Una periodista, en la cárcel
«Una periodista está en la cárcel sin haber hecho nada malo. Judith Miller hizo lo que todos los periodistas hacen, lo que usted está ahora haciendo conmigo; yo soy una fuente, usted es un periodista». Marvin Kalb, con más de 40 años de prestigiosa carrera periodística y ahora en el Centro Shorenstein, que depende de la John Kennedy School of Government de Harvard, cree que eso es lo más chocante de lo que empezó como una filtración delictiva y cuyo desenlace provisional ha llevado a la cárcel a una reportera que ni siquiera escribió sobre el asunto. Como señala Howard Kurtz en The Washington Post, «es un momento extraño en la relación -a veces polarizada, a veces interdependiente- entre políticos, fiscales y periodistas».
Además de Miller, que lleva cinco días en la cárcel, por el momento la prensa y los periodistas son los que salen perdiendo. «Todo esto es muy perjudicial para el periodismo y, a largo plazo, para los ciudadanos», según David Klatell, vicedecano de Periodismo de la Universidad de Columbia. «Habrá cada vez menos fuentes confidenciales dispuestas a dar información a los periodistas; es bueno para los que crean que hay que proteger los secretos de Gobiernos o de grandes empresas, pero es malo para el derecho público a la información».
Por lo pronto, el director de The Cleveland Plain Dealer, el mayor periódico de Ohio, acaba de revelar que, asesorado por sus abogados, no va a publicar dos artículos de investigación «porque se basan en documentos ilegalmente filtrados y podrían llevar a que los periodistas fueran encarcelados, y el periódico, multado».
¿Hizo bien Cooper o manchó la profesión al colaborar con la justicia, como se ha escrito? El periodista de Time no ha sido demasiado criticado personalmente. Pero Marvin Kalb censura a la revista: «Jamás una empresa de comunicación debe proporcionar al Gobierno información confidencial. Si yo soy una fuente que habla con un reportero, y tengo su palabra de que no revelará mi nombre, y luego su empresa decide hacerlo, ¿qué razones tengo para volver a hablar con ese reportero?».
¿Hace bien Miller al resistir la presión para declarar e ir a la cárcel? La periodista tiene un historial polémico (de los 12 artículos en los que The New York Times consideró, en su célebre autocrítica de la cobertura de la guerra de Irak, que había información discutible, 10 estaban escritos por ella, total o parcialmente) y algunos colegas creen que quiere rehacer su prestigio entre barrotes, pero «ése no es el problema ahora; el asunto son las fuentes», cree Kalb: «Lo que Miller dice es que no revelar las fuentes es una cuestión de principios, y yo estoy de acuerdo».
No lo ve así Don Wycliff, Defensor del Lector del Chicago Tribune: «Miller no está en la cárcel por no divulgar el nombre de un Garganta Profunda; está en la cárcel porque prometió el anonimato a una rata, a alguien que quería incordiar a un crítico del Gobierno revelando que su mujer era una espía».
Wycliff cree que los periodistas tienen las mismas obligaciones que los ciudadanos y que deben «discriminar más sobre cuándo y a quién prometen confidencialidad». Klatell recuerda que las fuentes tienen muchas razones para esconder su identidad: «Quizá trabajan para la Administración y perderían su empleo si son descubiertas; pero quizá no hayan dicho la verdad, y si se revela su identidad, se puede comprobar que han mentido; quizá tengan un interés personal que les puede inhabilitar. Es importante recordar que las fuentes a veces protegen su identidad por razones correctas y a veces no».
«El problema no es si los periodistas estamos por encima de la ley; el Supremo ya ha dicho que no. Pero cuando los autores de la Constitución elaboraron la Primera Enmienda entendieron que el país está mejor servido con una prensa protegida de la intimidación de los Gobiernos», escribe Steve Bailey en The Boston Globe.
Kalb va más allá: «Si el fiscal cree que necesita a un periodista para confirmar una filtración delictiva o una prevaricación, es su problema; tiene todas mis simpatías, porque es difícil de probar, pero no es problema del periodista, que tiene una responsabilidad diferente. Lo siento, pero no estoy de acuerdo con los que dicen que el periodista es como los demás: es diferente, y su responsabilidad está protegida por la Constitución de una manera distinta a la de cualquier otra en Estados Unidos. En la Constitución no se dice que un carpintero, un zapatero, un empresario, un abogado o un médico tienen protección específica; sólo el periodismo está protegido. Eso quiere decir, casi por definición, que es diferente y especial».
Tanto Kalb como la inmensa mayoría de los periodistas y expertos creen que el caso podría acelerar la presión a favor de una ley federal que, como ocurre con las leyes en 49 de los 50 Estados, proteja el anonimato de las fuentes. «Pero tengo mis dudas de que el actual Congreso quiera aprobar una ley así; es algo que está en el aire. Quizá este Congreso no vea la necesidad de proteger a los periodistas».