Manolo García
Vengo de un concierto de Manolo García. Incombustible, emocionante, efusivo. Creo que hay pocos placeres tan bestiales como disfrutar durante dos horas y media de música en directo de este pedazo de cantante.
Hay artistas buenos y malos. Pero los hay que son buenos y no tienen un buen directo. Luego hay otros que se salen. Manolo García es de los que despiden adrenalina desde el escenario. Nadie se movió en el Pabellón de los Deportes, atestado. La gente vibra con los artistas con los que conecta. Y con Manolo García es muy fácil. Es fácil vibrar con sus canciones, sentirse bien con su música, con sus letras, con su forma de ser. Mezcla canción española, pop, dosis de rock y se despide con una ranchera como un auténtico gigante.
Como quiera que voy a estar ausente de este blog -nada grave, es cosa de un viaje- durante la próxima semana, pues dejo aquí uno de mis temas favoritos del gran Manolito García. Podría elegir muchos más, pero me quedo con éste porque pienso que resume muy bien su filosofía y la de aquellos que le seguimos como una excitante religión laica. Esta canción transmite felicidad, melancolía, esperanza. Transmite ganas de vivir.
Y como diría el susodicho: ¡Salud, alegría y a cuidarse!