Especuladores
Un apunte del tema del día: La compañía Martinsa, que ha suspendido pagos por falta de liquidez, no es una empresa constructora. Es una empresa dedicada a la especulación y especializada en ganar mucho dinero en un corto espacio de tiempo. No es lo mismo. Cuando la demanda se ha derrumbado, no ha tardado en caer.
Y dos cosas que me parece oportuno preguntarse:
Primero, ¿de dónde sacó los 4.000 millones de crédito que necesitó Martinsa para fusionarse con Fadesa? ¿Nadie reparó en sus problemas, ya entonces, de financiación?
Y segundo, ¿por qué una empresa como Fadesa, más saneada y con mayor solidez que Martinsa, aceptó subsumirse en ésta última?
La presentación de un concurso de acreedores voluntario en Martinsa, eufemismo bajo el que se esconde la quiebra, es fruto de sus «graves problemas de tesorería». Pero no me parece el símbolo de la crisis de la construcción. Más bien es un ejemplo bastante gráfico del trapicheo, la especulación salvaje y el compadreo de bolsillos forrados que ha regido el negocio inmobiliario en España durante los últimos años. La debacle de Martinsa representa a la perfección el fiasco total del sistema financiero y de las leyes que rigen este mercado. Todo ello bajo la aquiescencia del Gobierno y de los ayuntamientos, que se han lavado las manos durante mucho tiempo a cambio de engordar el PIB, en el primer caso, y los impuestos municipales, en el segundo. Y así estamos. En manos de especuladores y de desalmados cuyo ánimo de lucro resulta insaciable. No se trata ahora de reinvidicar las bondades de la economía intervenida o de fomentar un odio al capitalismo, pero sí me parece incuestionable que el modelo actual es insostenible. Que la cosa se veía venir desde hace una década. Que los políticos no pintan nada ante los grandes consejos de administración. Y que el peso de la economía la ha convertido en el segundo poder, o quizá ya el primero, frente a las necesidades de la población. Quizá conviene recordar que no se ha especulado vendiendo salchichones, sino viviendas. Y no creo que nadie se haya caído del guindo ahora. Me hace gracia escuchar a los grandes constructores hablar de «nacionalizar las pérdidas». ¿Y los beneficios? ¿Por qué hay tanta gente que sólo se acuerda del Estado cuando pintan bastos?
La especulación engorda la construcción. Pero no son exactamente lo mismo.
Atención a la semántica en las páginas salmón.