Ryszard Kapuscinski, reportero
Han tenido tantas veces mi vida en sus manos! Un grupo de muchachos en una carretera de un país africano en guerra civil, donde no hay ni país, ni bandos, ni jefes, sólo hombres armados y guerra y caos. No sabes de qué ejército son. A menudo ni ellos lo saben. Y te detienen…
-Y usted se asusta.
-Mucho. Tienen sus fusiles en la mano y no dependen ni responden ante nadie. Nadie les castigará ni les pedirá cuentas por nada y menos por mi vida: una ráfaga y se quedarían con mi ropa, mi cartera, mis zapatos. Y podrían venderlos. Ganarían dinero y ellos no tienen nada. Sólo balas.
-¿Y por qué no le matan?
-¿Por qué no me han matado? Me lo he preguntado muchas veces y por eso creo que el hombre no es tan malo después de todo; si lo fuera, yo no estaría aquí. En Etiopía esos hombres armados incluso me ayudaban y me protegían.
-¿Por qué?
-Creo que veían que yo sólo era un periodista, que no tenía la pretensión de dominarlos y humillarlos.
-¿Y por qué se la ha jugado tanto?
-Yo nací en Pinsk. Hoy es Bielorrusia, pero entonces era Polonia y allí convivíamos polacos, rusos, ucranianos, alemanes, católicos, judíos, ortodoxos, grecocatólicos, armenios… Todos juntos. Crecí en la convivencia de religiones, razas, lenguas y culturas hasta que llegaron, primero, Hitler, la guerra y después Stalin y acabaron con ella.
-No eran muy amigos de la diversidad.
-Supongo que mi vida ha consistido en recuperar esa infancia que disfruté en aquella convivencia libre de culturas que nos arrebató la guerra; por eso me hice periodista y por eso me interesa también la antropología cultural.
-¿Quiere leer conmigo La Vanguardia?
-Es un acto de esperanza, porque durante años he temido por la supervivencia de la prensa de calidad y La Vanguardia es uno de los grandes diarios europeos, con Le Monde, Frankfurter Allgemeine, Il Corriere della Sera, El País…
-Yo les veo buena salud.
-Pues muchos lectores como yo hemos temido por su desaparición o su conversión en productos banales a remolque de la televisión, en busca de la sensación fácil y los ingresos rápidos. Que estos periódicos exigentes con el lector gocen de buena salud quiere decir que también hay lectores exigentes con sus diarios, lo cual es una gran noticia.
-¿Quiere ayudarme a hacer periodismo?
-¿Puedo?
-¿Me ayuda a preparar un reportaje?
-Empiece por leer a Herodoto y a Malinowski: son los padres del reportaje. Herodoto demuestra que el viaje es el principio de todo conocimiento, y el antropólogo Malinowski, que sólo se puede explicar una cultura formando parte de ella, en observación participativa. Ellos son mis maestros.
-¿Me ayuda a preparar un viaje a Iraq?
-No me interesan los políticos iraquíes ni los políticos americanos y sus apaños.
-¿Nada de entrevistar políticos y diplomáticos en el lobby de un buen hotel?
-A mí me interesa la gente, los ciudadanos iraquíes que no salen en los medios. Si quiere usted hacer un reportaje, tendrá que conocer a las personas que viven la realidad que usted describe: tendrá que vivir con ellas.
-¿Cómo lo ha hecho usted?
-Tengo mi método. Yo le diría que empezara por pasarse por la biblioteca y estudiar su historia y antropología, pero los periodistas, pese a que internet ha simplificado la documentación, no tenemos tanto tiempo. Por eso siempre he tenido claro, para empezar, que el periodismo es un trabajo de equipo.
-Pues se le considera reportero solitario…
-¡Nunca lo he sido! Lo primero que hago al llegar a un país es ir a un quiosco y comprar el periódico local: pregunto por su dirección y me planto allí, en la redacción. Jamás, en ningún sitio, han dejado de ayudarme.
-¡Pues no sé si aquí somos tan solidarios!
-Le hablo de esos países en los que he trabajado: África, Latinoamérica, Asia. Recuerdo, por ejemplo, en Irán…
-¡Qué excelente libro suyo: El Sha, o la desmesura del poder!
-Pues incluso allí cuando Jomeiny prohibió la prensa extranjera y sólo se publicaban diarios en farsi, los colegas iraníes nos hacían un resumen en inglés para los extranjeros. Igual que los periodistas de África o Latinoamérica: jamás me han fallado. En cambio, nosotros a ellos sí les fallamos.
-¿En qué sentido?
-Los medios occidentales nunca publican lo que opina la prensa de esos países… ¡Y es una prensa de calidad! ¿Por qué sólo nos interesa nuestra propia visión de la historia? Que nadie reproduzca su opinión aquí demuestra que no queremos oírlos.
-Tal vez creemos saber más.
-Pues la prensa árabe es excelente, también la latinoamericana, y en África hay países, como Sudáfrica, Senegal o Nigeria, con diarios del mismo nivel que los nuestros. Y, tras esa prensa, las grandes fuentes del reportero son la universidad y la religión: universitarios y clérigos. Todos han sido de una generosidad que aquí hemos olvidado: se sienten felices de ayudar.
-¿Por qué cree que nosotros no?
-Tal vez en esos países estén más cerca que nosotros de ese estadio homérico de las religiones en que la hospitalidad era sagrada, porque los dioses podían ser hombres y nunca sabías si el extraño que te pedía limosna era en realidad un dios o un pordiosero.