Discurso de Juan José Millás (Valencia, 1946) al recibir el premio Francisco Cerecedo de Periodismo que otorga la Asociación de Periodistas Europeos.
8.10.05.
Mi padre presumía de haber sido el primero en fabricar un bisturí eléctrico en España. Lo recuerdo inclinado sobre la mesa del taller, efectuando cortes con aquel bisturí en un filete de vaca, sorprendido por la precisión y la limpieza del corte. No olvidaré nunca el momento en el que se volvió hacia mí para pronunciar aquella frase fundacional:
-Fíjate, Juanjo, cauteriza la herida en el momento mismo de producirla.
Los tiempos eran difíciles y mi madre no tardaría en prohibirle desperdiciar los filetes de carne en aquellos experimentos. Empezó a trabajar entonces sobre rodajas de patatas, pero se cansó en seguida. Nada como la textura de la carne -decía él-, excepto -añado yo- la textura de la página.
Cuando escribo a mano, me parezco un poco a mi padre en el acto de probar aquel bisturí eléctrico. De hecho, suelo trabajar con un Bic negro, punta fina, cuya bola abre en la superficie de la página pequeñas llagas con las formas del alfabeto.
Sueño con una escritura que me hiera y me cure al mismo tiempo. Aquella unión de contrarios descubierta entonces me ha perseguido siempre porque intuí que metaforizaba un hecho que se da en todos los momentos decisivos.
Así, el castigo de mamá duele y tranquiliza a la vez. El matrimonio nos libera al mismo tiempo que nos ata. Los hijos nos hacen felices, pero nos quitan el sueño. La vida nos causa la muerte. La historia de la literatura, por su parte, está llena de personajes que recuperan la razón en el momento mismo de perderla.
Y en nuestra cultura, desde Tiresias hasta el patético Clemente, los videntes, sin excepción, son ciegos. ¿Qué no daríamos, pues, por descubrir una lotería que nos hiciera simultáneamente ricos y pobres, de manera que quedáramos inmunizados contra las dos adversidades? ¿O por un premio periodístico que nos afligiera en el momento mismo de gratificarnos?
Toda conquista trascendental, en fin, procede de la unión de contrarios. Supe que este premio era importante porque al recibir la noticia de que me lo habían otorgado me invadieron dos sentimientos antagónicos, uno de desasosiego y otro de alivio: el primero, que fue el encargado de abrir la herida, al pensar que se habían equivocado; el segundo, que la cauterizó, al comprobar que el jurado no se había dado cuenta del error.
No se me ocurre otra forma de agradecerlo, y de honrar a la vez la memoria de Francisco Cerecedo, que comprometerme a continuar escribiendo hasta merecer, si no el premio, la cicatriz que lo evoca.
Muchas gracias.
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COLUMNAS
EL PAÍS
MLNV
20-05-05
Nadie, en la historia de la democracia, ha babeado frente a ETA hasta el extremo de referirse a ella con el nombre de Movimiento de Liberación Nacional Vasco. Nadie, excepto Aznar. Fue su modo de insinuar a los terroristas que él, en la intimidad, además de hablar catalán, pactaba. Estos días hemos visto mucho artificio verbal, mucha retórica, pero nadie ha explicado aún a los contribuyentes por qué antes sí y ahora no. Que nos lo expliquen, que vayan los portavoces del PP a las teles y a las radios para explicarnos por qué debemos condenar hoy lo que nos pedían que aplaudiéramos ayer. Y es que ahí están las hemerotecas y los archivos de voz y las cintas de los telediarios para quien quiera comprobar qué hicieron ellos cuando la fantasía de acabar con la banda empezó a producir jugos electorales en su estómago.
¿Es indecente o no es indecente que vengan ahora Rajoy y Acebes y Zaplana (vaya trío) asegurando que el PSOE pretende obtener réditos de mil asesinatos? ¿En qué pensaban ellos cuando se dirigían a los asesinos con el noble apelativo de Movimiento de Liberación Nacional Vasco? ¿Acaso no es verdad que el primer análisis que hicieron sus expertos la mañana del 11-M fue que si había sido ETA, arrasaban? ¿No es cierto que falsearon la realidad de forma minuciosa durante cuatro días para sacar rédito electoral de los doscientos muertos? Deberían ustedes explicarse o mentir con más pericia.
Si Zapatero tuviera una oportunidad entre mil de acabar con ETA, debería intentarlo, y con la ayuda de usted, señor Rajoy. Lo malo es que si a usted y al ventrílocuo en cuyas rodillas continúa meciéndose les quitan el terrorismo, los dejan sin discurso. Eso es lo que pasa, y no que Zapatero sea cómplice de ETA ni que cobre una comisión del impuesto revolucionario. Disponemos de datos para asegurar que Zapatero no es terrorista (¿manda o no manda huevos que esta revelación sea una primicia informativa?). El hombre está haciendo lo que han hecho todos los presidentes del Gobierno con el apoyo de todas las oposiciones. El problema es que la idea de que tenga éxito les pone a ustedes los pelos de punta porque sin ETA, o sin el MLNV, como prefieran, se quedan sin programa.
Bienvenidos
10-06-05
Querido Partido Popular: bienvenido a la puta calle, a la pancarta, a la rima poética ingeniosa («Dónde está / no se ve / al cabrón de Zetapé»). Dios quiera que le hayas cogido el gusto y vuelvas pronto porque la calle, contra la doctrina de Fraga, es de los partidos políticos y de los directores de cine y de los estudiantes y de los obreros y de los auxiliares administrativos y de los poetas y de los notarios y hasta de los registradores de la propiedad. La calle es de todos. En cuanto a las pancartas, basta con que sean verdaderas o agudas. Tampoco pasa nada si resultan un poco mordaces.
Temíamos, querido Partido Popular, que Aznar, en coherencia con su pensamiento filosófico y su rigor mortis, no pudiera salir. Por eso nos dio tanta alegría distinguir su Lacoste entre la multitud. Allí estaba, sí, hecho un pincel, detrás de una pancarta, como un verdadero radical. No sabe cómo le agradecemos que haya logrado radicalizar también a los blandos de Acebes, de Zaplana, de Rajoy; que haya logrado movilizar a la Conferencia Episcopal, desde cuya emisora de radio, hasta ayer mismo, no se escuchaban más que mensajes de paz bobalicones. Bienvenidos a la subversión, queridísimos obispos. Qué alegría este reconocimiento tardío de la calle, este milagro. Ya veréis cómo se os quita la pirosis, el ardor, la úlcera de duodeno. Lo mejor para la digestión es andar y todavía tenéis en el estómago, como una piedra, el 14-M.
Lo que estaría bien, querido Partido, es que ahora te retractaras de las cosas horribles que decías, hace apenas unos meses, de quienes salían a la calle, de quienes desfilaban detrás de las pancartas, de quienes coreaban consignas. No esperes 300 años, que es la media de la Conferencia Episcopal, para pedir disculpas. Bastaría con la publicación de una pequeña nota comentando lo interesante que has encontrado la calle y lo conveniente de que todos, incluido Fraga, la tomen dos o tres veces al año. No pasa nada. Y si te queda sitio, querido Partido, no dejes de añadir una posdata reconociendo de una vez por todas que te sentaste con los asesinos, que negociaste con ellos, que los halagaste diciéndoles cosas que da vergüenza reproducir. Rectificar es de sabios. Gracias.
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Hojear
27-01-06
«Un médico noruego lleva cinco años publicando datos absurdos», rezaba el otro día un titular de este periódico. Fíjense que no decía datos falsos o poco contrastados, sino absurdos, o sea, disparatados, sin sentido.
El último era una afirmación según la cual la utilización habitual de antiinflamatorios reducía el riesgo de padecer cáncer de boca. A nadie se le ocurriría, me asegura un médico amigo, recetar una dosis diaria de antiinflamatorios a un fumador para reducir ese riesgo.
Frente a esta clase de noticias, cabe pensar dos cosas: o bien que la frontera entre lo absurdo y lo razonable es ya invisible, o bien que nadie leía los trabajos de este señor. Me inclino por las dos explicaciones: no hay frontera y nadie lee.
De hecho, el médico noruego, de nombre Jon Subdo, fue descubierto porque un día de las pasadas navidades, la directora del Instituto Noruego de Salud Pública estaba hojeando perezosamente un número atrasado de la revista donde apareció el artículo absurdo y vio que citaba una base de datos controlada por ella y a la que el noruego no podía haber tenido acceso.
Cayó, en fin, por utilizar herramientas ajenas, no por decir tonterías. Si se hubiera inventado la fuente, tampoco habría pasado nada, primero porque no hay nada más probable que lo absurdo y, segundo, porque no vivimos en una sociedad de lectores, sino de hojeadores.
Me piden a veces que hojee libros o revistas y que informe sobre ellos. Cuando digo que para informar necesito leer todo el texto, me miran con piedad, como a un tonto. Nadie lee un libro entero en la actualidad.
No hay tiempo, es para ayer, por Dios, ábrelo por tres o cuatro sitios para hacerte una idea. El problema es que los libros siempre se abren por donde no deben, para engañarte. Por eso tienen tanto éxito los antiinflamatorios. Nunca se habían consumido en las cantidades actuales, pese a sus efectos secundarios.
Pero es que los efectos secundarios vienen en letra pequeña, como las noticias verdaderamente importantes de los periódicos. La de Jon Subdo, sin embargo, incluía una foto a dos columnas en la que aparecía sonriente, como un autor de teatro en pleno éxito. Era una foto absurda, desde luego, de ahí que pareciera razonable.