Quitanieves
A las seis menos veinte de la tarde del pasado domingo había más de una veintena de coches parados en el alto del «Collao», justo en el límite que divide los términos municipales de Galve de Sorbe y La Huerce, muy cerca de Valdepinillos. El frío era intenso, la nieve caía con insistencia y el hielo se adueñaba de la carretera. Alguien, que viajaba con un crío de cinco meses, tuvo la feliz ocurrencia de llamar a las máquinas quitanieves. Como no le hacían caso, servidor insistió un rato más tarde e intentó movilizar algún contacto, por supuesto, sin éxito porque los domingos, en Guadalajara, sólo trabajan los médicos, los policías y los periodistas que están de guardia. Pues bien, a pesar de la insistencia del personal, las máquinas quitanieves no aparecieron hasta las siete y media. Repito: desde las seis menos cuarto que el 112 recibió la primera llamada hasta las siete y media. A esa hora, claro, ya no quedaba ningún coche. Bien porque había tirado para adelante, bien porque habían retrocedido hasta sus pueblos.
De verdad, con tanto centro comarcal que tenemos, con tanto diputado provincial del ramo, con tantas cosas que se dicen y se debaten en las tripas de ésta nuestra Diputación, con esta fabulosa supersubdelegada del Gobierno que disfrutamos (ojo porque la Guardia Civil aún llegó más tarde), con este maravilloso Gobierno regional del que disponemos (las llamadas al 112 apenas aceleraron la llegada de las máquinas), con estos ayuntamientos tan fabulosos (el depósito de sal entre Galve y Cantalojas, ahí estaba, muerto de risa durante toda la tarde). Con todo esto, en Guadalajara, a octubre de 2008, una máquina quitanieves tarda en llegar desde Cogolludo hasta Galve dos horas en plena nevada. ¡Dos horas! Tomen nota para que no vayan durante todo el invierno a la Sierra o extremen precauciones. Por supuesto, lo de la previsión se deja para otro siglo en que nos toquen, quizá, unos políticos algo más listos y unos funcionarios algo más rápidos.