Gennet Corcuera
Con tantos niños, y niñas, que desprecian su paso por la Universidad, bien porque no les gusta o bien porque tienen que ir obligados por sus papás, reconforta conocer el testimonio de Gennet Corcuera, la primera sordociega que ha accedido a la Universidad en España. Nació en la capital de Etiopía. Tiene 27 años y, aunque reside en Madrid, estudió secundaria en el instituto Moratín de Pastrana, al rebufo de la vega del Arlés. Estudia con textos en braille y aspira a ser profesora de educación especial para ayudar a niños sordociegos. Su ejemplo demuestra que con afán de superación, con ganas y con capacidad se puede conseguir casi todo en esta vida. Incluso aquellos para quienes la fortuna se muestra esquiva. Gennet se quedó sin padres y acabó poco menos que en la calle. «Aprendí a imitar gestos para pedir comida y bebida», cuenta. En su país la pegaban por ser sorda y ciega. Se la trajo a España una diplomática y aquí ha podido estudiar. Cree en Dios. Es católica. Le gusta hacer ganchillo, chatear, pasear y dormir. Y bendice a las nuevas tecnologías (Braille Lite, teléfono móvil, Easy Link…), gracias a las cuales puede valerse por sí sola. O como ella dice: «ser independiente».
La Vanguardia publicó en la contra de ayer una entrevista con Gennet. La historia no es nueva. En Guadalajara la conocemos bien porque su caso es excepcional, único. La entrevista es interesante y pedagógica. «Si mañana usted oyese y viese, ¿qué es lo primero que haría?», le pregunta el periodista. Respuesta: «No lo sé, me cuesta mucho imaginar eso… Me gustaría ver la tele, ver fotos, leer en tinta, ver dibujos, pasear viendo el paisaje… Y me encantaría escuchar voces de personas, y radios…».
Hace dos años, en el gratuito 20 Minutos publicaron su historia. Al final se añadía un cuestionario titulado «El mundo según Gennet». Dice así:
«¿Qué es el mar?
La mejor definición es ajena a las palabras y las formas. «Fuerza, sabor. La marea que me lleva. Las olas que me empujan. Una es grande, la siguiente es pequeña», dice Gennet Corcuera, sordociega y, quizá como consecuencia, mejor poeta que cualquiera de nosotros, los aparentemente enteros.
¿Y el otoño? «Las hojas cayendo a mi alrededor mientras camino».
¿La belleza? «Tocar e imaginar a los demás».
¿Madrid? «Una ciudad inmensa con muchísimas personas. Un lugar un poco sucio».
¿Los cayucos? «Vienen porque España está cerca».
¿África? «Una obsesión. Guerra y destrucción. Dolor. Algo horrible y muy duro, tan duro que prefiero apartarlo de mí, intentar olvidarlo».