Molino de Alcuneza y Pocholo
La Junta de Castilla-La Mancha ha decidido premiar al hotel rural El Molino de Alcuneza y al Asador Pocholo de Torija. Son las dos únicas distinciones que vendrán para Guadalajara en la Noche del Turismo, que es un acto público donde el Gobierno regional premia a quien más y mejor trabaja en favor de un sector que aporta cerca del 10% del PIB de la región.
Quien conozca a Juan Moreno y Toñi, dueños del Molino de Alcuneza, y a Pocholo, jefe de su propia casa de comidas, sabe que son, por encima de todo, currantes empedernidos. Se trata de dos establecimientos distintos, con apuestas turísticas también diferentes. Pero ambos equilibrados al lugar donde están. Quizá ese es su secreto. Eso, y que lo hacen muy bien. Cada uno en lo suyo.
El Molino de Alcuneza es un hotel rural de primer nivel dirigido a un turismo de poder adquisitivo tirando a alto. En realidad, se ubica en un antiguo molino harinero del siglo XV rehabilitado con una fuerte inversión. Está a pocos kilómetros de Sigüenza, en el Alto Henares, y ofrece todo aquello que los madrileños estresados necesitan: unas habitaciones confortables, un pueblo con muy pocos vecinos, una población más grande al lado por si hay que hacer alguna compra y una gastronomía de lujo. Los hijos de Juan han tomado el relevo: Samuel es cocinero y Blanca, diplomada en turismo y sumiller. Todo está cuidado al detalle. La atención a los clientes, la decoración, el jardín, la piscina y la arquitectura del edificio. Es habitual que haya más clientes alojados en el Molino que habitantes durmiendo en las casas de Alcuneza. Paradojas del turismo. Cuando les visité para hacer un reportaje, hace ya un tiempo, lo primero que me dijo Juan Moreno fue: “aquí han venido un montón de compañías de teléfono ofreciéndose para instalar una antena, pero yo no quiero. Quiero que no haya cobertura de teléfono móvil. Eso es lo que vendo yo para que la gente venga aquí”. Eso es tener claro lo que se busca.
El Asador Pocholo es un restaurante sin lujos ni ostentación que ofrece una materia prima excelente en sus platos. Y, por supuesto, un asado de cordero a la altura o mejor que otros mesones de la provincia que llevan más fama. Lorenzo Díaz, en su libro La cocina del Quijote, elogió el cochinillo asado que preparan en Pocholo. Yo prefiero el cabrito o el lechazo, pero es cierto que el maestro asador se bandea muy bien en las cazuelas de barro, al margen de lo que haya dentro. Tampoco hay que olvidar los entrantes, fabulosos: las migas, el pisto alcarreño, las milhojas de puerros con gambas o la ensalada de canónigos y queso de cabra. En Pocholo es fácil encontrar en sus mesas a trabajadores de la zona comiendo muy bien a un precio asequible, junto a políticos o periodistas de la provincia mascullando las glorias y miserias de las profesiones liberales. Todos acaban siempre satisfechos. Incluso la presidenta de la Diputación, María Antonia Pérez León, hizo su balance del primer año de legislatura en los salones de este restaurante. Miguel Ángel García Bravo es Pocholo y toda Guadalajara le conoce porque, antes que cocinero, fue alcalde. Es un tipo orondo al que le gusta jugar al mus y charlar con los clientes. Nunca le he visto poner mala cara. Siempre trae alguna noticia fresca recién macerada, acaso porque las buenas viandas calientan el paladar. El Asador Pocholo cubre una oferta necesaria en La Alcarria. Hace tiempo que se convirtió en un referente de la zona. Y se defiende más que bien ante otro tipo de propuestas de Guadalajara capital, favorecido por su cercanía. Pocholo está ayudado por su mujer y sus hijas. El trato es muy agradable, familiar. Y campechano, como su dueño. Pocholo es sinónimo de relajo y buen condumio. Un auténtico templo del placer de comer.