provocado una sana polémica en los cenáculos catalanes. Lo cual es bueno. Y casi insólito. En otros tiempos se hubiera pasado de puntillas por el caso, no vaya a ser que perjudicara la imagen de la patria.
Están ocurriendo cosas en Cataluña que revientan el mito del oasis catalán. Pero, curiosamente, percibo que esto está siendo bien recibido por muchos de aquellos que participan en la creación de opinión pública en Cataluña. Es decir, que hacía falta. Si son lectores habituales de las columnas de opinión de El Periódico o La Vanguardia sabrán a lo que me refiero. Y si no, pueden comprobarlo en cualquier momento. Es como si se hubiera levantado la veda de la libertad. Como si todos se hubieran quitado una faja, muy bonita por fuera, pero incómoda y opresora. Y hacía falta. Mucha falta.