Luis Miguel Domínguez
Leo con estupor y pánico la noticia que protagoniza el naturalista Luis Miguel Domínguez, que ha estado 26 horas retenido en una cárcel de Arkansas por «suplantar la identidad de un policía». En realidad, su delito consiste en tener una «estrellita de sheriff» que compró de souvenir. Luismi, hasta donde yo le conozco, es un tipo extraordinario, un trotamundos del periodismo y amante a rabiar de la naturaleza. Tiene a su hijo estudiando Periodismo en una universidad pública de Arkansas (EE.UU.). Fue a visitarlo y se topó con un loco que ha conseguido, a través de una denuncia falsa, meterle en la cárcel. Su familia soportó la ignominia de ver cómo los agentes le esposaban y le conducían a una prisión tercermundista. No sólo eso: ha tenido que dormir en el suelo en un habitáculo ínfimo y nauseabundo, ha sido golpeado por alguno de los presos y ha visto conculcado sus derechos fundamentales en el ejercicio de un Estado de Derecho que se comporta de manera inmoral e indecente. Resulta increíble oír su testimonio (audio de la SER) contando los horrores que ha tenido que soportar. Y lo que le queda porque, a tenor de la legislación norteamericana, puede enfrentarse a una pena de varios meses. Todo, porque a un lunático se le ha puesto entre sus cojones que fue intimidado por un ciudadano español que tenía, en la mesa de su cocina, una «estrellita de sherif».
Esta noche, España ha goleado a Rusia y se ha clasificado para la final de la Eurocopa. He escuchado las palabras de Luismi un rato después en la web de la SER y se me ha bajado la alegría de un plumazo. El relato de todo lo que ha vivido en las últimas horas corta la respiración a cualquier ser humano con un mínimo de sensibilidad. Las vejaciones que ha tenido que sufrir de la policía, el abuso de sus derechos, el encarcelamiento sin pruebas ni un juicio de por medio. Le han puesto el traje a rayas y ha llegado a hacer sus necesidades en la misma celda. La policía le proporcionó una manta, pero no le dejaban taparse con ella en su totalidad, sólo en parte, no vaya a ser que tuviera un conato de rebeldía. Todo ello, además, destilando un tufo de racismo que echa para atrás: ciudadano español indefenso en medio de un país que se presenta como garante de las libertades mundiales. La historia es cierta. No es una fábula ni una película. Es la puta realidad de un Estado que, un día, fue pionero de los derechos humanos, pero que hoy se siente impune para maltratar a alguien que no ha cometido ningún delito.
La primera vez que entablé contacto con Luis Miguel Domínguez fue hace ya varios años en su casa/estudio de trabajo de Madrid, muy cerquita del puente de Segovia y la calle Bailén. Es una magnífica vivienda, decorada con un gusto muy original. Algunas salas las utiliza como centro de la productora que creó y que ha facturado trabajos muy sólidos relacionados con el patrimonio natural. En todo caso, él se hizo popular desde que Gabilondo le metió en su programa de la radio. Tiene un talento innegable y conocimientos enciclopédicos para hablar de naturaleza, que es su fuerte. Transmite alegría y jovialidad. No sólo sabe muchas cosas del campo, sino que además sabe contarlas muy bien. Conoce Guadalajara al dedillo. Es una provincia que se ha pateado hasta el infinito, a la que ama y de la que siempre está pendiente. Creo que llegó a comprarse una casa en Santamera, al norte del embalse de El Atance. Le pedimos que nos escribiera un reportaje largo para la extinta revista Siglo XXI y le faltó tiempo para regalarnos su pluma y sus fotografías. En otra ocasión, cuando le hice una entrevista para Nueva Alcarria, recuerdo que quedamos en una terraza en Príncipe de Vergara. Es un conversador inteligente. Se mostró muy dolido por todo lo que había pasado en el incendio de los pinares del Ducado. Lo sintió como algo propio. Fue prudente en sus opiniones. Pero sin ningún atisbo de ambigüedad.
Me ha puesto de muy mala hostia todas las humillaciones que está soportando Luis Miguel Domínguez desde su detención en Estados Unidos. Sé que no sirve para nada, pero desde aquí le traslado mi aliento y mi solidaridad porque nadie se merece lo que está pasando un tipo cuya única preocupación seria es salvar el lince ibérico. La centralita de la SER, al parecer, la han colapsado esta tarde con llamadas de apoyo.
Tremendo país Estados Unidos, con todo lo bueno y malo que recae en su nombre. Y asquerosa democracia aquella que pisotea a los indefensos y donde la presunción de inocencia se asemeja a una quimera jurídica.