Anguita
En el palacete donde actualmente se ubica el Ayuntamiento de Anguita, Guadalajara, se firmó en 1813 el Acta de Constitución de la primera Diputación Provincial de España, siguiendo los parámetros de la Constitución de Cádiz. La Carta Magna aprobada el 19 de marzo de 1812 consagró el liberalismo y dio carpetazo al antiguo régimen. Apenas duró dos años, aunque luego fue rescatada durante el Trienio Liberal, de 1820 al 23. No fue la panacea, desde luego, pero sí un paso adelante formidable. Aquella Constitución legalizó el sufragio, la libertad de imprenta y de industria y abolió la Inquisición. Poco después vino Fernando VII y cortó en seco cualquier atisbo de progreso o moderación. “Vayamos todos francamente, y yo el primero, por la senda constitucional”, prometió antes de alzarse con el trono. Luego se pasó sus palabras por el forro. España siempre ha tenido la desgracia, o al menos eso me parece a mí, de fabricar personajes y facciones políticas que han segado cualquier aspiración de desarrollo. Los reaccionarios han tenido el campo abonado en nuestro país. Observen la historia de España desde la etapa moderna en adelante. Daban igual los impulsos y los regímenes. Al final solía aparecer un salvapatrias. Ya fuera Fernando VII, el general Pavía, Bravo Murillo, Primo de Rivera, Francisco Franco o el patán de Tejero. De aquellos vientos, claro, hemos recogido muchas tormentas.
Pero no quiero irme por las ramas. Hoy jueves, la Diputación de Guadalajara celebra un pleno ordinario, precisamente, en Anguita. Busca salir de la capital y recordar la efeméride. Ambas cosas me parecen importantes. La primera para no perder de vista que la Diputación, si tiene algún sentido hoy día, es para mirar por los pueblos pequeños. Y la segunda porque conmemora uno de los pocos acontecimientos históricos donde Guadalajara no estuvo en el furgón de cola.
Javier Serrano Copete, que es un catalán con raíces anguiteñas, acaba de publicar un libro estupendo que lleva por título: «Una historia de Anguita: el pueblo y su entorno» (Aache, 288 págs.). Es su segundo libro, a pesar de que sólo tiene 23 años. Javier es licenciado en Derecho por la Universidad Pompeu Fabra de Barcelona, y ahora anda enfrascado preparando unas oposiciones. Y, por si fuera poca actividad, mantiene con vida un blog, Nubiru, plagado de inteligencia y brillantez.
Le pido a Javier que me envíe los dos párrafos que escribió a propósito de la primera Diputación constituida en su pueblo. Recomiendo leerlos. Sobre todo, que lo lean aquellos que no entiendan que para conocer Guadalajara, conviene fijar la mirada allende el Infantado.
Ahí va el texto:
“Seguramente por el peso específico de la zona durante la Guerra de Independencia, fue Anguita el lugar elegido para constituir la primera Diputación Provincial creada siguiendo a la Constitución Española de Cádiz (“la Pepa”) de 1812, en un tiempo en que Madrid y parte de Guadalajara seguían estando en poder de las tropas napoleónicas. La actuación llevada a cabo, presumiblemente dentro del actual Ayuntamiento (así lo testimonia la citación para los vecinos de Anguita, a fin de celebrar la sesión de instalación de la Diputación en la sala consistorial), no sería más que la plasmación del modelo territorial comprendido en la Carta Magna. Modelo que consagraba una administración centralizada a través de tres niveles claramente diferenciados: el central de la Corte, el territorial en la capital de provincia y el local de los ayuntamientos (Pérez Sáenz de Urturi). El Conde de Toreno sería taxativo al negar la representatividad de los políticos elegidos en ella pues: “Las diputaciones y ayuntamientos deben considerarse como unos agentes del Poder ejecutivo, y no como cuerpos representativos, según creen algunos individuos (…)”. No debiéndose ver tanto un advenimiento de la democracia y de una futura autonomía local democrática (siendo la municipal, actualmente, la única administración con representatividad directa) sino más bien como el auge del liberalismo como forma de Estado frente al arcaico régimen señorial. En palabras de Francisco Tomás y Valiente, “para ser diputado era necesario (Art. 92) “tener una renta anual proporcionada, procedente de bienes propios”. En fin de cuentas, el representante de la nación, esto es, el prototipo de ciudadano, había de ser un propietario”.
Tal y como recoge Pérez Sáenz de Urturi, la primera Diputación provincial de Guadalajara duró un año: del mes de Abril de 1813 al mismo mes del 1814. La iniciativa para la celebración del acontecimiento se gestó en una Real Orden del Secretario del Despacho de Gobernación, de 16 de Abril de 1813, por la que se encargaba a las Diputaciones Provinciales: “a desempeñar sus funciones sin perdonar tiempo ni fatiga”. Ésta iría dirigida, para el caso de Guadalajara, a la figura de D. Guillermo de Vargas Jiménez de Cisneros, Jefe Superior político en comisión en la Provincia de Guadalajara”.
Por cierto, para los que deseen ampliar su curiosidad, el Acta de Constitución de la primera Diputación figura en el anexo del libro de Javier Serrano Copete.