Fútbol hablado
Los futbolistas de élite son chicos jóvenes, ricos y, a veces, guapos. Entrenan durante hora y media al día y disponen del triple de tiempo que cualquier trabajador medio para ampliar sus conocimientos y cultivar su espíritu. Quizá por esto, y por lo que representan de modelos de juventud, no deja de ser sorprendente la simpleza con la que despachan sus intervenciones públicas. Incluso a preguntas cómodas, suelen responder abusando de tópicos y de vaguedades.
La última perla está hoy en la sección de Deportes de El País, en una entrevista con David Silva. El jugador del Valencia nació en Arguineguin, uno de los lugares más afectados por el fenómeno de la inmigración procedente de las costas africanas. Sus paisanos se ven cada año obligados a atender la llegada de riadas humanas cuyo drama es la vergüenza de nuestro opulento bienestar. Hablamos de un problema mayúsculo, sólo atenuado por la publicidad de la crisis, y que debería preocupar a todos. En especial a quienes lo ven de cerca.
Pues bien, sin necesidad de pedirle una tesis doctoral al tal Silva, me quedo perplejo leyendo la respuesta del futbolista cuando la periodista le pregunta por este asunto.
P. ¿Cómo llevan en Arguineguín lo de ver asomar pateras por la costa día sí, día no?
R. Ahora parece algo normal, después de tanto tiempo. Es triste ver cómo llegan y en la situación en que lo hacen. Pero la gente no puede hacer nada.
«La gente no puede hacer nada». Eso ha dicho. Con tres frases solventa la papeleta. Hasta el punto llega el sopor de los futbolistas que juegan muy bien y hablan muy mal que Silva se sorprende de la rapidez en la ejecución de la entrevista. «¿Ya se ha terminado?», pregunta. La periodista matiza: «Sí, es que no habla mucho».
Afortunadamente, en lo tocante a la inteligencia de los futbolistas, incluso para los que somos del Espanyol o del Madrid, siempre nos quedará Guardiola.
Mi escritor favorito, Enrique Vila-Matas, decía el otro día de él:
«Suenan siempre nobles las palabras de Guardiola en medio de un entorno de tergiversaciones chulescas (Michel Salgado diciendo que en el Barça celebran ya la Liga), lenguaje cañí, culto al insulto, amenizado por las chorradas sempiternas de los presidentes. Aunque no fuera bueno en su oficio, nadie podría ya quitarle a Guardiola haber conseguido en poco tiempo haber mejorado el fútbol hablado. Pero es que, además, resulta que está dando señales de querer mejorar también al fútbol y de ser un entrenador extraordinario».