Las víctimas
La ciudad de Guadalajara ha sido la primera capital de provincia en dedicar una calle a las víctimas del terrorismo. Precisamente, ese fue el titular elegido por La Razón el martes tras el acto del día anterior donde el alcalde de Guadalajara, Antonio Román, consumó un decreto aprobado por él mismo en el Ayuntamiento: el cambio de nombre de la glorieta de la Constitución (a pesar de la lata que los de su partido han dado con la Constitución en los últimos cuatro años) en Glorieta de las Víctimas del Terrorismo.
Hay varias reflexiones que confluyen en este asunto. La primera es que las víctimas del terrorismo (de todos los terrorismos) merecen el mayor respeto que pueda generarse en una sociedad democrática. Se trata de un respeto fraguado, principalmente, en su propio sufrimiento y en el hecho de considerarlas elementos políticos neutros. O lo que es lo mismo, que no deben entrar en la arena política, a no ser que lo hagan a título individual, sea de una persona física o jurídica. Nunca en nombre de todas las víctimas.
La decisión de Román de aprobar el cambio de rotonda vía decreto quizá hubiera merecedido consensuarla antes y someterla al pleno. Pero la jugada le ha salido de perlas. Su discurso fue impecable. Sin embargo, las palabras que soltaron los miembros de la Asociación de Víctimas del Terrorismo resultaron fuera de tono, de lugar y hasta provocativas. No era el momento. Ni el sitio. La madre de Irene Villa, María Jesús González, afirmó que las víctimas están pasando actualmente por momentos muy duros «por ver un pacto antiterrorista roto, ver como se negocia con nuestros asesinos o como se les llama hombres de paz mientras que a las victimas se les acusa de estar politizadas para que no tengan criterio».
Los hay que sostienen que las víctimas del terrorismo no deben tener color político. Quizá. Pero son personas, y les ampara el derecho, como a cualquier ciudadano, de decir lo que piensan. ¿Cuál es el problema en este caso? Que la AVT, la asociación de víctimas de ETA que es mayoritaria, se arroga el derecho de hablar en nombre de todas las víctimas. Y entonces, sus responsables hacen lo mismo que el Partido Popular durante toda la legislatura anterior: establecer una raya. Esta es la política buena (la mía) y esta otra la mala (la de Zapatero); yo estoy con las víctimas y el Gobierno las anula; mi receta para acabar con el terrorismo es la buena y la de los demás es errónea. Y así sucesivamente. Este discurso alentó al propio Rajoy a soltarle a Zapatero en uno de los debates televisados que «el Gobierno que usted preside maltrata a las víctimas». Es posible que no se alcanzara en España, desde el dóberman de Álvarez-Cascos, una cima tan alta de abyección política en unas declaraciones.
A los padres de Irene Villa los conocí hace año y medio en la presentación de una colección de libros de Javier Urra. Fue en un desayuno en la Asociación de la Prensa de Madrid. Javier es un tipo magnífico que tiene una casa en Alcolea del Pinar y está pendiente de lo que ocurre en Guadalajara. Los libros que presentaba en aquel momento hablaban de cómo enfrentarse psicológicamente a golpes duros, entre ellos, ser víctimas del terrorismo. Los padres de Irene Villa apenas dejaron hablar a su hija y se apropiaron de un acto que no era suyo. Y lo peor es que hablaron de política en un sitio donde no tocaba. Exactamente igual que hizo la madre el pasado lunes en Guadalajara.
El recuerdo de las víctimas del terrorismo, y su memoria, merece siempre respeto. Las opiniones políticas de sus familiares, vengan del lado que vengan, creo que hay tomárselas como lo que son: opiniones políticas. Si existieran condiciones objetivas de agravio a las víctimas del terrorismo por parte de alguno de los principales partidos políticos, entendería que se excedieran en sus palabras para reclamar el sitio que, por derecho, les pertenece en la sociedad española. Sin embargo, lo que no puede hacer la AVT es utilizar su propio escarnio con fines partidistas para desestabilizar la política de Interior del Gobierno de España, que es el de todos. Flaco favor hace quien así actúe a la memoria de las víctimas. Es decir, la madre de Irene Villa tiene todo el derecho del mundo a pensar que De Juana Chaos sale de prisión porque Zapatero es un blando. También tiene derecho a pensar que cuando existía el Pacto Antiterrorista «era maravilloso», a pesar de que el número de víctimas mortales superaba con creces al de los últimos años. Puede criticar lo que desee, como todo hijo de vecino. Lo que no es de recibo es que lo diga en un discurso en un acto de homenaje a las víctimas y creyendo hablar en nombre de todas ellas. Esa es la diferencia.
Y luego está el papelón del PSOE. A mí me parece que los socialistas en Guadalajara hicieron bien en apoyar la idea de Román de cambiar la rotonda, igual que IU. En caso contrario, hubiesen sido presentados ante la opinión pública como distantes de las víctimas. Sin embargo, por el contenido de algunos discursos deduzco que los representates políticos socialistas acudieron al acto sin saber con exactitud los detalles del mismo y los discursos que se iban a pronunciar. Lo cual me parece un error político de principiantes. No sé cómo se les ocurre ir, por ejemplo, a la subdelegada del Gobierno al que ponen a parir en ese acto o al diputado nacional que forma parte de la mayoría parlamentaria. Inaudito. Sólo faltó Bono a la comitiva, que podría haber aportado su experiencia en salir escaldado de las manifestaciones de la AVT.
Pondré un ejemplo: el presidente Zapatero declinó ayer mismo acudir al plenario de la Conferencia de Diálogo de Religiones que se celebra en Madrid. ¿Saben por qué? Porque pidió que le pasaran los discursos que se iban a dar y observó cosas que no le gustaron nada en el de Arabia Saudí. Y entonces decidió no ir. ¿A nadie de los equipos de los distintos cargos públicos del PSOE en la provincia, ni siquiera a los concejales en cuyo Ayuntamiento se fraguó la idea de la glorieta, se le ocurrió reclamar los discursos?
En fin, de traca. Y luego se preguntan por qué el Partido Popular sigue arrasando en las generales en Guadalajara.